Venezuela, el petroestado

Eduardo Medina
5 min readJan 31, 2015

--

Según los diccionarios, la resaca, también conocida como ratón en Venezuela, se define como «el malestar que padece al despertar quien ha bebido alcohol en exceso». Después de leerme Blogging the revolution, de Francisco Toro y compañía, se me hace más claro entender a que se refería Hausmann al decir que Venezuela está enratonada, una sociedad drogada con hidrocarburo y gasolina, sufriendo las consecuencias de acciones tomadas en el pasado.

La obra mencionada es una recopilación de entradas del nutrido blog de Caracas Chronicles, que sin duda ofrece argumentos que ponen a cualquiera a pensar. Una de esas entradas, que sirve de introducción al libro, se basa en la idea de que no se puede entender lo que está ocurriendo en Venezuela actualmente sin un mínimo entendimiento sobre la política económica de un estado petrolero — petroestado — como lo es Venezuela:

Venezuela es un lugar como pocos en la tierra, un país pobre con instituciones aun más pobres, y sin embargo bendecido con riquezas extraordinarias que emanan del suelo. De vez en cuando, cuando el petróleo se vende a un precio alto, vivimos en una «ilusión de harmonía» — como lo calificaron personas mucho más inteligentes que nosotros. Esta ilusión, o más bien la memoria de ella, permea el alma venezolana tanto como el legado de Simon Bolivar. Los periodos de prosperidad relativa, la mayoría de ella no merecida, nos hace pensar a muchos que nuestra nación es rica cuando, de hecho, no lo es.

Reventón del pozo Barroso

¿Pero qué es un petroestado exactamente? ¿Cómo se describe esa situación en la cual vive la sociedad venezolana? Francisco Toro lo explica con una historia de un grupo de basquetbolistas de Cabimas en 1996. Anhelaban jugar basquet, pero nunca habían tenido los recursos necesarios para construir una cancha, inscribirse en una liga, o comprarse el calzado apropiado. Uno de ellos, sin embargo, tenia un tío que era miembro del partido político Acción Democrática y trabajaba con el organizador de la urbanización, que a su vez conocía al alcalde de Cabimas, quien podía ayudarlos si aportaban a la causa adeca. El alcalde de Cabimas trabajaba para el gobernador de Zulia, quien tenia como jefe quizás a un político del comité ejecutivo nacional. Y esa persona, consecuentemente, seguía ordenes del secretario general del partido o del presidente. En síntesis: una cadena de clientelismo que se extendía desde una canchita de basquet en Cabimas hasta el palacio presidencial en Caracas.

El petroestado es un mecanismo que convierte dinero petrolero en poder político -o, más precisamente, control del dinero proveniente de la industria petrolera en control del estado — en un ciclo que se perpetua por sí mismo. Esa estructura básica y con forma de pirámide — que describen con la historia de los basquetbolistas — fue replicada por todo el país y en cada lugar imaginablemente posible, desde proyectos de infraestructura multi-billinoarios hasta en cosas tan sencillas como la cancha de basquet de una urbanización. Ese sistema, básicamente, fue el que Hugo Chavez fue electo para desmantelar.

En la introducción del libro exponen las bases del estado mental de la sociedad de un petroestado. Explican que en un país subdesarrollado típico, el principal problema político es el problema de la producción: como generar suficiente riqueza para sacar a la nación de la pobreza. En un petroestado, sin embargo, la producción no es visto como un problema. La riqueza simplemente se encuentra ahí, todo lo que hay que hacer es extraerla del suelo. En el petroestado venezolano el problema viene a ser el de distribución, cómo esparcir esa riqueza que se da por contada de la mejor manera posible. Se establece que esa singular situación tiene un efecto en la mentalidad del país: el éxito no depende del sudor de tu trabajo, ni en tu capacidad de producir riquezas, sino el las conexiones, en las palancas, en tu habilidad de aprovechar la lluvia de petrodólares. A los panas de Cabimas no les cabía la menor duda de que era responsabilidad del estado que les construyeran una cancha. La mentalidad principal de la mayoría de los venezolanos en la sociedad del petroestado es que el gobierno tiene tanto dinero que puede, y debe, repartir esas ganancias acorde a la necesidad y deseo de la sociedad entera. Según ese modelo mental del petroestado para eso es que sirve el estado, y los gobiernos serán juzgados por qué tan bien repartan y cumplan su promesa.

Y lo maravilloso es que, por un tiempo, la cuestión si funcionó, o pareció haber funcionado. Habían elecciones cada 5 años, donde los dos partidos políticos principales del país se alternaban el mando pacíficamente. Venezuela era un isla de democracia y estabilidad en un continente acechado por insurgentes marxistas y generales especializados en golpes de estado. Pero desde luego, el señor Toro nos recuerda que no duró mucho tiempo, y Venezuela pasó a ser otro república sudamericana tratando de encontrar su rumbo democrático.

Venezuela es desde entonces un país en crecimiento sin desarrollo, en decadencia. Son varias las razones de por que el clientelismo de antes se transformó monstruosamente en la locura de hoy, siendo la corrupción la típica razón a la cual se suele atribuir. Pero en el escrito Toro opina que la verdad es más compleja y menos satisfactoria moralmente. Explica que es una combinación de la volatilidad del precio del petróleo con una terrible gerencia, y un poco de causas demográficas.

Cada boom petrolero hizo pensar a los políticos que la fiesta de los precios altos iba a durar para siempre. Y cuando los precios decaían, bueno, ese es el despertar al que alude la palabra resaca. Han habido varias borracheras y, ligado a eso, varios ratones. Se argumenta, además, que los efectos más destructivos de la conducta del petroestado fueron culturales en vez de económicos: que la masiva entrada de petrodólares en los sesenta cambio la moral publica de país, que solo un pendejo dejaría pasar las oportunidad de una fortuna rápida y sin mucho sudar. Se concluye que ya para el final de los ochenta el modelo del petroestado se había echado a perder irreversiblemente, que el sistema político fue dominado por la ideología de amasar más y más poder, de llegar más arriba en la pirámide del clientelismo para gozar de los beneficios más lucrativos. Era preciso que surgiera una idea nueva del estado y la sociedad, y de la relación entre los dos — y se fracasó. Toro culmina mencionando que ese fracaso es la razón por la cual el chavismo llega al poder. Yo agrego que sigue siendo preciso la necesidad de nueva relación estado-sociedad.

Puedes leer el ensayo completo de esta sección específica del libro en la versión original en ingles o en la versión traducida al castellano. Además puedes acompañar esta lectura con otras entradas que surgen de Blogging the revolution sobre el sembrar del petróleo y la historia de Noruega y Venezuela.

--

--