Al sur de las Tierras Puras, antes de la invasión de los extranjeros del Wyrm

Brasil In The Darkness
Brasil na escuridão
10 min readJan 24, 2019

Por Porakê Martins | VERSIÓN EN PORTUGUÉS-BR | Traducción de Manuel Gayoso

“Eran pardos, todos desnudos, sin cosa alguna que les cubriese sus vergüenzas. En sus manos traían arcos con sus flechas. Venían todos firmes sobre sus barcas; y Nicolau Coelho les hizo señal de que bajaran sus arcos. Y los bajaron.”

─ Pero Vaz de Caminha. Carta de descubrimiento de Brasil.

Ilustración de Alyne Leonel .

Jurandir “Niebla-sobre-la-selva”, Sol Oculto de los Mokolé-mbembe de Ambalasokei, Padre de la Nidada del Pico de la Neblina, habla a las crías:

No debería dejar de causar espanto el hecho de que incluso los pueblos latinoamericanos actuales suelan estar mucho más familiarizados con la historia y cultura del “Viejo Mundo”, o de Norteamérica, que con la historia de su propio pueblo, de sus ancestros y de las tierras en las que nacieron, viven, y, casi siempre, parecen destinados a morir.

La historia de las tierras al sur del “Nuevo Mundo”, que los colonizadores europeos apodaron el “Infierno Verde”, es una historia tan, o más, grandiosa, trágica y compleja que la que acompañó a la humanidad del otro lado del Atlántico, pero mientras esta última suele presentarse a los ciudadanos latinoamericanos enlatada con los colores vivos y atractivos de Hollywood, la primera casi siempre es ignorada con solemnidad, o por lo menos se encubre parcialmente con el silencio de la complacencia o por una densa niebla de ignorancia cultivada diligentemente sobre cimientos de prejuicios autoimpuestos.

Pues bien, ha llegado la hora de conocer finalmente esta historia a través de la mirada de quienes la han vivido. Al final, a nosotros nos corresponde la tarea de conservar la memoria del pasado. Comenzaremos por las “Grandes civilizaciones prehistóricas”, pues al fin y al cabo, el gusto contemporáneo tiende a valorar mucho más las conquistas cotidianas en los grandes centros urbanos que la pureza y sencillez de la vida en el corazón de las tierras salvajes.

Sólo después hablaremos de la belleza y los peligros ocultos en el interior de la selva y otros lugares reclamados por la Creadora, que es conocida por los Garou como el Kaos, donde diversos pueblos humanos, criaturas exóticas nacidas de sus sueños y nosotros, los Betê, convivimos durante mucho más tiempo de lo que se encuentra entre los muros de cualquier ciudad. Ahora comencemos…

La llegada de los primeros humanos

Los seres humanos no se originaron en el continente americano, cualquiera debería saberlo, siempre fueron extranjeros en estas tierras en las que Gaia prosperó durante eras sin ser molestada por los hijos de la Diseñadora (Tejedora). Durante mucho tiempo después de su llegada los primeros humanos supieron vivir en armonía relativa con la naturaleza salvaje del continente que llegaría a ser conocido como América.

Los primeros humanos llegaron del lugar conocido hoy como Asia y algunos, como los ancestros de los Garou, tanto Homínidos como Lupus, se establecieron en Norteamérica, llegados de tierras gélidas, cruzando en oleadas sucesivas de diferentes pueblos lo que los eruditos humanos llaman el Estrecho de Bering, una reliquia de una época en la que Gaia decidió en más de una ocasión vestir un manto de nieve y hielo. Nosotros no estábamos allí para contemplarlo con nuestros propios ojos, pues el Pueblo del Dragón nunca mantuvo mucha afinidad con el frío, pero aún así conocemos la historia y nuestro deber es recordar.

