Escenario: Civilizaciones Andinas

Brasil In The Darkness
Brasil na escuridão
7 min readFeb 1, 2019

Por Porakê Martins | VERSIÓN EN PORTUGUÉS-BR | Traducción de Manuel Gayoso

Tercer atículo de nuestra serie que trae una propuesta de trasfondo histórico para un escenario latinoamericano de Hombre Lobo: el Apocalipsis. Puedes conseguir los demás artículos en los enlaces al final del texto.

Pero volvamos a Sudamérica, nuestro hogar. Como ya he dicho, fue en los Andes sudamericanos donde floreció la primera ciudad de América. Tollan, sucedida por la civilización Caral, también en el altiplano andino. Sin embargo, durante los siglos posteriores a Caral, Sudamerica prosperó sin necesidad de formar grandes centros urbanos. Pocos Mokolé se aventuraron en el alitplano desde que Kukulcán había decidido sumergirse en las profundidades de la Umbra con Tollan. Pero las evidencias arqueológicas y las historias compartidas por las Bête andinas nos ayudan a construir un escenario general.

Sabemos que correspondió a la cultura Chavín, en el extremo sur de lo que hoy se conoce como Perú, recuperar el legado de Caral. Fue debido a la interferencia de una orden de poderosos hechiceros humanos conocidos como Sapan Intiq Churin y a una rama de los Bastet Olioiuqui que insistió en permanecer en sus tierras ancestrales, sobreviviendo durante siglos entre los pequeños asentamientos de campesinos dispersos en los valles entre las montañas andinas, contando con el auxilio discreto de las Capacocha, las momias sudamericanas y de los Ananasi Tenere.

Como ya he dicho, fue la traición de Supay, el Bastet también conocido como Tezcatlipoca, lo que provocó la caída de Tollan. Así, desde Caral, durante mucho tiempo fueron los Pumonca, y no los jaguares, los que dominaron los Andes, contando con el apoyo de los sabios, raros y antiguos Gurahl andinos y con las bendiciones de Serpiente y de Cóndor, dos de los Tótems más poderosos de la zona.

Los Chavín desarrollaron el cultivo del maíz y la patata, dominaron la domesticación de las llamas y crearon técnicas de metalurgia y tejido para dar base a su desarrollo, pero finalmente fueron superados y absorbidos por otras culturas que asimilaron sus conquistas tecnológicas. Todo eso impulsó un gran florecimiento de civilizaciones urbanas andinas como Moches, Nazca, Tiahuanaco, Chimúes, Chinchas, Incas y otros muchos.

La civilización Nazca fue especialmente influenciada por las Ananasi Tenere, legando a las civilizaciones posteriores importantes conquistas tecnológicas como acueductos, canales y pozos que llevaban agua y agricultura a las regiones desérticas del altiplano andino. Los Nazca son recordados hasta hoy por sus inmensos geoglifos, que pueden ser vistos a distancia y desde grandes alturas, y que pesar de intrigar a los humanos ignorntes propensos a las teorías de la conspiración, representan un recuerdo claro grabado en el suelo del desierto para los antiguos enemigos de las Ananasi, los Córax, que dice: ¡Manteneos apartados!

Se dice que los primeros Córax surgieron en Sudamérica, mucho antes incluso de que los hijos de Lobo cruzaran el Estrecho de Bering. Estos primeros Corax eran de tantos colores como los de las aves sudamericanas, pero por alguna razón desconocida se enfrentaron en una guerra contra las Ananasi, lo que los llevó al borde de la extinción. Las Ananasi son oponentes terribles y ya se encontraban aquí incluso antes de la Era de los Reyes. Los Córax originales casi fueron extinguidos después de que sufrieran los efectos de una maldición que lanzaron sobre ellos los poderosos hechiceros Ananasi, una maldición que no permitía que ningún Huevo Fetiche fuese incubado en Ambalasokei. Al final los Córax se vieron oblgiados a dispersarse por los cuatro rincones de la Tierra, perdiendo el contacto con sus tierras ancestrales. Dicen que debido al luto por sus hermanos perdidos todos los Córax exhiben plumas negras desde hace mucho tiempo. Hasta hace poco ningún Córax parecía capaz de recordar porque no había cuervos en América Central y del Sur. Sólo muy recientemente los Huevos Fetiche volvieron a ser incubados en estas tierras, después de que una heroína Córax de linaje africano pusiera fin a la antigua maldición.

Fue también entre las civilizaciones andinas que criaturas extremadamente discretas y sabias, conocidas como las Capacocha, prosperaron. Las Capacocha, las momias sudamericanas, fueron creadas a partir de un antiguo ritual desarrollado por los sacerdotes Chinchorro en las cercanías del desierto de Atacama, donde hoy se encuentra Chile, hace unos siete mil años, mucho antes que las más antiguas momias egipcias. Estas poderosas criaturas contribuyeron a la prosperidad de las grandes civilizaciones urbanas andinas, pero nada dura para siempre, y con el paso de los siglos, las guerras habituales entre las diferentes civilizaciones nativas se intensificaron con la llegada de los Demonios de Sangre Tlacique y de otros vampiros, llegados desde el decadente Imperio Maya de América Central o surgidos desde las profundidades de la selva. Estas criaturas sedujeron y corrompieron a los Sapan Intiq Churin, hechiceros bajo la tutela de las Capacocha. Víctimas de su propia vanidad, estos poderosos humanos arrastraron la zona hacia conflictos cada vez más violentos, ofreciendo sacrificios de sangre para dioses tan malignos como sedientos.

