Matar la muerte

Mat Guillan
EÑES
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8 min readApr 25, 2017
Niño destruyendo un piano en Pant-y-Waen, Gales del Sur. Foto de Philip Jones Griffiths, 1961.

Pasó el año 2045 y la humanidad lo recuerda especialmente, como el antes y el después de Cristo, pero de la Ciencia. Desde ese momento preciso en su historia, los humanos ya no mueren de viejos ni de enfermedades. Un hombre, que camina sonriente y lleva un ramo de rosas en su mano derecha, compró, por diez euros, un aparato del tamaño de un celular que le anticipó qué tendría párkinson y lo previno secuenciando el genoma humano.

Este futuro sería posible por las afirmaciones que llegan desde Singularity University, la Universidad creada por Google y la NASA en Silicon Valley (California, Estados Unidos), apoyada entre otras multinacionales por CISCO y Microsoft. El ingeniero y fundador de la institución académica, José Luis Cordeiro, anuncia: «Tendremos un chip para secuenciar el genoma humano, se va a saber qué enfermedad va a afectarte en unos años según tu genética. Hoy vale mil euros y en veinte años va a valer diez. Lo haremos de la misma manera en que la gente antes moría por un resfriado y eso ya no sucede. Y no solo eso, vamos a poder rejuvenecernos».

Singularity University es dirigida por Ray Kurzweil, inventor estadounidense especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, y su finalidad es «reunir, educar e inspirar a un grupo de dirigentes que se esfuercen por comprender y facilitar el desarrollo exponencial de las tecnologías, y promover, aplicar, orientar y guiar estas herramientas para resolver los grandes desafíos de la humanidad».

La clave de estos avances de la ciencia se deben al estudio de las células HeLa, que provenían del cáncer de cuello uterino sufrido en 1951 por Henrietta Lacks (por eso el acrónimo). Como en ese momento las células pudieron cultivarse en el laboratorio constantemente, se descubrió que solo mueren porque matan el cuerpo en el que existen. En realidad, son inmortales.

El congelamiento de Walt Disney hasta que se encontrara la cura para el cáncer de pulmón, que lo estaba matando, fue una leyenda urbana. Murió el 15 de diciembre de 1966 y fue enterrado en California dos días después. Sin embargo, «la obsesión de ser eternos y jóvenes se volverá realidad». Así lo sostiene Cordeiro, quien estudió en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), en las entrevistas que dio en el último año en Cambridge, donde se licenció en Ingeniería Mecánica. Los resultados obtenidos mediante el estudio de las células HeLa posibilitarán una nueva etapa para la humanidad: «Vamos a congelar el cerebro y después podremos clonar los cuerpos y tener un cerebro con todas las experiencias en un nuevo cuerpo de veinte años, por ejemplo». La empresa rusa KrioRus cobra 12 mil dólares por la preservación del cerebro; cuerpo y cabeza, 36 mil. La de un animal ronda los 15 mil.

La crionización consiste en bajar la temperatura del difunto a cero grados. Si se esperaba su muerte, se aconseja preparar bolsas de hielo. Luego se accede al sistema circulatorio por carótida o vena yugular, se extrae la sangre y se reemplaza por una solución. La operación dura cuatro horas y finalmente se guarda el cuerpo a menos de 196° en nitrógeno líquido porque en esa temperatura las moléculas no entran en ningún tipo de reacción.

Además, desde Google aseguran que serán una nueva parte de nuestro cerebro. Un anexo virtual donde se almacenarán los datos que no creemos relevantes de recordar, como hoy no recordamos los números de teléfonos frecuentes, porque los tendremos a mano o podremos googlearlos, y también conservarán gran parte de nuestra memoria. Por eso almacenamos nuestras vivencias, es decir, nuestros recuerdos, con fotos y videos en Facebook, Instagram y más redes sociales, en servidores web que desconocemos. Inconscientemente, ya creamos un legado interactivo: «Una forma de evitar ser olvidados completamente en el futuro», dice Marius Ursache, uno de los creadores de Eterni.me: «Tus tátara-nietos usarán esto para acceder a información acerca de ti, desde fotos de eventos familiares hasta tus opiniones, canciones que escribiste y nunca diste a conocer…».

