Mis quimeras africanas

Los siete abrir y cerrar de ojos más deseados

David Fuentes
Donde nació todo

--

Vuelvo a mis deseos, a mis instantes viajeros que aún me quedan por vivir, como continuación de “Mis anhelos americanos” y del superéxito “Mis sueños europeos” y como cuarto y último artículo de esta colección de listas. Así que ya no hay duda sobre qué va esto: si pudiera cerrar los ojos y al volverlos a abrir estar en una situación exacta, en un momento preciso, y en un contexto particular, ¿cuáles serían mis siete más deseadas (en África)?

Siete: Observar

detenidamente, sentado en la distancia, el ajetreo de los puestos del mercado semanal al pie de la Gran Mezquita de Djenné, en el sur de Mali y pensar que en pocas horas comenzaré una aventura para atravesar el País Dogón y conocer a sus gentes, e intentar llenarme de sus estilos de vida, sus ritos y sus creencias, quizás de las más primarias de todo África occidental.

Djenné mud mosque and market, by Carsten ten Brink

Seis: Intentar

vivir como uno más, hasta que (ójala) me aceptasen como uno de ellos, alguna de las tribus neolíticas del valle del Omo, al sur de Etiopía; dejar la vida moderna y ajetreada a un lado y volver a la humanidad más auténtica durante unos días, participar de sus celebraciones y disfrutar de nuestras diferencias.

Ethiopian tribes, Karo, by, Dietmar Temps

Cinco: Patear

cada esquina de la reserva del Tsingy, en Bemaraha, en el corazón de Madagascar, alucinar buenos pepinillos con las extrañas formaciones, y salturrear de roca en roca balancendo mi cuerpo entre los abismos. Seguir incansable al guía local que me lleve hasta allí y pedirle dar otra vueltecilla antes de volver.

Tsingy de Bemaraha, by Ralph Kränzlein

Cuatro: Esperar

cámara en mano, a que caiga el Sol sobre el horizonte tras alguna de las extrañas formaciones del Desierto Blanco de Farafra, en el Egipto más auténtico y menos visitado, huyendo de las muchedumbres que inundan las orillas del Nilo y disfrutar de la tranquilidad mientras, una a una, aparecen las estrellas.

Farafra, by Walidhassanein

Tres: Permanecer

en el más absoluto silencio, con la mayor cautela que uno puede tener, para cruzar la mirada con una cría de gorila y así no asustarla, tras haber caminado desde antes del amanecer por las montañas de Virunga, en Rwanda. Y a la vez, probablemente estar bastante acojonado por si alguno de sus mayores decide tomar posición amenazadora hacia nosotros.

Baby mountain gorilla, by Bradford Duplisea

Dos: Emular

a un guerrero Maasai y caminar por el borde de la caldera del Ngorongoro, una de las reservas naturales más importantes de Tanzania, tras haber disfrutado de un Safari (en 4x4, mucho más seguro que a pie, dónde va a parar) por el interior de la misma. Y si la suerte lo permite, cruzarme con alguna familia tribal en el mismo menester.

Ngorongoro Zebras, by Harsh

Uno: Sortear

las fumatas y charcos hirvientes en el infierno volcánico de Dallol, en lo más profundo de la depresión de Danakil, en Etiopía, en busca de suelo firme donde apostarme y llenar hasta arriba la memoria de mi cámara. Dejar que un local me dirija de piedra en piedra y después, seguirlo hasta la caldera hirviente del Erta Ale, a pocos kilómetros de allí.

Dallol, by VirginieVV

Ésta ha sido la última entrega de mis deseos, de mis sueños, de mis instantes viajeros más anhelados. Espero que todas ellas os hayan gustado y os hayan transmitido ganas de viajar, o posibilidad de recordar algunos de los momentos que (si habéis sido más afortunados que yo) hayáis vivido antes.

¡Hasta la próxima!

--

--

David Fuentes
Donde nació todo

Pachorro, viajero, despistado, Molone, pensador, ingeniero, coherente, baterista, madrileño, cervecero, rayista, seriéfilo, comidista, chanante y submarinista.