Zoon Politikon

Porqué creo en la política. Y porqué opté por ella.

Santiago Siri
Política * Internet

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Muchos se enteraron por mi vocación política a partir de la experiencia fundacional del @PartidodelaRed. Lo cierto es que mi interés por los sistemas sociales se remonta a un buen tiempo atrás.

A mis 20 años, curtiendo look proto-revolucionario.

En mi adolescencia tuve una fiebre roja que contribuyó a romper cierto molde paterno de “nene bien” y emprender una búsqueda de identidad abrazando ideas marxistas (como para sentirse pretenciosamente intelectual) y siguiendo los pasos del Che Guevara (a quien supe dedicar esta vieja animación). Mi viejo nunca me hizo gran oposición, sino todo lo contrario: me sugirió que fuera a Cuba. Aprovechando el viaje de un colega de él, Roque Ruiz profesor en la Universidad de La Habana y férreo defensor del regimen castrista, me fui a recorrer el sueño realizado de la revolución.

Estuve en La Habana, Santa Clara y Camagüey en un mes donde conviví con ex-guerrilleros, trovadores y el cariño de varios. Recuerdo la historia de Hernán Perez Cortez, héroe de la revolución por haberle entregado una cabeza del enemigo al Che (no hay metáfora) y de jugar con el perro de su nieto que se llamaba Linux. O la de Mirna que me contó sobre los 23 abortos que tuvo a lo largo de su vida. Ahorremonos lo siguiente: cualquier discusión sobre Cuba, es una invitación al cliché. Lo cierto es que para mi, aquél viaje que comenzó cargado de ilusión terminó con una cuota de decepción: ver el paternalismo de Fidel Castro todos los días en la televisión fue difícil de justificar. Revisando los mails que le mandaba a mi familia, me encontré con el consejo que me dio entonces una cubana después de discutir fuerte con Roque:

Chico, el ya esta viejo y no entiende lo que tu dices. Sus expectativas son del pasado y las tuyas son del futuro.

Cuba para mi fue conocer la realidad bajo la posibilidad de otro sistema. Cambiar de chip. Poder ver con ojos propios una alternativa a todo aquello que me programó el bocho desde chico. De algún modo, formatear la máquina y “ver que onda Linux”. Porque a pesar de la perversión contemporánea de reducir el arte de la política a la acumulación de poder, elijo ser el incrédulo que todavía cree que se trata sobre las ideas: de plantear sistemas y construirlos. Prefiero que me reserven el insulto de ingenuo, naïve o utópico antes que ser otro más que se hunda en el mar de cinismo y desconfianza que ahoga a la sociedad. A fin de cuentas, es buscar sostener la actitud revolucionaria a la que aspiraba el adolescente en mi.

DemocracyOS, el software creado para el Partido de la Red, adaptado para debatir la Constitución Nacional de Tunez.

Lo que me acercó a la política fue lo mismo que me acercó a las computadoras: ambos campos ofrecen herramientas de cambio y progreso que merecen unirse de una vez por todas. Un sistema en el siglo 21 no puede elaborarse con los fósiles de otro tiempo. Sobretodo cuando se nos abre frente a los ojos la posibilidad de una civilización global. Cuando esta semana vimos que en Túnez optaron por usar el software creado por el Partido de la Red para debatir su constitución nacional (que para el que todavía pregunta, ahí tiene nuestra ideología), no fuimos pocos los que necesitamos expresar la emoción de ver que apostar por las utopías vale la pena. No podemos dejar que los fundamentalismos o los corruptos se las terminen apropiando.

Lo extraordinario del hito fue como sucedió: agarraron directamente el código y nunca nos tuvieron que pedir permiso. Es que así funciona la red: la esencia de su triunfo es lograr que haya innovación sin permisos.

Que lo sepa el poder de turno entonces, que nosotros tampoco se lo vamos a pedir.

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