Tomografía de un cerebro.

«Cuando una persona confía en poder recuperar un dato, su cerebro no hace ningún esfuerzo por memorizarlo porque es muy cómodo y no almacena lo que puede recuperar fácilmente». —Betsy Sparrow, psicóloga de la Universidad de Columbia y coautora de Los efectos de Google en la memoria.

Kurzweil, entre cuyos inventos se encuentran el primer lector electrónico para ciegos, el sistema de reconocimiento de voz que dio origen a Siri y el primer escáner digital, vaticinó que en 2045 podremos guardar una copia completa de nuestro cerebro en la nube. El neurocientífico Randal Koene, director de la Iniciativa 2045, cree que es posible diciendo: «El desarrollo de prótesis neurales demuestra que ya es posible replicar las funciones de la mente».

Las mayores dificultades que hoy tiene delante la inteligencia artificial es cómo poder alcanzar los niveles de abstracción de la inteligencia humana, que a su vez le permiten varios niveles de interpretación, para, por ejemplo, el humor, el sarcasmo, la ironía... Lo mismo sucede con creaciones complejas, como escribir una novela o componer una canción, habilidades que funcionan mediante metáforas del lenguaje. Sin embargo, Kurzweil continúa trabajando para emular nuestro neocórtex (parte del cerebro que se ocupa de reconocer los patrones de información que componen la realidad): «Yo auguro que dispositivos digitales como su teléfono alcanzarán el nivel de complejidad de un ser humano en torno a 2029. Y los seres humanos serán mucho más inteligentes porque sus cerebros estarán conectados a dispositivos digitales». Cordeiro también marca ese año como el comienzo de la superación de las máquinas y lo justifica: «En ese año nadie va a saber si está hablando con una persona o un robot. Las máquinas superarán el test de Touring. Y crearemos todo esto para ayudarnos como hemos creado un reloj, la ropa y etc. Por eso, en 2045 iniciará la edad poshumana, la edad de los humanos aumentados».

«La gente no se da cuenta de la transformación que está ocurriendo en la medicina. Nuestra esperanza de vida andaba por los 19 años al inicio del segundo milenio y por 37 al principio del siglo XX. Pero esa mejora se acelerará en los próximos años gracias a los avances informáticos y al proyecto del genoma humano. No solo hemos descifrado nuestra información genética. Somos capaces de cambiar los fragmentos que causan enfermedades mortíferas. Estas herramientas son mil veces más potentes que hace una década y serán mil veces más potentes dentro de diez años y un millón de veces más potentes en apenas veinte». — Ray Kurzweil

Respecto al acceso de estas tecnologías, Kurzweil (de 65 años) no cree que sea solo un privilegio para los ricos: «Uno tenía que ser rico para tener un teléfono móvil hace veinte años. Pero aquellos teléfonos no funcionaban muy bien, eran carísimos y tenían el tamaño de una barra de pan. Los ricos tienen acceso a estas tecnologías cuando son imperfectas. En cuanto funcionan bien, bajan de precio».

Superadas las pruebas con ratas, que cada vez dan mejores resultados, es interesante pensar en una sociedad del 2045 en la que todo quede registrado y en la que nada sea importante de recordar, para acceder a la posibilidad de crear nuestra vida poshumana, nuestro propio avatar, porque no aceptamos ser olvidados. Pero eso no es todo. También, si guardamos un archivo de algún familiar que haya muerto, compilarlo digitalmente y revivirlo, como planea Kurzweil con su padre. Recrear el avatar de alguien que ya no está.

