¿Te hablo o me hablas?

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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5 min readSep 26, 2021
Exposición de Joan Cornellà. Lower Claptop, Londres - abril 2019.

“Mucha gente nunca toma la iniciativa porque nadie se lo dijo”.

Banksy, artista callejero inglés.

¿Cuándo fue la última vez que pasamos por una situación de duda? Situación donde no sabíamos si hablarle o no a esa persona que nos atraía. ¿Solemos tomar la iniciativa o esperar? Quizás hasta justificamos nuestra falta de acción con la frase: “el destino no quiso que fuera hoy”. ¿Realmente fue el destino? ¿O son nuestros temores?

En el colegio, hace más de veinte años, recuerdo que me gustaba la nueva chica del otro salón, la del ‘B’. Su gran sonrisa y ojos risueños captaron mi atención desde aquel primer día.

Recuerdo ir al balcón, en cada recreo, para encontrarla ahí parada, a veces sola, contemplando el parque de al frente. Su cabello amarrado, con cola a media altura le quedaba perfecto. Y cuando llegaba con dos, realmente me impactaba.

Me la pasaba creando miles de historias y posibilidades sobre cómo podría hablarle. Cómo podría aproximarme a su mundo, y como ella entraría al mío. Cada vez que cruzábamos miradas, sentía nervios pero también satisfacción porque ella se fijaba en mí. Bueno, eso quería creer.

Las semanas pasaban y mi entusiasmo comenzaba a llegar a su límite. Realmente no sabía cómo entablar una conversación inicial, o más bien, no tuve las agallas de solo ir y decirle: “Hola, cómo estás. ¿Eres nueva no?. ¿Qué tal te parece el ‘cole’?, ¿hacemos algo a la salida?”. Claro ,ahora suena muy fácil, pero en aquel momento era totalmente diferente. Me parecía dificilísimo. Quizás evitaba ser rechazado en frente de mis amigos, que ya se habían dado cuenta de mi interés por ella.

La excusa perfecta la encontraría en uno de los tantos viajes que hacíamos a alguno de los centros campestres en Chosica. Ese día, busqué estar cerca de ella, esperando que estuviera sola para aproximarme. Una hora más tarde, noté que su mejor amiga la dejó sola. Me dije: “es ahora o nunca”.

Caminé directo hacia ella y armándome de valor, decidí emplear una de las frases más usadas cuando quieres hablar con alguien. “Hola, ¿te conozco de algún otro lado fuera del cole?”. Su cara fue de total extrañeza, al punto que casi me desanima y me voy corriendo. Atiné a decirle “porque me gustaría conocerte…”.

Sí, hoy en día, esa aproximación suena cheesy pero en aquel momento, me pareció el mejor plan. Ella sonrió y respondió con un “está bien”. Noté su risa nerviosa, lo cual me dio confianza para seguir hablando con ella. ¿Si no quisiera conversar, no se pondría nerviosa de manera positiva, cierto?, pensé.

Luego de aquel día todo cambió, nos comenzaron a molestar en el colegio, su mejor amiga hablaba conmigo y me daba mil consejos para salir con ella. Pero el entorno nos empujó tantas veces a que suceda que no se sentía natural. Parecía que no era el camino. Finalmente, decidimos no seguir adelante con el plan de conocernos más pero me dejó una experiencia que siempre recordaré.

¿Lección? Just do it. A medida que pasaban los años me iba dando cuenta que la mejor manera de lograr lo que uno quiere, es moviéndose, es haciendo. Quedarse sentado, solo pensando, sin acción, nos lleva solo a fantasear y vivir en sueños. El hacer, nos saca de ese escenario, que por más interesante que sea, la realidad es mil veces mejor.

Es así que me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si no le hubiera hablado a la chica española saliendo del bar aquel día? ¿o a la peruana en el tren en Madrid?, ¿o si no hubiera propuesto una salida usando mi bloc de notas en Londres?, ¿o si no hubiera decidido llevar a una compañera hacia su casa?, ¿o el comprar la lotería a una arquitecta? Es posible que la suerte juegue un papel muy importante pero también las decisiones de acción que pude haber tomado.

“La vida es corta, en algún momento moriremos”. Es la frase que siempre repito antes de hacer algo que me pueda parecer incómodo o no estoy seguro de hacer. En verdad me ha funcionado muy bien, y los beneficios han sobrepasado los perjuicios. Claro, ahora añado un filtro más: “Sin hacerle daño a los demás”. Así uno puede evitar correr riesgos innecesarios que luego uno pueda lamentar.

Los ejemplos antes expuestos solo son algunas veces donde suelo tomar la iniciativa. Pero existen muchos más casos donde no lo hago. Donde me quedo esperando. Es aquí donde me pregunto ¿habrán personas que pensarán en hablarme o proponer alguna actividad pero no lo hacen por diferentes motivos? ¿Qué experiencias estaré dejando de experimentar por el temor de los demás? O quizás por las dudas que puedan pasar.

Porque claro, proponer actividades es interesante pero, lo es aún más, cuando alguien te sorprende. Se disfruta más. Sobre todo en una sociedad donde se espera que el chico sea el que tome la iniciativa. Entonces si una chica lo toma, de manera casual, pienso que es algo diferente, es refrescante, encantador y que sale de lo común.

“Hola, vamos por un café o una cerveza”. ¿Me gustaría? Claro que sí, especialmente si es un día cualquiera entre semana. Soy amante de las nuevas experiencias, nuevos puntos de vista, momentos y reflexiones. Y salir con personas que justamente generan esas circunstancias. Claro, si en el pasado dije que no, algún motivo especial habré tenido. En general, soy abierto si es que la otra persona es respetuosa.

Si la conversación no fluye y no hay temas de interés, pues probablemente no sea buena idea intentarlo de nuevo pero ¿por lo menos se intentó, cierto? Uno no se quedó con la duda o con el famoso ‘qué hubiera pasado si’.

Hace poco durante mi viaje por el norte, dos personas mucho más jóvenes, en diferentes ciudades y, de maneras muy distintas, me aproximaron. Con su nivel de atrevimiento, sin temores y naturalidad, comenzaron a entablar una conversación. Me gustó, se salío de lo común.

En contraste, siento que las personas de mi entorno han parado de dejarse llevar por lo inesperado, el de buscar algo nuevo, el de proponer algo diferente. ¿Serán los hijos?, ¿las responsabilidades?, ¿el tiempo?, ¿las prioridades? Cada uno tendrá una respuesta en particular. Sin embargo, quizás es momento de proponer más, de manera divergente, y dejar de esperar tanto. Finalmente podríamos estar expuestos ante experiencias inolvidables o, por lo menos, quitarnos la duda.

¿Lista para enviar ese mensaje?

“Habla con gente con la que nadie más está hablando. ¿Quién hubiera pensado que dar un discurso en un funeral a los 12 años me presentaría a un hombre que me presentaría a mi primer contacto comercial, que me presentaría a otras personas importantes en mi vida? Eso es suerte. Eso es aleatoriedad”.

- Ben Casnocha. Autor, emprendedor e inversor estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

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