Entre esos pioneros, que con el tiempo migrarían cada vez más hacia el sur, nosotros también reclamamos Parentela Homínida, pues la sangre Mokolé siempre había estado presente en estas tierras entre nuestra Parentela reptiliana. Algunos de esos humanos pioneros viajaron poco a poco en dirección al sur y terminaron por dar lugar, no sólo a las tribus nativas de Norteamérica, sino también a las culturas nativas originales a lo largo de todo el continente americano. Sólo mucho después, en los días que seguirían a la llegada de los colonizadores europeos, los lobos, hijos de la Serpiente Uktena, llegarían para explorar las tierras del sur hasta los rincones de la lejana Patagonia.

Otros cruzaron el Océano Pacífico y desembarcaron directamente en Sudamérica, el pueblo conocido actualmente como los polinesios, formado por hombres y mujeres atrevidos e inigualables en el arte de surcar los mares. Traían en su sangre la herencia del continente actualmente conocido como Oceanía, y también el legado de nuestro propio pueblo, los Gumagan, y más fuerte que el de cualquier otra nación humana, el legado de nuestros aliados ancestrales, los Rokea. A nuestros exóticos hermanos, llegados en esta oleada migratoria, debemos la existencia del raro varna Teyuwasu de la rama sudamericana de la Corriente Mokolé-mbembe, pues tomaron como Parentela reptiliana a los grandes lagartos tejú de Sudamérica, evitando sabiamente los conflictos con los Mokolé locales y a partir de los Parientes humanos que habían traído consigo, dieron origen a las tribus indígenas que posteriormente serían conocidas mucho más tarde como guaraníes y aimorés en el sur y sudeste de lo que hoy es Brasil.

La tercera migración relevante, miles de años antes de la invasión europea, fue la liderada por la legendaria Sol de Medianoche, Nada-hacia-atrás, que guió a su Nidada y su Parentela humana y Bastet a través del gran océano para escapar de la furia sanguinaria de los Garou, y aquí encontraron una tierra libre de los hijos de Lobo y recuerdan con nosotros el reencuentro de dos afluentes de la Corriente Mokolé-mbembe, separados durante eras debido a la deriva continental. Aún así, la Nidada de Nada-hacia-atrás no encontró la paz, pues la guerra y las disputas territoriales entre tribus humanas y Fera locales, así como las manipulaciones de la Destructora estaban muy lejos de ser desconocidas en las “Tierras Puras”.

Tollan, la primera ciudad de América

En la mitología de las civilizaciones nativas, Tollan fue la primera ciudad de América, y quizas haya sido la primera del mundo, ¿por qué no? Gobernada por Kukulcán, la Serpiente Emplumanada, líder legendaria Mokolé que legó a los pueblos nativos de América los conocimientos de la escritura, la astronomía, la arquitectura y la agricultura que permitieron florecer las grandes civilizaciones urbanas nativas de América. Kukulcán fue reverenciada por olmecas, toltecas y mayas, reconocida por los aztecas bajo el nombre de Quetzalcoatl e incluso en los lejanos pueblos andinos del sur con el nombre de Amaru.

Tollan no debe confundirse con otras ciudades legendarias terrenales, que recibieron su nombre en homenaje, como Tula, Cholula o Teotihuacán, todas ellas inspiradas y erigidas en honor de la legendaria primera ciudad, pero que a pesar de toda la grandeza que llegaron a representar, jamás dejaron de ser sombras pálidas ante las maravillas de la verdadera Tollan.

Según el mito, Kukulcán se presentó ante los habitantes de Tollan como emisaria de los grandes espíritus, con la bendición de la civilización. Pero la Mnesis permite a algunos Mokolé sudamericanos recordar la verdad. Kukulcán fue una poderosísima Coronada que dirigió la construcción de una ciudad donde los los Mokolé, sus Parientes, los jaguares Olioiuqui y sus aliados Camazotz convivieron en armonía. Durante generaciones Tollan fue como un verdadero paraíso en la Tierra.

