Siendo feliz

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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4 min readOct 9, 2023
Oxford Street, Londres. Octubre 2017.
Escucha aquí la historia.

“Sólo yo puedo juzgarme. Yo sé mi pasado, yo sé el motivo de mis opciones, yo sé lo que tengo dentro. Yo sé cuánto he sufrido, yo sé lo que es ser fuerte y frágil, yo y nadie más”.

Oscar Wilde, poeta y dramaturgo irlandés.

Eran las nueve de la noche cuando abordé el autobús de siempre, la N19, que siempre llegaba a la misma hora. Esta vez, el viento soplaba fuerte. Afortunadamente, mi bufanda, abrigo largo, guantes y botas me mantenían abrigado. Recordé cómo meses atrás, un momento similar me causó heridas en las manos debido a mi falta de experiencia con el frío. Pero esta vez, estaba preparado.

Pasé mi tarjeta Oyster y subí al segundo piso del autobús. Me gustaba sentarme en la parte delantera para tener una vista completa de la calle. Por supuesto, llevaba auriculares y escuchaba latin pop mientras me quitaba capas de ropa, guantes y bufanda para disfrutar del viaje.

Durante el trayecto, innumerables pensamientos inundaron mi mente. Me preguntaba sobre mi proyecto de maestría, si había alguna fiesta en mi alojamiento, si la chica que me gustaba me escribiría, si el viaje en autobús tomaría más tiempo del habitual y qué nuevas e inesperadas experiencias me depararía el futuro.

Era pura magia, no puedo describirlo de otra manera. La sensación de no saber qué depara el día siguiente, anticipando nuevas aventuras, fue lo que me impulsó a no regresar a mi vida monótona anterior a la maestría. No había vuelta atrás.

Magia pura. El tener la libertad de hacer lo que me plazca por tanto tiempo me cambió, modificó mi pensamiento, me hizo más liberal, menos convencional, más soñador y saber que todo era posible.

Durante el recorrido, observaba a personas con abrigos y bufandas regresar del trabajo, parejas que iban tomadas de la mano y personas solitarias que, con auriculares, se sumergían en su propio mundo.

Cuarenta minutos después, bajé en Russell Square y caminé feliz hacia Tesco. Necesitaba comprar leche de almendras con chocolate, pan integral y avena.

Me dirigí al autoservicio y pagué con mi tarjeta que tenía mi rostro impreso. Listo, era hora de volver a casa.

Residencia Goodenogh College, Londres. Agosto 2019.

Cinco minutos después, llegué a la residencia de mis sueños. Recordé todas las experiencias vividas allí. Recordé la vez que conocí a la chica del bar, gran historia. O la vez que fui a la fiesta latina y por fin la conocí. O aquella vez donde la chica de la que me enamoraría, se quedó sin llave y se tuvo que quedar a dormir en mi habitación. O quizás aquella vez donde quedé en ropa interior a las afueras de mi cuarto.

Sonreí ante los recuerdos. Pasé mi tarjeta tres veces antes de entrar a mi habitación y dejé mis cosas antes de caer en mi cama.

¡Qué increíble! Pensé en todas las historias que habían marcado mi vida en ese lugar. Historias que siempre recordaría, experiencias que me hicieron sentir vivo.

Hoy en día, me pregunto si debería revivir esas experiencias. Me planteo qué ha pasado con las aventuras, los sueños y la emoción de no saber qué depara el día siguiente. Siento que, por esa razón, comencé a viajar y explorar, para vivir sin saber qué vendría después.

En Lima, no tengo la misma sensación. Aunque comienzo a experimentar diferentes sensaciones y experiencias, algo dentro de mí no se siente bien. Lo he sentido desde que regresé. Algo me empuja y me guía a seguir moviéndome.

Alguien me dijo una vez que yo era “el problema”, no el entorno. Quizás tenía razón, pero para descubrir quién soy o qué necesito, es posible que deba seguir en movimiento.

Siento que, una vez más, todo está llegando a su límite. Cada vez que paso más de dos meses aquí, lo siento. Y siento que el universo me está enviando señales, no se cansa. Es sabio, es mágico. Supera nuestro entendimiento, y con las últimas experiencias, quizás me esté diciendo algo.

Una de las cosas que más me ha costado, es la manera de pensar o vivir la vida de las personas de mi entorno. Es tradicional, conservador y suele tender a lo negativo o realista como le llaman a veces. No es malo, pero siento que no estoy en la misma vibración. Siento que no encajo.

¿Debo seguir adelante por mi cuenta? Es una pregunta que siempre me he hecho. No lo sé, pero siento que debo seguir moviéndome y explorar el mundo. ¿Es escapar? ¿Es explorar? ¿Qué me falta? No lo sé, pero quizás no necesite racionalizarlo y simplemente sentirlo.

En cualquier caso, puedo decir que lo he intentado. ¿Mi esperanza? Sentir la misma calma y emoción que experimenté cuando estaba sentado en el autobús en Londres. Esa calma que hace soñar, esa inspiración que da energías.

¿O será que nunca volverá? ¿Será que debo olvidar el pasado? ¿Qué sucederá? Veremos.

“El suelo parecía maravillosamente sólido. Era consolador saber que me había caído y que no podía caer más abajo”.

Sylvia Plath, poeta y novelista estadounidense.

Publico nuevas historias, todos los miércoles y domingos. Léelas aquí.

¡Que tengas un buen día!

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