Honduras
Viviendo con enfermedades mentales en comunidades rurales de la Sierra Chiapaneca
En Honduras contamos con 6 participantes diagnosticados con depresión y ansiedad de entre 17 y 62 años.
Durante la primera semana hicimos distintas actividades en grupo para conocernos mejor. Explicamos las distintas partes de una cámara así como su funcionamiento ya que para casi todos era la primera vez que interactuaban con una. También hicimos ejercicios para entender el manejo de la luz y jugar con la composición. Cuando los participantes se sintieron más seguros en la parte técnica fuimos abarcando nociones de narrativa y simbolismo con el fin de usar la fotografía como un medio de expresión. Cada participante exploró distintos aspectos negativos y positivos de vivir con problemas de salud mental.
“Me emocioné tomando las fotos. Mi esposo siempre me decía que fuéramos al rancho y yo le decía que no, que me daba flojera y un día agarré la cámara y le dije vamos abajo a tomar las fotos.” Irma R., 52 años.
En su proyecto fotográfico, Irma comparte la angustia y el amor que su familia le aporta a su vida. A pesar de todos los problemas, ella finaliza su proyecto diciendo que se siente orgullosa de todo lo que su familia ha logrado y está agradecida de todo el apoyo y el amor que le han dado.
“A veces entre tanto trabajo se olvida uno que hay que hablar sobre la vida.
Me di cuenta que debo apreciar más a mi familia. Pensaba en esto durante el taller.
Me hizo reconocer a mi familia, ser más unidos y vivir más en armonía.”
Participante, 62 años.
En la segunda semana hicimos visitas individuales en casa de los participantes para apoyarlos en el desarrollo de su proyecto personal, el cual consistiría de 10 a 20 fotografías finales con textos narrativos.
“Me di cuenta que la enfermedad no es tan mala como muchos dicen, son experiencias que uno vive.” Wendy G., 17 años.
“Tuve la oportunidad de dar mi opinión y supe que no sólo yo estoy padeciendo esto sino que hay muchas personas que están padeciendo.” Zendi V., 20 años.
Zendi empezó a sufrir convulsiones cuando tenía 10 años. Un diagnóstico equivocado le impidió obtener un tratamiento adecuado hasta que alcanzó la edad adulta. Con sus fotos Zendi habla sobre los síntomas más comunes de su enfermedad: convulsiones no epilépticas psicógenas. En su obra “Mis caídas” retrata diferentes lugares alrededor de su casa y comunidad donde ha caído debido a las convulsiones.
“Nunca había usado una cámara. Donde quiera que yo salía la llevaba yo.” Francisca C., 42 años.
“Fue un momento muy divertido, quién sabe en esos días a dónde se iba la depresión, me sentí muy cómoda.” Lizette C., 20 años.
Presentaciones finales
Cada participante invitó a su familiares para ver la proyección de sus fotografías finales y escuchar sus historias. Se les entregó un certificado junto con 50 fotografías impresas más un retrato personal tomado por la fotógrafa Camila Jurado. Doña Irma, una de la participantes, preparó deliciosos tamales de chipilín para todos y al final partimos un pastel para celebrar.
“Me sentí bien porque desahogué lo que yo sentía y lo pude compartir con las compañeras y con ustedes. Lo que más me gustó fue tomar las fotos e identificarme con las fotos que tomé.” Zendi V., 20 años.
“Me sentí contenta porque primero no era así. Estaba enojada, a veces triste. Le pedía yo que me contara algo, pero no me contaba nada. Ayer que vi que pasó a exponer las fotos, sentí en ella mucha seguridad.
Antes se sentía nerviosa, se sentía enojada, pero ahora veo un cambio mejor en ella.” Mamá de una participante (Wendy).