Pero todo lo que existe está destinado a perecer. Y un día el sombrío Kinich Ahau, Señor del Mundo Subterráneo de Xibalba, conocido por los aztecas como Tezcatlipoca y por los pueblos andinos como Supay, trajo intrigas y corrupción al pueblo y envenenó los ojos de los líderes de Tollan, poniendo fin a esa Edad Mítica y llevando a Kukulcán, decepcionada, a decidir apartarse del mundo de los hombres, sumergiéndose en las profundidades de la Umbra para esperar días menos tristes.

Entre los Mokolé latinoamericanos suele atribuirse a Kukulcán la creación de la propia tribu Bastet Olioiuqui. Se afirma que esa tribu Bastet habría surgido a partir de tres Bagheera que compartían sangre con los Mokolé y habían acompañado la migración dirigida por la legendaria Nada-hacia-atrás, cruzando el océano entre Ambalasokei y Entoban.

En las tierras que llegarían a ser conocidas como el continente americano, los descendientes de la Nidada de Nada-hacia-atrás y sus parientes humanos y Bastet se vieron obligados, debido a los continuos conflictos por el territorio y la Parentela, a remontar la cuenca del gran río Amazonas hasta los Andes peruanos, donde con ayuda de los Camazotz locales, Kukulcán fundaría Tollan y comenzaría la idea de la civilización en América, concediendo a los Olioiuqui la misión de protegerla mediante la ley y el Hakarr.

Esta versión de la historia no suele ser muy popular entre los Balam, que sólo reconocen el hecho de que hace mucho tiempo, según su forma particular de medir el tiempo, para hacer frente a la destrucción de los colonizadores europeos y frenar la masacre de sus Parientes, la tribu Balam surgió de la fusión de dos de las tribus Bastet originales, los Olioiuqui y los Hovitl Qua, que anteriormente rivalizaban entre sí por el derecho a emparejarse con los grandes jaguares sudamericanos. Para los Balam actuales el origen de sus antiguos linajes se pierde en las nieblas del pasado y debe permanecer allí, pues al fin y al cabo, la guerra en la que luchan actualmente y la sombra que se extiende en el horizonte no les deja mucho tiempo que desperdiciar en “locas especulaciones.”

Por otra parte, el declive de las civilizaciones nativas del pasado, muchas de ellas incluso antes de la llegada de los colonizadores europeos, debido a las guerras, conflictos palaciegos, desastres naturales, agotamiento de recursos y la mancha que llevó a algunas de esas culturas a volcarse en el culto de entidades sombrías e impías ligadas a la Destructora, hizo que buena parte de los Mokolé actuales recriminen la decisión de Kukulcán.

Por desgracia nuestro linaje mnemónico no conserva ese recuerdo en particular, pero el hecho de que las representaciones más antiguas del Señor de la Oscuridad, Kinich Ahau, lo presenten invariablemente con la forma de un poderoso jaguar, parecen corroborar las historias de que la caída de Tollan se debió a una traición de los Olioiuqui, lo que no contribuye para nada a presentar el tema en una conversación amistosa entre Balam y Mokolé.

La verdad, las búsquedas mnemónicas de miembros del linaje mnemónico de Kukulcán nos revelan que Kinich Ahau llevó a Tollan a profanar los antiguos rituales de sangre Camazotz y les robó el secreto para viajar entre los mundos de los vivos y los muertos. Estos acontecimientos habrían provocado el cisma entre Camazotz y hombres jaguar muchos siglos antes de la caída definitiva de los hijos de Murciélago. Atacados por el Jaguar Demoníaco y sus seguidores, los supervivientes Camazotz hicieron lo que mejor sabían, huir, en esta ocasión a las profundidades de la selva, y raramente volvieron a ser vistos.

