TANQUE

Rodolfo Navarrete
quiasmo
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13 min readMar 8, 2017

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No hay limpieza general en este tugurio que elimine toda la mierda que existe en los ojos de un encargado neurótico. Es Jueves, muy temprano. Día del Carnaval de Los Mártires de Carranza. El ayuntamiento bloqueó las avenidas y las calles principales; factor que golpea la salud de las ventas. Esto pone de muy mala leche a Oliver.

Cocineros, camareros y ayudantes están en las mesas conversando; juegan a las cartas en la barra como si fueran clientes. Se habían montado su pequeña fiesta, entretanto, desconecto de tanta estupidez humana. Carlos, ayudante de meseros, nos encuentra afuera. Efrén no había terminado su tercer cigarrillo.

Zarigueya, Marco… dice Oliver que todos adentro.

— A ver que se le ha ocurrido esta vez — dije.

Entramos y ahí estaban los compañeros, excepto Tanque. Generalmente, nos reúne cuando la vena de predicador da para fijar una meta en las ventas del día.

Esta vez se trataba de hacer limpieza general.

— ¡Aquí todos se creen que están en un balneario! — exclamó — ¡Y aquí vinimos a a desquitar el sueldo!

— Jefe, pero no hay nadie. Es carnaval. — replicó uno de los muchachos.

— ¿Y ESO QUÉ?

— Pues que es día feriado.

— Y SE LES PAGA EL TRIPLE POR SER DÍA FERIADO. ¿QUÉ HAY CON ESO? — vociferó.

— Pues que… igual es un error abrir el negocio.

— ¡AQUÍ EL ÚNICO ERROR QUE VEO ES QUE HAYAS NACIDO!

Todo el mundo echó a reír de forma alcahueta. Oliver es el jefe y el mundo está lleno de perros falderos.

— He, he, está loco — dijo Efrén por lo bajo.

— ¡¿ALGUIEN MÁS QUE QUIERA DECIR ALGO?!

Nadie contestó.

— ¡Bien! — continuó Oliver — Esos artefactos que ven apoyados en la puerta de almacén se llaman “Escoba” y “Trapeador”. Son un invento maravilloso junto a esa cubeta y, como pueden apreciar, hay suficientes para todos. Así que: Carlos, Benito, Cholo y Paco; divídanse el local y limpien el suelo; después limpiarán a fondo las mesas y la barra. Zarigueya y Jaime, van a limpiar toda la cocina y los mosaicos de la pared a conciencia ¡Lo quiero todo más limpio que sus podridos culos! ¡Quiero ver mi cara reflejada en esos azulejos!

— Puta madre, ahora sí nos ha jodido bien — dijo Efrén por lo bajo.

— Y por último, como dice el profeta: “Si la montaña no viene a Maona; Maona va a la montaña” . Vamos a revertir esta mierda…

Corregí el alegato de Oliver.

— Es Mahoma. Se llama Mahoma.

— ¡AH! ¡PUES TÚ Y “LA PARCA” SE LLEVAN LA MEJOR PARTE! LÁRGUENSE A VENDER MENÚS A LOS ESTABLECIMIENTOS, A LA GENTE DEL CARNAVAL, Y POBRE DE USTEDES QUE REGRESEN CON LAS MANOS VACÍAS! ¡NO LE VOY A PAGAR TRIPLE A NADIE QUE NO DESQUITE SU SUELDO!

— ¡Ufff! — dijo Efrén por lo bajo.

— Oliver, pero ¿vamos a ir a pie? Son casi las doce del día. — dijo La Parca

— ¡¿QUIERES QUE TE DE UNA MOTO?! ¡¿QUÉ CREES QUE ES ÉSTO?! ¡¿DOMINO’S PIZZA?! ¡LARGO DE AQUÍ!

