Pasarla bien es un montón

Vera Ricerca
El juego del paquete
6 min readOct 23, 2019
Imagen: UNSPLASH

Siento que con Luis estoy en ese limbo de las primeras semanas de conocerse con alguien en el que ya sentís mucha confianza y al mismo tiempo todo es descubrimiento mutuo. Me gusta eso. Me gusta que haya mucho más por saber del otro y también que él ya no sea un extraño y haya anécdotas, recuerdos y frases en común.

Me subo a su auto solo sabiendo que vamos a ir a cenar pero sin saber a dónde. “Reservé en un lugar que me parece que te va a gustar mucho, así tenemos un reencuentro especial”, me dice a modo de disculpas por estar un poco ausente por la preocupación que le generó el tema de salud de la hija.

Me encanta que no me quiera decir a dónde vamos. Me gustan las sorpresas y más aún que quiera generar un momento especial compartido.

Subo al auto y, para mi sorpresa, tiene puesto a todo volumen La ventanita. Me abraza fuerte, nos besamos y apenas nos separamos nuestras bocas no pueden evitar emitir cada palabra de la canción y entonarlas a los gritos mientras avanzamos hacia el misterioso restaurant. Cantamos y nos reímos.

— Puse la playlist que escuchamos con mis hijos cuando los llevo a entrenar. Ojo que me sé todos los hits de memoria eh!

— Entonces seremos un duo implacable porque yo también me sé todos estos hits de memoria!

Tengo el alma en pedazos

Ya no aguanto esta pena

Tanto tiempo sin verte

Es como una condena

Así, cuadra tras cuadra, vamos cantando uno a uno todos los éxitos de cumbia de los años 90 y 2000, con un entusiasmo y entonación envidiables.

Estaciona cerca del lago de Palermo. Bajamos del auto y vamos de la mano camino al restaurant. A los pocos pasos frena, gira hacia mí, me agarra la cintura y me da el beso más lindo del mundo, de esos que si estuviésemos en una película, la cámara giraría a nuestro alrededor en una toma de 360 grados.

Un beso que detiene el tiempo y entusiasma más que las cumbias de los 90. Un beso que todos tendríamos que vivir al menos una vez en la vida.

— Tenemos una reserva a nombre de Vera y Luis.

Le dice a la mujer que nos recibe y me causa ternura y gracia escucharlo porque las reservas en general se hacen a nombre de una sola persona. “Ohhh, para él ya somos uno!” interpreta mi corazón y mi cabeza le tira de las orejas para que no diga pavadas y vuelva a la realidad.

— Me encanta el lugar!

— Que bueno que te guste. Sé que te encantaría ir a Japón y esto no es lo mismo que viajar pero al menos vamos a comer rica comida japonesa.

— Gracias, -le digo y pone su mano sobre la mía para acariciarme.

Todo nos tienta en el menú así que pedimos varios platos para compartir y un vino blanco con el que brindamos primero “por los reencuentros” y después ya por cualquier pavada.

Le pregunto por la hija y me dice que sigue preocupado. Que todavía no encuentran el motivo de la presión alta pero que ya descartaron muchas enfermedades de gravedad así que eso lo tranquiliza.

— Con tu ex no quisieron tener hijos?,- me sorprende con la pregunta mientras como un cuadradito de salmón con una fruta exótica encima.

— No. Yo no quise ni con él ni con otros. Él sí quiso después, está en pareja y tiene un hijo que debe tener 3 años o algo así.

— Pero cuando estaban juntos, él quería y vos no?

— No, para nada, de hecho casi nunca hablamos del tema. Yo creo que en el fondo los dos sabíamos que no éramos las personas con las que queríamos proyectar algo más. Y fue muy loco porque cuando ya estaba todo mal él un día me dijo “Yo siento que quiero tener un hijo con vos pero no me sale”.

— No me sale? Qué extraña manera de decirlo!!!

— Jaja, MUY extraña!!!! Pero bue, así eran muchas cosas con él… “no le salían”.

— Bueno, al menos se dieron cuenta que no tenían que estar más juntos y lo pudieron resolver… y ahora nosotros la podemos pasar bien juntos y conocernos!

— Totalmente. Y comer esta comida riquísima!

Brindamos una vez más, ahora por Japón y los viajes. La conversación y las caricias fluyen tan fácilmente como el vino en mi sangre.

Pedimos una degustación de postres y con cada bocado esgrimimos un mar de sinónimos elogiosos hacia los dulces que probamos. El vino ya está haciendo efecto en los dos y nuestras carcajadas así lo demuestran. Menos mal que es un restaurant japonés aporteñado porque si fuese uno de verdad, ya nos hubieran echado.

Pasarla bien es un montón. Me encanta sentir eso ahora y no estar pensando en posibles escenarios futuros en común como muchas otras veces. Hoy mi vida es este instante único de chico guapo+postres ricos+risas absurdas en un restaurant japonés frente al lago. Y eso es un montón.

— Dormimos en tu casa o en la mía?

Pregunta Luis mientras caminamos en zigzag hacia el auto y nos sostenemos mutuamente. Antes de responder, nos miramos y nos damos cuenta que ninguno de los dos puede manejar en ese estado así que decidimos dejar el auto ahí y tomar un taxi hacia mi casa.

Aún resacosos y después de intentar convencer uno al otro de que se levante a preparar el desayuno, decidimos hacerlo los dos para volver rápido a la cama con tostadas y café con leche.

A media mañana se va para buscar el auto que dejamos anoche en Palermo. Me doy cuenta que se olvidó el reloj en la mesa de luz. Le aviso y me dice que a la tarde lo pasa a buscar.

Cuando me avisa que está abajo le pregunto si va a subir.

— Ya había arreglado que en un rato viene mi hermano a casa, sino me re quedaba.

Charlamos unos minutos abrazados en la puerta. Me gusta como se están dando las cosas con él y, sobre todo, no sentir ansiedad cuando nos despedimos y no sé cuándo lo voy a volver a ver.

El domingo me levanto contenta, disfrutando de la linda sensación de estar bien cuando estoy sola y bien cuando estoy con él.

Dedico la mañana a hacerme una especie de spa hogareño con depilación, manicuría y baño de crema incluidos. Por la tarde dudo si ir a caminar o al cine, pero antes decido mandarle un mimo virtual a Luis:

Literalmente apenas envío ese último mensaje agarro la cartera y salgo de casa para ir al cine.

No sé qué pensar ni sentir. Solo se que al leer “Porfa bajá las expectativas” me dio una sensación de rechazo que no supe manejar pero no me voy a quedar en casa masticando bronca.

Prefiero que el cine me aporte, en el mejor de los casos, distracción y sino al menos un poco de claridad sobre este momento de dudoso gusto. Poner en perspectiva con un poco de distancia lo que acaba de suceder: ¿Merezco desatar la bronca que me genera el “pedido” de Luis? ¿Me molesta porque está mal o porque lo relaciono con reacciones de varios de los hombres que vinieron antes? ¿Sería bueno debatir con él el motivo de su comentario o es más sano hacerme a un lado y seguir mi camino?

Las preguntas siguen pero por suerte la luz de la sala se apaga y mi mente logra descansar casi dos horas.

A la salida sé que hay un solo destino posible para mi incertidumbre: hamburguesa con papas fritas. El solo hecho de que ingresen en mi cuerpo grasas saturadas y calorías innecesarias, renueva mi espíritu y hace que por un ratito pueda pasarla bien. Y eso es un montón.

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Soy Vera y publico esta y otras historias en mi blog El Juego del Paquete. Te invito a leerlas desde el comienzo, aquí.

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com