Reflexionando sobre lo escrito…

La necesidad de comunicación es común en todos los seres vivos. Una planta se pondrá mustia para decirnos que necesita agua y nuestro perro tomará su correa para indicar que quiere salir.

Este hecho no es diferente para los seres humanos, el lenguaje es nuestra principal forma de comunicarnos. Y puesto que somos seres sociales, las diferentes funciones del lenguaje son de gran importancia a la hora de establecer relaciones con nuestros semejantes y para construir el pensamiento tanto individual como colectivo.

Releyendo los post de mi grupo he observado que la función comunicativa constituye un denominador común en todos ellos ya se trate de casos individuales o de una persona frente a un grupo. Por ejemplo, cuando se plantean situaciones con la intervención de un cura, de lo cual habló Lorena en este post, nos encontramos con casos de verdadero diálogo, casi entre amigos, que puede ayudar a clarificar ideas o simplemente a descargar tensión emocional pero que son claramente insuficientes a la hora de enfrentarse a un problema psicológico más grave como por ejemplo una depresión. Otro caso es la confesión. Aquí el diálogo no existe, hay una persona que ostenta el poder de “perdonar”, de liberar a la otra persona de una supuesta culpa que debe exponer. Esta es, como dice Cristina, una “salida de escape”. Suelto mi pecado y me liberan.

Voy a confesarme, visto como se lleva, hago lo que toca, sigo a quienes marcan tendencia… son conductas que responden a la necesidad del ser humano de sentirse aceptado en su medio, de sentirse integrado, de no ser diferente y, por tanto, de no ser aislado, rechazado, incomunicado.

En los ejemplos mencionados, como en el relatado por Luis o en el caso del santón de Baza de Sara, la comunicación es prácticamente unidireccional y se adorna con otros elementos que potencian el mensaje. Es más fácil dejarse llevar, seguir al colectivo que cuestionar qué está ocurriendo y porqué. O para qué.

Algunas personas tienen una especial habilidad, a veces ayudadas por factores genéticos como la sinestesia del santón, para conjugar las diferentes formas de comunicación y sugestionar a grupos de personas habitualmente predispuestas, por una razón u otra, para ello. Casos como las sectas mencionadas por Cristina, las bandas, etc. son buena prueba de ello.

En cuanto al profesional de la psicología, ya se han apuntado algunas ideas. Durante mucho tiempo la intervención de un psicólogo estigmatizaba no sólo a la persona sino a toda su familia. Se asociaba a una enfermedad mental grave y como todo lo desconocido daba miedo. Afortunadamente esto ocurre cada vez menos, normalizándose este servicio entre la población. Pero aún hoy podemos oír comentarios como “¿pero le vas a contar tus cosas a una desconocida?”. Es decir, ¿te vas a comunicar con un desconocido, alguien externo a tu entorno?

Y, en relación con mi post anterior, me planteo en qué medida la posición en la sociedad de estas figuras influye en la disponibilidad de las personas para escuchar a unos u a otros. El cura, el chamán, el santón, el líder…son personas conocidas en la comunidad que gozan de un status que les otorga el respeto de la misma. Y, por otro lado, las actuaciones de estas personas implican, generalmente, conductas pasivas en los demás, no hay que tomar decisiones, no hay que pensar, no hay que actuar. La intervención de un profesional de la psicología implica comunicación, supone un diálogo que puede resultar incómodo, supone mirar hacia dentro, tomar decisiones, actuar, confiar en alguien desconocido, etc. Está claro que las habilidades comunicativas son una herramienta fundamental en esta profesión y que sin ellas será difícil ganar la confianza del paciente y avanzar.

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