Siendo avatares
La evolución –y el flujo de energía que la impulsa– le dio forma a nuestros cuerpos físicos, a nuestros cerebros y a nuestros hábitos durante millones de años. La evolución continuó formando a través de estructuras más complejas de información nuestras costumbres culturales, creencias, miedos, deseos y aspiraciones humanas.
Somos una suma de todas esas cosas, pero al mismo tiempo no “somos” nada de todo eso. No estamos separados de ese camino previo. Nuestro cuerpo, nuestras ideas, nuestros sentimientos, son proyecciones de algo subyacente. Nuestro ego, que se siente un individuo separado de todo, es un avatar.
¿Pero quién controla el avatar?
El ego racional del ser humano tiende a querer tomar control del destino del avatar por una serie de hábitos de comportamiento dirigidos por sentimientos de deseo por lo que no se tiene, y apego o miedo a perder lo que se tiene. Esta pulsión por querer controlar todo sólo conduce al sufrimiento.
La única forma de contrarrestar ese sufrimiento es desapegarse del deseo, dejando el control del avatar a cargo de la energía / consciencia / evolución / espíritu subyacente. Entregarse al flow, al momento presente, sin pensar, sin reflexionar ni proyectar fuera del ahora.
Cuando observamos una partícula subatómica, según nuestra interpretación científica, pasa de ser una onda de probabilidades a ser una partícula constituyente de la materia. ¿Pero quién observaba el universo apenas después de producirse el “big bang”? La consciencia que modifica los estados cuánticos no es la del ser humano; el ser humano y el mundo material en el que vive en apariencia es el resultado de una consciencia mayor.