Estación de tren en Dacca, capital de Bangladesh, país ubicado al Sur de Asia.

Indudablemente esto conduce a un mundo con más gente, cuando hoy se estima que la población crece a un ritmo de un millón de personas cada cuatro días. Entonces el interrogante sobre el hambre en el mundo parece un problema urgente para poder llevar adelante la inmortalidad. Nicholas Negroponte, informático y arquitecto estadounidense, fundador y director del MIT Media Lab, un laboratorio de diseño y nuevos medios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), sostiene que los avances en biotecnología y genética (no solo de los humanos) serán contundentes también en este plano: «La naturaleza y lo artificial serán la misma cosa. Está comenzando y en treinta años será un hecho. No se tratará de computadoras nada más, sino de biotecnología. Un mundo en el que la carne sea hecha en una Placa de Petri, sin vacas, pero sigue siendo carne, con su aspecto y sabor. Podemos pensar cambios muy dramáticos: por ejemplo, que lo que comamos no venga de la tierra y que incluso hasta sea mejor porque reproduciremos su composición genética».

Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar su pensamiento sin morir. —Blaise Pascal (1623–1662), matemático y filósofo francés.

El otro límite de una población mayor y en aumento constante es el espacio disponible en el planeta. El venezolano Cordeiro, quien fue alumno de Marvin Minsky, científico estadounidense considerado el padre de las ciencias de la computación, lo resuelve fácilmente: «En veinte años vamos a iniciar la colonización de Marte». Mientras tanto, la NASA planea lanzar una magnetosfera artificial, un escudo magnético gigante al espacio, para proteger a Marte de los vientos solares con el objetivo de restaurar su atmósfera y que de ese modo comience a fluir agua líquida sobre la superficie, después de más de 4 mil millones de años. «Si esto funciona, habitar Marte no estaría muy lejos», afirman.

Al mismo tiempo en que se proyecta una vida sin vejez para la humanidad, se producen avances notables en la disputa entre el deber de vivir y el derecho de morir. Con Holanda como país pionero en legalizar la eutanasia (2002), para personas en un estado de salud muy enfermo; en Bélgica, la eutanasia es legal y desde 2014 puede aplicarse a menores de edad (en Holanda debe ser mayor de doce años porque requieren la «capacidad de discernimiento»). En 2016, se aplicó por primera vez la eutanasia con un menor y, aunque su edad e identidad fueron reservadas, se sabe que fue él quien la solicitó porque sufría una enfermedad incurable. Por ley, quienes tomaron la última decisión fueron sus padres.

Matar la muerte, que atraviesa todas las religiones y se nos presenta en lo cotidiano como un reloj al que cada vez le quedan menos granitos de arena, pareciera cambiar la manera de racionalizarla, y en consecuencia, de vivir la vida. Nuestra percepción del tiempo sería radicalmente distinta al no ser finito. Sin embargo, con ese futuro en el que solo podremos morir por accidente se alimentarán los niveles actuales de alienación a picos impensados para estar sanos y salvos. Habrá que estar atentos a los índices de suicidios que hoy, según datos de la Organización Mundial de la Salud, tienen a China como el país con mayor taza, pero sobre todo a datos como que en Argentina hay un promedio mayor de suicidios que de homicidios.

El hombre es un animal enfermo de muerte. —Hegel (1770–1831), filósofo alemán.

Juicio final. Cielo e infierno. Reencarnación. Liberación. Descanso eterno. Esta incertidumbre existencial no desaparecerá en el 2045, cuando el único peligro de muerte sean los accidentes: que un piano caiga en la cabeza de un hombre que camina sonriente y lleva un ramo de rosas en su mano derecha. El deseo de eternidad se verá cara a cara con el deseo de saber qué hay después de morir y lo más probable es que sea en un cuarto cerrado.

En mi perfil, hay más notas sobre cómo las tecnologías y las redes sociales cambiaron nuestra vida para siempre.

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