La difícil tarea de pescar nuevos amigos

María Ripoll Cera
EÑES
Published in
5 min readApr 7, 2017

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Como los electrones, una vez contactas con una persona, permaneces para siempre conectado. ¿Con qué intensidad te sientes cómodo con esto?

CComo* la de una hormiga, arriba y abajo, adelante y atrás, en dos dimensiones, así sería nuestra vida sin cultura. La misma hormiga se vuelve más rotunda cuando Esopo la convierte en metáfora de la vida previsora (o de la inmisericordia, pues deja a la cigarra a la intemperie todo el invierno «para que aprenda la lección»), gracias a la cultura. Y qué decir de la marabunta de hormigas de Alberto Ruy-Sánchez.

Muchas personas no entienden para qué sirve la cultura. En muchas poblaciones se carece de ella, limitándose a algún acto teatral, más por diversión, o alguna exposición en la que salga el pueblo. Y bien es cierto que necesaria, no es. Como tampoco lo es comer en vez de alimentarse. Vestirse, en vez de protegerse del frío. Seducirse, en vez de hacer el acto para engendrar un hijo.

A mí lo que me parece innecesario es vivir sujeto a la realidad. Cambio las obligaciones por divagaciones, los placeres de la gula por los de una particular puesta de sol, los dolores de cabeza por los de tarro, las responsabilidades por la constancia en el arte…, aunque las redes sociales nos machaquen con que los pequeños actos cotidianos nos dan la felicidad.

Y para más inri, ahora resulta que la realidad no existe. O eso dicen las pocas explicaciones inteligibles sobre los descubrimientos de la física cuántica. Que afirman algo así como que los electrones tienen la capacidad de estar en varios sitios a la vez, pero solo se hacen presentes cuando alguien los mira. Así que si tu casa deja de existir cuando tú te vas, no te preocupes tanto en cómo la dejas sino en qué y cómo vas a mirar hasta que vuelvas.

Festín de mosquitos creando su propia sangre.

Siempre hay límites

Pues andaba yo iniciando nueva vida en Badalona cuando, como dije, fui castigada por ir a un concierto de The Cure. Y es que en esta población marítima del área urbana de Barcelona, vida cultural, la hay, y muy interesante, pero sobre todo, deportiva.

Será porque tiene mar, un paseo marítimo que se prolonga a lo largo de toda la comarca del Maresme, por las instalaciones deportivas de casi todas sus plazas o la fama que le debe a su equipo de baloncesto. Pero aquí todo el mundo hace alguna actividad, además de apuntarse al gimnasio más glamuroso para ver personas del sexo opuesto en acción. Y casi cada fin de semana hay alguna competición deportiva.

Como recién llegada, quise cumplir uno de mis sueños y aprender vela, que aquí se realiza en patín catalán, una especie de catamarán en miniatura. Pasé tanto miedo que no sé si volveré a intentar nada parecido. También me apunté a remo en llagut, una embarcación en la que se rema en equipo. Fui puesta a prueba varios domingos y ya contaban conmigo. Hasta que rehusé uno de ellos porque el sábado tenía el concierto de The Cure y toda la noche por delante. Chas, tijeretazo a una norma no escrita.

Como temía, no me volvieron a llamar. Empecé a buscar alternativas. Porque deseo crearme una vida local, más allá de mis amigos. «Hay lugares del pasado a los que es mejor no volver —dice María de la Pau Janer—, porque te limitan». Lo mismo podría aplicarse a relacionarse con los amigos de siempre en exclusiva.

El club Bétulo en una maravillosa mañana de invierno

Al mes, sin embargo, me adjudicaron a un nuevo equipo, con el que remo desde entonces todos los domingos. Seguido de cañita o copa de cava en el club, y este viernes, la primera cena juntas (pues sí, en remo también somos la mayoría mujeres).

De uno en uno

La física cuántica ha descubierto asimismo que cuando dos electrones entran en contacto en algún momento, permanecen para siempre conectados. A esto se ha de deber en parte que las chicas del equipo de remo tengamos ganas de saber de nuestras vidas respectivas. Pero la tradición en localidades pequeñas ha creado un interés desmedido por las vidas ajenas, acompañado a su vez de la afición por criticarlas. Y, ay, tan, tan conectada no me gusta sentirme.

Muchas de mis nuevas compañeras basan su vida en la gente y las actividades del club. Han creado allí sus redes de sostén afectivo. Y yo me descubro, como mi amigo Pablo Muiño, alérgica al gregarismo. Mis hilos son personalizados y diversos, hechos de relaciones de años que sostienen, cada una, un área importante de mi vida. Estoy tejiendo nuevas redes, sin duda, ¡pero no quiero meter en ellas un cardumen! (qué bonita palabra, verdad, para designar a un banco de peces).

También pesco nuevos amigos de Badalona en encuentros culturales, kirtanes, caminatas nórdicas, Amics de la Gent Gran, o en experiencias como la de la tienda de María, que os explicaré en el próximo capítulo de esta serie «Peaje urbano». A la que por cierto acudía un peculiar deportista, amante de la literatura clásica. A mí las personas me gustan, una por una. ¿Cómo es tu relación con los grupos?

Este es el segundo capítulo de la serie «Peaje urbano». Continúa con ¿Te vas a comer un rosco? También puedes empezar la serie en Cómo saber si vale la pena vivir donde vives.

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Y me encantará saber lo que piensas sobre los temas aquí trabajados.

En el puerto de Badalona se construyen relaciones y se destruyen barcos.

*Letra C de Olalla Ruiz para el cuento de Pinocho.

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