Siguiendo el rastro de los Demonios de Sangre, muchos Bastet Olioiuqui regresaron a los Andes y se unieron a los pocos miembros de su tribu que permanecían en el lugar, pacíficamente bajo el dominio de los Pumonca. Los que regresaron se habían exiliado a América Central desde la caída de Tollan, y habían perfeccionado el arte de la guerra en el antiguo Imperio Maya, así que rápidamente reclamaron los dominios donde durnate miles de años habían reinado sus hermanos Pumonca.

Los pumas eran más sabios que guerreros, así que ofrecieron poca resistencia a las pretensiones de los jaguares recién llegados. Aún hoy los descendientes de esos jaguares se consideran los señores de los Andes y de toda Sudamérica, pero los registros arqueológicos demuestran que los pueblos andinos del pasado honraban mucho más al discreto puma que al orgulloso jaguar. Aislados y decididos, los Gurahl andinos jamás dejaron de reconocer a los Pumonca como legítimos señores de los Andes y se mantuvieron distantes de los guerreros jaguar, considerándolos demasiado ambiciosos e inestables. Pero los Olioiuqui encontraron aliados poderosos entre las Capacocha.

El poderoso apoyo de las Momias hizo que pareciera que la victoria se encontraba al alcance de los Bastet Olioiuqui, que trataban de guiar a la joven nobleza inca hacia su propia visión de la grandeza, estableciendo un nuevo y gran imperio. Los guerreros jaguar tuviero éxito invadiendo y destruyendo uno tras otro muchos de los refugios de los poderosos Demonios de Sangre y Tiwantinsuyu, el Imperio Inca, prosperó. Pero entonces se produjo la muerte de Huayna Cápac, el último Gran Inca, y con ella llegó la guerra por la sucesión entre sus dos hijos, la Guerra de los Dos Hermanos, que debilitó todavía más cualquier posibilidad de resistencia ante los colonizadores europeos recién llegados. Entonces llegó Francisco Pizarro al frente de una horda de Extranjeros del Wyrm que lo seguían, diseminando enfermedades, maldiciones y destruyendo los pueblos locales. Y el Imperio Inca fue conquistado por los extranjeros, más o menos al mismo tiempo que al norte ocurría lo mismo con el Imperio Azteca.

Por más grandiosa que hubiera sido, al igual que Tollan Tiwantinsuyu cayó y su caída es lamentada hasta hoy por los descendientes de los antiguos Olioiuqui, que se enorgullecían de la supuesta superioridad de sus ciudades y de su poderoso imperio en Sudamérica. De nuevo habían experimentado la “grandeza” sólo para digerir su derrota más amarga y verse obligados a unir fuerzas con sus hermanos y antiguos rivales, los salvajes Hovitl Qua, los jaguares de las profundidades de la selva, sólo para tener la oportunidad de sobrevivir y luchar en nuevas batallas. Así se formó la tribu Balam.

La memoria de las montañas

El sabio Killa p’unchay, Kojubat Gurahl de los Guardianes de la Montaña de los Andes, reflexiona sobre las historias antiguas de su pueblo:

Sé que somos pocos y modestos en comparación con los grandes osos del norte, pero nuestro linaje es antiguo y nuestras historias se remontan a eras olvidadas. En este lugar el frío desanima la presencia de los Mokolé, ellos prefieren las llanuras pantanosas y cálidas del este. En su ausencia nos corresponde a nosotros cuidar de nuestra propia memoria. Y como las piedras, nosotros somos la memoria de las montañas.

Las historias más antiguas nos hablan de cómo nuestros ancestros compartieron su secreto más sagrado con los sacerdotes Chinchorro, para que sólo los más dignos entre ellos pudieran vencer a la muerte y ayudaran a su pueblo, nuestro pueblo, a prosperar incluso en las condiciones más duras.
Y prosperaron. En posesión de ese secreto sus sucesores ganaron guerras y levantaron imperios, no siempre con sabiduría. Pero hasta ellos necesitaban afrontar el hecho de que el fin llega para todos, de una manera o de otra.

Quizás no haya sido sabio por nuestra parte compartir secretos. Tal vez existan cosas que sea mejor olvidar. Sea como fuere, el final llama a nuestra puerta. Nunca han existido tan pocos osos de anteojos. Nunca fuimos muchos, pero no tan pocos. Tal vez hayamos sellado nuestro destino intentando ayudar a nuestra Parentela. Sea como fuere, el tiempo es un río que sólo corre en una dirección. Si el fin llega para todos, mientras no llegue, solo nos queda vivir.

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