Mis deseos asiáticos

Los siete abrir y cerrar de ojos más deseados

David Fuentes
Siguiendo a Marco Polo

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Vuelvo a mis deseos, a mis instantes viajeros que aún me quedan por vivir, como continuación de “Mis anhelos americanos” y del superéxito “Mis sueños europeos” y como tercer artículo de la colección. Así que ya sabéis de qué va esto: si pudiera cerrar los ojos y al volverlos a abrir estar en una situación exacta, en un momento preciso, y en un contexto particular, ¿cuáles serían mis siete más deseadas (en Asia)? Recordad que siempre se trata de momentos que me quedan por vivir, así que si ya estuve, no lo encontraréis en esta lista, lo cual hace que esta lista tenga mucho más mérito, pues como ya habréis podido averiguar por mis artículos, o sobre todo si me conocéis, conozco Asia bastante a fondo.

Siete: Imaginar

cómo sería la vida en Bam, en Irán, hace apenas diez años (antes de que el gran terremoto de 2003 obligase a casi toda su población a emigrar, y destruyese la increíble ciudadela de barro), mientras ahora me limito a pasear entre ruinas de lo que otrora fue, probablemente, la más magnífica de las ciudadelas de Asia central, hoy vacía de turistas y casi de habitantes.

Bam citadel, by Arlam Zwegers

Seis: Intuir

la figura del Tesoro de Petra, de noche, sólo alumbrada por los cientos de velas depositadas en el suelo, y luego, explorar, también con la poca iluminación de las velas, los intrincados caminos de esta ciudad milenaria. Quizás el más típico de estos deseos, pero es que Petra, es probablemente, el único de los lugares “típicos” de Asia que no conozco.

The Treasury at Night, by Marie and Alistair Knock

Cinco: Descubrir

algunas de las especies más insólitas del mundo submarino en Komodo, rodeado de tiburones o mantas, en un archipiélago que, sólo detrás de las Galápagos, es el segundo lugar de mundo que más biodiversidad animal alberga.

Liam Clancy

Cuatro: Saltar

directamente al agua, desde la cubierta de una barcaza de las que llegan a la laguna de Kayangan, en el archipiélago de Palawan, en las islas Filipinas, salir del agua y dar un paseo por los frágiles puentes de madera que la rodean; y ya si eso, luego descansar.

Island Hopping, by Christian Ronnel

Tres: Sorber

un plato de noodles en la cafetería con una de las vistas más espectaculares del mundo, última parada en el camino hasta el monasterio de Taktshang, al oeste de Bhután; país complicado donde los haya, y quizás por eso, como país itself, el que más me atraiga de todo el continente. Llevadme pronto.

Tiger’s nest, by Richard Furlong

Dos: Surcar

las orillas del lago Yamdrok-Tso, según se contaba en mi bien descrita aventura “El lugar prohibido”, sabiendo que en poco rato, quizás algo más de una hora, y tras cinco días a mis espaldas, estaría a punto de pararme delante del gran Palacio de Potala, sede espiritual y del gobierno tibetano, ahora en el exilio.

Potala Palace, by Gunther Hagleitner

Uno: Pedalear

por todos y cada uno de los 1.300 puntos kilométricos entre Islamabad y Kashgar, que consituyen la Karakoram Highway que aborda el cruce entre Pakistán y China por el paso de Khunjerab, antiguo paso imprescindible en la Ruta de la Seda. Y si no es pedalear, con recorrerlo en moto también me valdría.

Finally some downhill, by Olivier de Paolis

Y tras esta entrega, ya sólo me falta uno, volveré pronto con “Mis quimeras africanas”, ya en fase de diseño.

Espero que os haya gustado, y espero que si os gustó, lo compartáis ☺

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David Fuentes
Siguiendo a Marco Polo

Pachorro, viajero, despistado, Molone, pensador, ingeniero, coherente, baterista, madrileño, cervecero, rayista, seriéfilo, comidista, chanante y submarinista.