La Parca y yo salimos enfadados, con dos cartas en el mandil y algunos flyers. A Jesús le decimos “La Parca” por su esmirriado físico y su semblante pálido. Lo cierto es que estaba muy preocupado por el sol, y tiene por qué. Hace 37º fuera, con sensación térmica de 39. Un día más que soleado.

Hace un par de años que Jesús consume drogas como la cocaína o el crack. Ya comienza a engancharse. Se escabulle en los descansos para echarse una zarpa en la cocina. Es extrovertido y no suele meterse con nadie, excepto cuando tiene oportunidad de torturar a todos con su horrible selección de música electrónica en los cierres de local. A veces nos cuenta anécdotas muy graciosas de lo que sucede en los raves. Alto y con las piernas largas y flacas, como un par de fideos, camina dando pequeños saltos. Es un tipo curioso “La Parca”.

— Hey, primo ¡Cómo refleja el sol en la calle! ¡Me estoy quedando ciego! ¡Putísima verga!

— Es lo que los científicos llaman luz de día, parca.

Nos estamos acercando a la muchedumbre del carnaval y, a nuestro paso, dos contenedores de basura.

— Espera un momento — dije.

Tiré todos los flyers dentro.

— ¡YEAH! ¡PRIMO! ¡Que reparta los flyers su puta madre! — dijo La Parca e hizo lo mismo que yo.

Ver toda esa gente concentrada en los desfiles ya me da pereza. No me imagino como un vendedor ambulante de comida mexicana, así que fuimos a los negocios. Fuimos a un punto de venta en la parada de Estación de Autobuses; cuando entramos dispuestos a mostrar el menú, vimos a las dos dependientas de ventanilla comiendo en refractarios. Nos miraron y una de ellas guardó su tenedor de plástico; se puso en pie y abrió la ventanilla.

— ¿Puedo ayudarles, chicos?

— No. Sólo vinimos refrescarnos un rato. — contesté.

Ella se giró y volvió a sentarse con su compañera.

— Eh, primo, aquí no vamos a vender nada.

— Me quedo en el aire acondicionado.

— Ja, ja, muy inteligente, sí señor. Yo voy a dar una vuelta por ese Bar de la esquina, que tanto vender me tiene muy deshidratado, primo, je, je, je.

Eso significa que va a drogarse.

Me senté en el sofá a hojear revistas viejas, esperando que el reloj de la pared se comiera este estúpido trabajo. Yo tan pacientemente quieto como un caracol. No hay nada más humano que sentarse en una Estación de Autobuses vacía. Sin amantes que se echen en falta antes de separarse; sin efusivas o falsas demostraciones de cariño por todas partes. Sin sentirse aturdido entre la muchedumbre y los carteristas. Hace dos minutos que se fue La Parca y comienzo a sentir confort. Los sitios despoblados serán, por siempre, los más interesantes. La gente solitaria posee mejores nociones del verdadero significado de las cosas. No hay mejor plan que no tener un plan ni responsabilidades triviales. Me gusta observar el comportamiento de la fauna yendo y viniendo, sin tener que hablar o escuchar tonterías. Prefiero quedarme en casa. Las fiestas y los trabajos me enferman. Aún estando con una mujer, necesito mi espacio para no volverme loco.

Sé cortés con la peor versión que lleves dentro. Abrázate a ti mismo con sinceridad y abrazarás un demonio; sé amable con tus pesadillas. Deja que tu mente se recueste entre algodones, deja que las horas pasen. El temperamento no pide cambios, tus cualidades estarán siempre ahí. Sé un hombre tranquilo y abraza tu más oscuro demonio. Al final, lo peor tuyo conseguirá abrazar la Belleza. Estarás dotado de gracia. Sentirás algo que traspasa la futilidad y será dulce, será hermoso dolor y belleza mezclados con exactitud para hacerte llegar a tus mejores ideas. Y serás feliz. Será, francamente, Arte. Será…

— ¡Primo!¡Despierta!¡Primo!Eh,bella durmiente¡Despierta!DespiertaDespiertaDespierta

Siento un aplauso en el rostro. Es Parca dándome bofetadas.

