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Vestigium, en resumen

Poesía, narrativa, ficción y periodismo: el 2019 fue un año rebosante con sus historias

Vestigium
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6 min readJan 24, 2020

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Quizá Vestigium sea una diva que gusta de llegar a la fiesta tarde. Fashionably late, como dicen. O quizá sea que todos vivimos allá, abrumados bajo una sierra, no, llamémosle cordillera de trabajo inmensurable. Sea como sea, para los editores, Vestigium es nuestro lugar feliz. Es lo que nos hace sonreír y es la página web que, seguramente sin razón, algún editor (ehem, Dan), refresca con mayor frecuencia impulsado por la pura obsesión compulsiva de ordenarlo todo.

Sea como sea, 2019 fue un año especial. Crecimos, gracias a ustedes. Conocimos a escritores nuevos y escuchamos el rugir de otros que hibernaban, que volvían a llamar a nuestra puerta. Trabajamos por hacer de este pequeño pedazo del internet algo suyo, por resaltar todo aquello que merecía la pena y por traerles, de la mano de El Salón de la Fama, un pedacito del magnífico grupo de personas que agregan peso a la plataforma. No quedaría mal trabajar en una antología, ¿no? Con tanto talento y el peso de casi dos años de su trabajo.

Así, presentamos algunos de nuestros escritos favoritos del año viejo.
Como siempre, en ningún orden en particular.
Y claro está, con todo el cariño del mundo.

Desde la editorial — Leonardo, Dan, Camila y Fabián — les agradecemos por un año más de vida, por un 2019 sensacional.

Un trío peculiar

Los meses trajeron consigo un trío de coincidencias. Será que el estado del arte nos trajo a converger (será que se pusieron de acuerdo). En textos que abordan distintas caras de la misma historia, Jack Cavre, Gabriel Arriarán y Johnny Rodriguez nos hablan sobre el arte en el nuevo siglo. Jack, sobre aquel arte «a domicilio», el restringido, el que debe acomodarse a los ideales de quien lo solicita. Gabriel, sobre la decadencia de una literatura que se siente satisfecha con existir en el medio, en ese espacio inútil contra el poder que nos oprime. Y Johnny, de aquellos periodistas cómodos que el nuevo siglo forjó, donde la ubicuidad de la información parece ineficaz ante sus letras sosas y desgastadas.

Estos son textos que se leen en consecutivo, y que por la más peculiar de las coincidencias, decidimos agrupar:

Conformista, por K. Archila

Leer en silencio, cerrar los ojos, enviar un abrazo. De alguna manera, de la manera más amable posible, quietos y sosegados, incluimos este pedacito de letras en honor a la pérdida, tan irreparable como es inesperada.

Una hora por día, por Omar Velásquez

Vivir en una pesadilla de a pocos, que jamás acaba, que nos asedia no con su presencia, sino con la expectativa. En esta historia Omar fabricó un guión que se lee como buen cortometraje: inmediato, continuo, que te absorbe completo.

J. (como siempre), por Jimena G.

La última vez que le vi, me abrazó como siempre. Luego tonteó conmigo, como siempre, y bromeamos de todo lo que podríamos haber sido y nunca fuimos… como siempre.

El amor que nunca pasa pero jamás se olvida. Ese que solo puede existir en el paso previo a la permanencia, en el que nos refugiamos a media tormenta. Parece extraño cómo todo parece estar dado mas nunca se da. Es extraña la vida, como siempre. ¿O seremos nosotros los extraños?

La profusión de los días, por Patricio Nuñez Fernandez

Hoy es la resurrección.
Esta noche volverán los excesos,
mañana será la vigilia de los ojos muertos.

En el intento de sobrellevar el dolor inacabable, alejando la culpa, rechazando lo que es nuestro, nos perdemos en ese espacio gris que entrelaza las noches. Patricio nos da un poema que se fabricó como una escultura en mármol negro: bello y preciso.

La princesa Akinaka, por J. Madison.

Lo que compartimos en diciembre, lo replicamos acá, no con el afán de llenar espacio, sino con la esperanza, si bien un tanto insistente, de que le lean. De que J. merece estos tres minutos y su atención entera.

Los escudos son gruesos y nosotros, pesados. Con los años las costras engrosan, caminar se convierte en tragedia, pero con lo paulatino de la vida, poco nos damos cuenta. Luego, viene la ventana y la luz, por tanto tiempo escondida. Y viene quien la abrió, la que le da permiso al viento, a quien le cedemos el control. Y los escudos caen, oxidados contra el suelo. Y la costra se va, se difumina… todo es tan rápido a partir de la entrega.

Hoy me desnudé de ti, por Ansel Guarneros

Te hice el terror. Te hice el desamor. Te hice tantas cosas, que olvidé que aún me dueles.

En agosto pasado, Leonardo oportunamente nos recordó que hay batallas que no se ganan ni con el paso del tiempo. Así, Ansel nos entregó este pedazo de prosa que parece leerse en verso: crudo, bello, tan rítmico y real. Sus letras nos llevan a ese espacio convulso, el que permanece entre el amor y el odio.

Justificaciones desordenadas, por Mariano Morales Ramírez

Tuve un amor que después de un par de días destrocé, y siempre es dura una despedida cuando soy yo el que se quiere ir.

Una justificación desordenada es eso, precisamente. Es el pensamiento que avanza, a velocidad total y a fuego lento. Si lo lees en voz alta, quizá pienses en que dos canciones se esconden a hurtadillas entre las letras, canciones que tú fabricas. Justificaciones desordenadas es el miedo que se le tiene a no saber querer y la aceptación que viene luego, es el arrepentimiento de lo que se tuvo que soltar para avanzar — y si no el arrepentimiento, al menos la remembranza — . Es sueños en pausa, es preguntarnos qué hacer bajo la luz tenue y amarilla del McDonald’s de la esquina. Es ese frío que nos cala y es dormir con la paz de haberlo expulsado… todo.

La granja de los caracoles, por Bruno Losal

Como la naturaleza es sabia y los caracoles son muy Juan Palomo, una mañana fría de invierno aparecieron unos caracolillos pequeños.

Si tienes hijos, léeselo a ellos. Si no tienes, léeselo al sobrinito, al nieto, al niño de la cuadra que pasa siempre frente a la puerta corriendo y agitado. O léelo tú y muérete de ternura. Una historia para niños y para todos nosotros: aquellos míticos adultos. Ay, resta tanto por aprender de un niño que «poco sabe».

Risas enlatadas, por 0hd

El muerto al hoyo, el vivo al baile.

En el número 65 de 100 días de escritura, 0hd nos trae prosa precisa y tan vasta como el pasillo en la foto de portada. La farsa de la despedida quiere esconderse tras la labia, lo logra para quienes gustan de ser ciegos — y ricos — .

Y un año tarde, casi dos, una mención importante:

El tiempo se nos fue volando, como a todos. Agarrándonos del más vale tarde que nunca, de verdad estrechando la frase hasta donde aguante, queremos remembrar un pedacito del 2018: Últimas Palabras por Óscar Cárdenas se publicó con nosotros en agosto de ese año; en un 2020 que finalizó una década lamentable de penas y feminicidios, escrito por el personaje que sufrió y hace sufrir, este poema nos plantea la pregunta: ¿Cuánto vale el arrepentimiento luego de la violencia? ¿Y por qué olvidamos tanto, por qué perpetuar los ciclos?

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