Se especula que al retirarse del mundo físico, Kukulcán se habría llevado la propia Tollan a las profundidades de la Umbra, lo que explicaría la ausencia de registros arqueológicos directos detectables por los investigadores humanos, y esta hipótesis ya ha llevado a algunos Mokolé e incluso Balam y hechiceros humanos incautos a lanzarse en búsquedas mnemónicas o espirituales con el objetivo de desvelar antiguos secretos sobre el origen y poder de esta civilización perdida. Hasta donde se sabe, ninguna de esas búsquedas parece haber tenido éxito.

Una perspectiva Balam sobre Tollan

Mandaçaia (Vigilante-Hermoso), Bon Bhat Balam y Anfitrión del rincón más tradicionalista de Taghairm de la Amazonia occidental, la Isla de los Jaguares, en la desembocadura de la cuenca amazónica, contradice la versión de los Mokolé:

Recorrí las profundidades de la Umbra en busca de los secretos perdidos de nuestros ancestros Olioiuqui, guiado por el propio Uturunku a través del antiguo ritual de la Ayahuasca, y la verdad me fue revelada.

Amaru, aquélla a quien llaman Kukulcán, no dejó de ser un lagarto tirano, que exigía ser adorada como diosa por humanos y Killi. Supay, nuestro honorable ancestro, se atrevió a cuestionar sus pretensiones sin límites y pagó un elevado precio. Sí, Supay, reveló los secretos que le permitieron cruzar las fronteras entre el Kay Pacha y el Uku Pacha, el mundo de los vivos y el de los muertos. ¿Quién puede condenarlo por eso? ¿Acaso no fue de la propia Gaia de quien recibimos la misión de desvelar todos los secretos?

¿Quienes son nuestros detractores? ¿Los que se consideran dragones e igualmente desafían a la muerte y el ciclo extendiendo sus vidas más allá de lo que nos resulta natural, ocultando esos secretos de todos sus “hermanos”? ¡Hipócritas!

La invasión de los Extranjeros del Wyrm nos arrancó muchas de nuestras tradiciones más antiguas, que los Mokolé casi nada han hecho para devolvérnoslas. El maniqueísmo que divide toda la creación entre luz y sombra es sólo una mentira plantada en el corazón de nuestro pueblo por los colonizadores. Los secretos conquistados por Supay forman parte de un pasado glorioso que nos ha sido negado. Pero mediante la bendición de Uturunku traigo de vuelta visiones de la grandeza de ese pasado, sin las mentiras que contaminan a quienes deberían ser los “guardianes de la memoria”. ¡Un día fuimos grandes, y podemos volver a serlo!

La civilización Caral

Los restos de Tollan dieron origen a la civilización Caral, que se mantuvo aislada en la cosa andina, donde actualmente se encuentra Perú. Por lo tanto hace unos cinco mil años, al mismo tiempo que en otras grandes civilizaciones importantes del “Viejo Mundo” como la civilización egipcia, florecieron los centros urbanos de Caral, destruidos posteriormente debido a disputas internas entre su élite gobernante, antes de por lo menos 1.300 años del surgimiento de la civilización olmeca, la primera de Mesoamérica.

Algunos creen que el origen de los hechiceros inmortales conocidos como Capacocha se remonta a la cultura Caral y remite a los antiguos secretos mágicos heredados de Tollan, aunque el registro de la presencia de las Capacocha, las momias sudamericanas, entre pueblos todavía más antiguos, como los Chinchorro que dominaban técnicas de momificación miles de años antes que loe gipcios, aunque no hayan construido grandes ciudades, parezca contradecir esta teoría.

Aparentemente la magia que permitió durante milenios la resurrección de las Capacocha es todavía más antigua que la propia civilización Caral, aunque criaturas tan antiguas, como más de 7.000 años de existencia, sean realmente tan poderosas e infrecuentes que es fácil considerarlas extintas o simplemente demasiado fantásticas para existir. Sin embargo, nosotros los Mokolé recordamos la verdad.

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