— ¡Pero qué coño!

— Te llaman por teléfono. ¡Te vas a cagar pa’dentro primo!

Habla muy alocado, está ojiplático. Seguro son los efectos de la piedra.

— ¿Es Oliver? — pregunté

— ¡No! ¡JAJAJAJA! Oliver no, muchacho. Es tu marido Zarigueya.

— Dile que estoy durmiendo una siesta, que nos vemos a las ocho.

— ¡JAJAJAJA!¡Más vale que contestes, primo!

Parca extendió el brazo para darme su teléfono celular.

— ¿Sí?

«Marco, es Tanque. Vino hace media hora. Está rabioso buscándote por todos lados, Oliver no puede controlarlo, dice que vengas ahora».

— ¿Pero qué coño estás contando? ¿Es una puta broma?

«Creo que sabe que te estás tirando a su novia»

— Es su exnovia

«Dice que va a matarte. Oliver no puede tranquilzarlo. Me pidió que te dijera que vayas a arreglar esto.»

— Oliver puede morir esperando.

«Tiene tu mochila»

— ¿Ese imbécil abrió mi locker?

«Lo rompió»

— ¡¿Y OLIVER NO PIENSA DESPEDIRLO?!

«Dice que vengas para hablar sobre ésto»

— No voy ni loco. Que se quede con mi mochila.

«Espera. Deja le digo.»

Me quedo 20 segundos con el teléfono

«Salió. La Parca ya le dijo dónde estás»

Miré los ojos de La Parca. Me la ha jugado.

— Eh, muy bien. Ya voy allá.

Cuelgo la llamada. La Parca se hace el idiota; yo también sé hacerlo. Le dije que hay una urgencia en el restaurante, que fuéramos hacia allá. Parca estaba contento con la idea de irnos. He pensado en una calle paralela, así no nos cruzaríamos con Tanque. Cuando llegue al local, le diré a Oliver que se meta el trabajo por el culo; recojo mi mochila y me largo a casa.

— ¡Vaya, vaya, Primo!¡Se van a armar los putazos! ¡Hace mucho que no veo unos buenos vergazos!

— ¿De qué putazos hablar, Parker?

Parker” es otra forma de llamar a La Parca. Él observa cada movimiento mío. En el camino voy pensando en mis opciones. Intento estar relajado. Al final, Oliver no es el líder que pretende ser. Los líderes como Tanque, los prehistóricos, brutos y expeditivos son diferentes a la mayoría de las personas. Se les conoce fácil, aburren, incluso puedes ver lo previsibles que son; miles de años en nuestro ADN nos alerta con señales nítidas cuando estamos en peligro. Nunca pretendas conmover a un gorila como Tanque cuando esté enfadado. Jamás estará satisfecho con nada de lo que hagas o digas. La sed del fuerte se calma con impactos y con el brote de la sangre. Comparsas disfrazados de amigos forman una corte de mamones que festejan las victorias de su castigador. La mente de estos mamíferos vive en la desmesura.

Hemos llegado. Afuera estaban Efrén y Cholo sobre una escalera, puliendo las letras de metal: un enorme “Taco Inc. & Co.” Efrén y Cholo bajaron en seguida. Todo el personal salió a verme. Efrén me explica que ya se enteró de lo que está pasando.

Al fin llegó el día en que Tanque ha sido notificado de la demanda. Está esperando juicio y es muy seguro que vuelva a terminar en la cárcel. Las cosas no pintan muy bien para él. Arderá Troya si no me largo antes.

Vuelve a sonar el teléfono de Parca.

— Primo, Tanque dice que si te vas del restaurant, irá a tu casa para acomodar otra mega putiza a ti y a tu novia.

— No sabe dónde vivo.

— Lo sabe — dijo Efrén — sacó la cartera de tu mochila y ahí lo vio todo.

— No puede estar hablando en serio.

