Hasta el infinito… y más allá?

Vera Ricerca
El juego del paquete
4 min readJun 21, 2017
Imagen de autoría propia

Es domingo y estoy sentada en el asiento de atrás del auto de mamá y papá. Acabamos de comer como si no hubiera un mañana: chorizo, morcilla, provoleta, ojo de bife, bondiola, papas fritas y, claro, gaseosa light (atrás azúcares!, no nos ganarán!).

Entre bocado y bocado se tocaron temas dignos de un programa de televisión de interés general en horario central: repasamos las normas del ballotage electoral, debatimos cuántos huevos lleva un flan y cómo se hace para que tenga agujeritos, recordamos el gangman style y analizamos por qué se volvió viral (papá, sentado, hizo el pasito tipo cabalgata con el cuchillo y el tenedor en las manos) y nos dimos cuenta que no conocemos a nadie que haya ido a Corea. Además ahondamos en detalles varios sobre la vida de Javi, mi hermano, principalmente en la descripción minuciosa que hizo mamá sobre una campera con interior de corderito que él se compró y le mostró ayer por Skype. Papá escuchó los primeros diez minutos del relato y los últimos cinco se tildó mirando la pantalla en la que transmitían algún partido de futbol de la primera B o C.

Cuando voy atrás de ellos en el auto siempre tengo la misma sensación dicotómica: por un lado me siento cómoda, protegida y despreocupada como si volviera a tener quince años, y al mismo tiempo se vuelve visible la realidad de que yo no tengo mi propia familia (o al menos pareja!), no voy adelante y es un poco frustrante.

Después de nuestra salida a sacar fotos y no-besarnos, el Hombre Infinito brilló por su ausencia y yo, que parece que últimamente brillo por mi debilidad, le escribí para ver en qué andaba. Crease o no, un ping pong de histeriqueos varios logró algo sin precendentes: me invitó a comer a su casa.

Otra vez, ahí con él y por un par de horas, fui feliz.

Cuando nos vemos todo es fácil, divertido, placentero y movilizante; ingredientes perfectos que cualquier cita con alguien que te gusta mucho debería tener. Pero esos momentos con él son tan esporádicos que un gran porcentaje del disfrute se evapora en las largas esperas entre el anterior y el siguiente.

Fue lindo descubrir su faceta de anfitrión: super ocupado en que yo esté cómoda, en hacer un trago que me guste, poner musiquita linda todo el tiempo y, sobre todo, besarme el cuello en el momento justo. La pasamos bien juntos y eso lo tengo claro. No sólo lo siento sino que lo hemos hablado. Qué significa para él eso o qué valor le da es lo que me resulta totalmente dudoso.

Llego a casa y le escribo a Javi. Por suerte nuestra charla va más allá de su nueva campera con corderito:

Y si me voy en serio?. Mamá me va a llenar de regalos para mi hermano y va a querer que le lleve las galletitas con chips de chocolate que ella le cocina cada vez que viene y a él taaanto le gustan (No-te-quejes,-Verita-que-a-vos-no-te-las-hace-nunca-pero-te-rellena-de-parrillada-todos-los-domingos).

A Yeye no le voy a decir a dónde me voy para que no me pida que le traiga delineador líquido de no se qué marca y el body splash sabor a melón que le pide a cada uno de los que van a cualquier lugar con free shop de por medio.

Y al Hombre Infinito,… le tendría que avisar si me voy? Le importará? Y si aprovecho y le digo TODO lo que tengo ganas de decirle, tipo catarsis desaforada, segundos antes de subir al avión? (Aaaay-elllllaaaaa!!!,-flasheó-novela-superproducción-brasileña-con-el-galán-que-corre-buscándola-por-el-aeropuerto-y-atraviesa-la-manga-hasta-el-avión-gritando-su-nombre-e-implorándole-que-no-se-vaya).

Leé la primera parte del Hombre Infinito acá
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Leé la quinta parte del Hombre Infinito
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¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com