Pensamiento del Diseñador (I)

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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4 min readJan 11, 2024

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Oficinas de Google, Londres. Mayo 2019.

“El ser humano tiene dos orientaciones básicas: tener y ser. Tener implica adquirir y poseer cosas, incluso personas. Ser se centra en la experiencia: intercambiar, comprometerse, compartir con otra gente”.

Erich Fromm, psicólogo social y psicoanalista alemán.

El famoso, amado y también odiado Design Thinking. No es propósito de este artículo definirlo a detalle, pero su origen se remonta a una simplificación de lo que hace un diseñador, para que las personas que trabajan en empresas lo puedan entender y así buscar nuevas maneras de resolver problemas o mejorar procesos.

¿Por qué es odiado? Precisamente, esa simplificación lleva a pensar que la labor de un diseñador se limita a usar una serie de post-its, organizar talleres de tres días, crear presentaciones vendedoras y listo. Así, parece que generamos innovación y que cambiaremos el mundo.

De esta manera, cualquier persona que tome un taller de 5 días, una semana o un mes, ya se puede considerar diseñador y trabajar, o incluso liderar, áreas de innovación. ¿Es esto real?

En 2015, fui una de esas personas que tomó un taller de Design Thinking una semana. Me fascinó. Sentí que era la respuesta a muchas preguntas que tenía. Sin embargo, algo no encajaba. ¿Cómo era posible que luego de una semana ya pudiera innovar en mi empresa? ¿Qué pasaba con los diseñadores que habían estudiado cinco años? ¿Había adquirido sus habilidades en una semana? Yo estudié Ingeniería Informática. ¿Podría alguien que asistiera a un curso de programación de una semana llamarse Ingeniero? ¿O liderar un área de Sistemas en una gran empresa? Eran preguntas que en su momento me dejaban con más dudas que certezas.

El paso del tiempo, los negocios, la maestría, la consultoría, y la docencia universitaria me fueron dando respuesta a esas preguntas.

“Jonathan, ¿dónde puedo llevar cursos de Design Thinking?”, “Jonathan, ¿qué es el Human Centered Design?”, “En mi nueva empresa me lo están pidiendo como requisito”.

Con el tiempo, el Design Thinking se ha convertido en un requisito indispensable en varios puestos de trabajo. A esto, a menudo se le añade algo más: metodologías ágiles o algo más específico como Scrum. Ojo, no son, o no deberían ser, lo mismo. Tema para otro artículo.

Se ha vuelto un requisito más para conseguir trabajo. ¿Realmente un curso corto te da las herramientas para ser un diseñador? Creo que un buen curso, donde se reflexione y cuestione la realidad, sí. Un curso que ofrezca una receta, una serie de pasos para alcanzar un objetivo, creo que no.

Y ahí radica el principal cuestionamiento al Design Thinking: ¿realmente sirve? Si tomas recetas ya establecidas, terminas creando soluciones superficiales y poco sostenibles en el tiempo. ¿La consecuencia? Un desprestigio a lo que realmente puede hacer un diseñador.

Pero entonces, ¿qué hace un diseñador?

Para entender lo que hacen, es primero importante saber lo que estudian. Durante cinco años, cursan materias sobre colores, manufactura, dibujo, ergonomía, historia pero no solo eso. También están expuestos a un sinfín de proyectos, a diversas críticas de diseño (opiniones de profesores con diferentes puntos de vista), a limitaciones de tiempo para resolver problemas, y a una interacción constante en lo que hacen. Además, se les alienta a soñar, a imaginar un mejor futuro y a tener el poder de cambiarlo.

Imagina hacer eso durante 5, 6 o 7 años. Seguramente cambia tu manera de pensar, ¿verdad? Te hace ver las cosas desde otra perspectiva.

Por tales razones, los diseñadores, especialmente los enfocados en servicios o innovación — los que más conozco — desarrollan un tipo de pensamiento único, un “pensamiento de diseñador” o “pensamiento de diseño”, en inglés, Design Thinking. En mi experiencia, desarrollan diferentes habilidades, estas son las más importantes:

  • Manejan la incertidumbre. Saben que todo finalmente estará bien. Se confía, con argumentos, en el proceso, siempre cuestionando lo que se hace.
  • Tienen una manera diferente de resolver problemas. Utilizan diversas técnicas para desarrollar proyectos por etapas. Y claro, obviamente, los post-its tienen sus ventajas: resumir y comunicar un pensamiento de manera rápida y clara.
  • Escuchan siempre. Están atentos a las necesidades del negocio, del cliente, de los stakeholders y demás involucrados para analizar cómo afecta el proyecto.
  • Colaboran. Desde siempre trabajan en equipos, lo que les permite manejarlo con mayor naturalidad.
  • Son visuales. Lo que facilita la comprensión de todos los involucrados en un proyecto.
  • Hacen y mucho. No solo hablan, sino que te lo muestran y buscan sustentar sus argumentos con pruebas tangibles.
  • Proyectan una visión. Nos permiten imaginarnos un futuro deseable, lo que vendrá.
  • Son optimistas. Ante cada problema siempre plantean una solución. No se quedan esperando o quejándose.

Si puedes aprender todo lo anterior en una semana en un curso de Design Thinking, genial. Pero, en mi experiencia, es algo que se va formando y mejorando a medida que uno experimenta una mayor cantidad de proyectos de innovación. Finalmente, es una manera de pensar, y eso no se cambia de la noche a la mañana.

¿Lo mejor? Que no solo aplica al trabajo sino puedes aplicarlo a tu propia vida y aún es donde radica el real cambio. Por tal motivo, el Design Thinking está más vivo que nunca. Aún hay mucho trabajo por hacer.

¿Y tú estás realmente aplicando el Design Thinking?

Continuará…

“Hay gente con la que puedes contar para cualquier cosa y luego está la gente con la que sólo puedes contar para algunas cosas, y tienes que saber distinguir quién es quién”.

Ted Chiang, escritor de ficción estadounidense.

Publico nuevas historias, todos los miércoles y domingos. Léelas aquí.

¡Que tengas un buen día!

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