— A este me lo entambican de nuevo — dijo Cholo — Te va a partir tu madre antes de irse al tambo.

(El “tambo” es la cárcel).

— Claro que habla en serio — dijo Efrén.

Michelle ya aguantó más de una golpiza y sigue viva. Sería injusto huir y que se llevase otra más, ella no es capaz de lastimar a nadie. Me siento enfermo. La saliva tiene un sabor extraño en la boca. Metálico, como olor a farmacia. Estos idiotas se aseguran de retenerme aquí, me rodean. Intento poner cara de malo, pero sé que es inútil. Mi cara se presta a la subestimación. Tengo la cara de niño, no van a creerme. Dentro de mí ejerce el aire del vértigo, pequeños duendes del miedo. Quiero vomitar.

Le apodan “El Tanque” porque lo mismo que mide de alto, lo mide de ancho. Es muy fuerte. Dicen que robó una tienda Oxxo a mano armada y estuvo preso 5 años. Dicen que es un hombre duro. “Tanque” es alguien que entrena, está en plena forma física; me lleva 8 años y 15 kilos de diferencia. Ojalá tuviese la opción de no pelear con él. Nadie va a dejarme salir de aquí sin hacerlo.

Seis compañeros me llevan a empujones a la salida trasera, donde suelo tomar los descansos. Efrén luce como una mosca alrededor de ellos. No puede hacer nada. Tanque está aquí. Intento proponer que hablemos civilizadamente. A los compañeros ésto les hace reír a carcajadas. La batucada del desfile estaba pasando cerca. Mis gritos no los escucharía nadie. Oliver se hace de la vista gorda. Pide que nuestros asuntos se arreglen fuera del local. Y aquí estamos. En un callejón. Tanque comenzó a vociferar mientras se quitaba la camiseta:

— ¡¿QUERÍAS SER EL HOMBRE?! ¡¿QUERÍAS TIRARTE A ESA ZORRA Y SER EL HOMBRE?!

Nos cuadramos en guardia, estoy completamente solo; nadie va a ayudarme. Tengo conmigo a seis monos con ganas de verme sangrar, haciendo de barrera para impedir que salga corriendo.

— ¡PUES AHORA VAMOS A ARREGLAR ESTO DE HOMBRE A HOMBRE!

Cuando le cuente a Michelle que estuve envuelto en una riña con Tanque va a alucinar, seguro va a asustarse… si pierdo, quizás corte conmigo; aunque a mí no me importe demasiado.

— ¡HIJO DE PUTA! ¡ME VAN A METER PRESO POR CULPA SUYA! ¡VOY A MATARLOS A LOS DOS!

Era bien sabido que Tanque no es ningún pendejo con las manos, todo el mundo sabía que es un peleador nato. Yo no creo pegar tan duro como él; pero mi mayor virtud es que siempre fui mañoso, Me concentro en lograr un buen timming, un buen cabeceo para esquivar los golpes…

y todo eso valió para una mierda.

Sentí su contundente jab en toda la cara. Nadie me había pegado antes, estoy paralizado, desearía estar muerto. Era como el jab de Muhammad Alí, ese que deslizaba su pié a pocos centímetros del mío para conectar con todo y alejarse. Yo pesaba 75 kilos y él casi 92.

Embestí contra él, cantándole mi volado izquierdo y me intentó clavar el codo derecho en la frente, a la distancia corta. No me lo comí, alcancé a reaccionar a tiempo. Después me estrelló una combinación de golpes que empezaron en mi costilla y terminaron en mi cabeza. Me pregunto si esto habría sentido Michelle. Logró golpearme la cara de nuevo, los compañeros emitían alaridos. Me siento lastimado, trataba de escapar por piernas para coger un respiro, pero los demás me empujaban de vuelta a la pelea. Nos abrimos a la calle, Cholo era el más entusiasta, tiraba puñetazos al aire y movía las piernas en forma de bicicleta, tipo Ray Leonard “Así Marco, así. Muévete así. Ja, ja, ja”. Tanque me pegó un latigazo con la derecha, directo al pómulo, quise hacerme sentir con un golpe recto de izquierda; pero no lo alcancé. Me lanza su gancho y lo esquivo, fue entonces cuando pude recetarle otro igual. Los muchachos rugieron. Nadie se lo esperaba, ni yo, ni siquiera Tanque. Pude ver su coraje en los ojos… me fintó con un golpe y se tiró encima con un tlaqueo. Caí apoyándome mal, pero supe escurrirme de él y levantarme rápido. La adrenalina hace que no me concentre en el dolor. Estoy en pie sólo por supervivencia.

