Sorpresa en el camino
Argentina: Jujuy
Al atravesar el Cerro de los 7 colores y tomar la ruta 52, oculta entre medio de delgados arbustos nos encontramos a la tímida Purmamarca, un pueblito rústico que caracteriza la región. Seguimos nuestros pasos para empezar a subir la desafiante Cuesta del Lipán, al llegar a la cima es necesario parar, ventilar y purificarse.
Me hice amigo del Norte Argentino, obviamente por turismo y algunos viajes de trabajo. Como protagonista en los salares, siempre me topaba con el mismo rival. El apunamiento, constantemente inoportuno, me noqueaba en el primer round. Aunque seguia las instrucciones de lugareños, ninguna estrategia servía para disfrutar el primer ocaso sin un dolor de cabeza, espalda y mareos. Es conveniente ser tolerante y aceptar tal sufrimiento a cambio de infinita serenidad.
La escenografía no puede ser real, es admirable, un espectáculo para contemplar. Aunque la sala no está llena, una voz en off me dice que el reparto es prometedor. Al amanecer se abre el telón y resalta la belleza árida, salpicada de algunos cactus. Desde el mediodía, los tamales y las deliciosas empanadas se apoderan del segundo acto e inundan el aire con su aroma, hasta finalizar con el te de muña muña y la sonrisa sincera de algunos lugareños. Al preceder el crepúsculo, el frío y la desolación entran en escena, todo se vuelve oscuro e inhóspito. El telón comienza a bajar, mientras a lo lejos, en la ruta, se oyen motores de vieja utilería y, al fin, el claro de luna ilumina el monte.
Quizás fue casualidad, suerte o magia. Cada vez que emprendí el regreso a mi hogar, con una sorpresa en el camino me encontré. Con sus enredadas nubes y una leve brisa, la cordillera susurro para despedirse. Y, al decir adios, una danza en el horizonte me obsequio. Aquellos días por el Norte serán inolvidables…