Águilas, nopales y exóticos
El héroe queer en Máximo Sexy vs. Kamaitachi
Máximo no siempre ha sido un exótico. Cuando la familia Alvarado decidió que la segunda generación de luchadores no heredase los nombres de los Brazos, Brazo de Platino Jr. (en realidad hijo de “Super Porky” Brazo de Plata) en Máximo como parte de un trío de luchadores inspirados en la antigua Roma junto a Calígula y Messala, los actuales Raziel y Cancerbero. Al poco tiempo, Máximo empezó a desarrollar el personaje queer que tanto lo ha hecho destacar en la última década.
La figura del exótico ha estado presente en la lucha mexicana desde mediados del siglo XX. Aunque originalmente estaba inspirada en el arquetipo del dandy, la excentricidad de aquellos personajes fue evolucionando hasta convertirse en una caricatura de la homosexualidad. Los exóticos empezaron a travestirse y se convirtieron en antagonistas de la masculinidad tradicional que representaban el resto de luchadores. Sin embargo, algunos luchadores gay consiguieron apropiarse de este discurso para, a través de esos personajes caricaturescos, representar abiertamente su identidad sexual. Así sucedió con Cassandro, uno de los exóticos más populares de la historia reciente de México, que se construyó una identidad real a través de su interpretación como exótico en la ficción.
El pasado 1 de enero Máximo defendió su cabellera contra Kamaitachi en CMLL Sin Piedad. No fue la primera vez que Máximo ponía su cabellera en juego contra un luchador japonés: lo había hecho ya en una derrota frente a Okumura (CMLL, 15/11/2009) y en una victoria frente a Taichi (CMLL Sin Salida, 6/6/2010). Sin embargo, como apuntó Tiger en los comentarios durante el combate, hay una diferencia fundamental entre aquellas dos luchas y la que enfrentó a Máximo y Kamaitachi: desde entonces, Máximo se había convertido en campeón mundial de peso completo de CMLL al derrotar a Terrible a principios de 2015, casi un año antes de Sin Piedad. Tradicionalmente, los luchadores japoneses han sido presentados en CMLL como invasores extranjeros, continuando con una cierta tendencia xenófoba que ha recorrido el wrestling en casi todo el mundo, y en tanto que campeón mundial de CMLL, Máximo adquiere la responsabilidad de defender el honor de la promoción frente a uno de ellos.
Dentro de este planteamiento de enfrentamiento nacional, Máximo cambia su habitual vestido rosa por uno con los colores de la bandera mexicana en un gesto simbólico que lo confirma como principal representante de México y de CMLL frente a Kamaitachi, que también entra con una bandera de Japón. Sin embargo, el gesto que importa en el combate no es el cosmético (por mucho que introduzca el tema central que desarrolla la lucha) sino el físico. Por encima de todo, el wrestling sucede en el cuerpo, en el encuentro de los cuerpos, que son la herramienta básica del wrestling. Además del shoot style japonés, quizás eso no se haya entendido tan bien en ningún lugar como en la tradición mexicana, con toda su artificiosidad.
Máximo vs. Kamaitachi es la historia de un sacrificio. El primer movimiento del combate es una patada de Kamaitachi a la rodilla izquierda de Máximo, lesionada en un combate anterior. El castigo de la pierna es un lugar relativamente común de las luchas mano a mano de Máximo al menos desde su combate contra Negro Casas (CMLL, 11/1/2015). Para Kamaitachi, en cambio, es un cambio de registro notable después de haber dedicado todo el año anterior a la serie de luchas que lo enfrentaron a Dragon Lee.
La lógica narrativa habitual dictaría que ese ataque a la rodilla de Máximo resultase determinante para el final de la lucha. Sin embargo, a partir de ese momento Máximo ya no lucha solo contra Kamaitachi sino contra su propio cuerpo, que se convierte en un obstáculo para convertirse en el héroe de la gente que se ha reunido para apoyarlo. Julio César Rivera se pregunta en los comentarios hasta qué punto compensa a un luchador arriesgar su carrera para defender su cabellera; pero lo que en realidad está defendiendo Máximo es su lugar como representante del pueblo, después de haberse ganado esa responsabilidad.
Máximo pone a la comunidad por encima de su propio bienestar. Sacrifica su propio cuerpo, porque es ahí donde tiene lugar la lucha, y al hacerlo se erige como héroe. Máximo sigue en pie aun cuando su pierna apenas puede sostenerlo. No gana a pesar de su lesión, como sería esperable, sino por enfrentarse cara a cara con ella. Cuando Máximo cojea pero consigue responder a la ofensiva de Kamaitachi para empatar la lucha, cuando en la caída definitiva vuela en un tope que enlaza después con una plancha desde lo alto del esquinero, se ofrece al público que llena la Arena México como un héroe que trasciende las limitaciones de su propio cuerpo, como un representante en el que depositar su confianza.
Con el recuerdo de la matanza homófoba de Orlando todavía fresco, parece apropiado recordar como el primer día de 2016 CMLL, Máximo y Kamaitachi tomaron un arquetipo caricaturesco que había surgido como un chiste homófobo y continuaron la labor de sus precursores al elevarlo al rol de héroe de la comunidad. El wrestling, en tanto que arte, nunca dejará de contar historias y generar sentidos. En los lugares en los que menos se esperaría (y las dos luchas de apuestas de Máximo este año, contra Kamaitachi y contra Rush, son el mejor ejemplo de ello) se convierte también en un lugar de (re)construcción de la identidad particular y comunitaria, de enunciación política. La responsabilidad de la crítica debería ser sacar esos sentidos a la superficie y trabajar con ellos. No los tests de calidad enfrentando al wrestling a preconcepciones sobre como-debería-ser, no los juicios de valor sobre “el selling” o “la ejecución” o “estar over”, no debates contables. Los sentidos como caminos que el wrestling abre frente a aquel que lo mira, como las pequeñas chispas que encienden una idea, y una crítica que se enfrenta mano a mano con ellos.