Se acercó y me fintó con una patada, baje la cara y entonces me atizó un upper bien dado en la nariz. El hijo de puta me la había destrozado. Comencé a sangrar a chorros. Las cosas se ponían difíciles; lo abracé para impedir que me diera más golpes, pero me alzó en puente. Todo el mundo lo festejó. Gritaron ¡¡¡OHHH!!! ¡¡¡WOWW!! ¡¡AHH!!; dios, fue un gran movimiento. Estoy acabado.

Él está dando una exhibición brutal de cómo machacar a alguien. Me tiene a su merced. En lugar de pegarme en el suelo y acabar conmigo, se puso en pie.

— ¡¡¡LEVÁNTATE!!! ¡¡MARICÓN!!! ¡¡AÚN NO TERMINO CONTIGO!!

Me pongo en pie lentamente, mientras pienso en que los golpes tienen fundamentos mecánicos. La ecuación Masa por Velocidad al cuadrado en el boxeo utilizan tres cargas de trabajo: el propio peso, el peso del rival, y el peso del miembro que proyectamos (el brazo). Es claro que cuando lanza un jab (sin carga corporal) la velocidad es grande pero la masa (solo la extensión del brazo, antebrazo y muñeca) es muy limitada, de ahí que sea necesaria una masa crítica que produzca un resultado eficaz. Tanque me ha estado derrotando por conocer a la perfección esa ecuación en la práctica; yo estoy empezando a ser más consciente de la pelea. El miedo está quedándose atrás. Sé que estoy fuera de forma.

Después de su aparatoso upper sobre mi nariz (donde se rompió todo lo rompible), “Tanque” comenzó a utilizar los movimientos de cintura acompasando los desplazamientos. Se está luciendo. Está confiado. Dicen que podía desatarte las botas mientras intentas golpearle en la cabeza. Utiliza pasos laterales (su intención es que abra mi guardia). Estoy realmente encabronado.

Quiero joderlo. Logra pegarme otra vez. Está confiándose. Descarga puñetazos y yo me meto en corto como una sanguijuela, pero lo que él quiere es volarme la cabeza de un gancho.

Aterrizó sobre mí su ráfaga furiosa, sus puños eran como meteoros. «Soporta, soporta», me digo desde las entrañas. Con cada golpe siento que está a punto de reventar mi cerebro. Iba otra vez a por el gancho.

Por fin vi el umbral de su descuido.

Le jalé el cabello con toda mi fuerza, echando su cabeza hacia atrás y enterré mi puño de lleno en la garganta, con todo el peso de mi cuerpo. No tuve piedad. Vi como sus ojos se crisparon. Él consiguió abrirme la ceja izquierda. Algo le rompí, Tanque cayó de rodillas. Supe que todo había acabado para él. Envolvió su cuello con las manos; de su boca emite ruidos parecidos a un pedo. Se está ahogando. Me puse encima suyo y lo golpeé a placer. Él no podía gritar. Cogí una piedra y le comencé a machacar la ceja hasta que la abrí. Ojo por ojo, imbécil, hijo de puta.

Yo también me derrumbé. Me había dado una golpiza épica.

Uno de los compañeros tiene un teléfono en la mano. Di por hecho que está llamando a la ambulancia, o a la policía. ¿Porqué no lo hiciste antes? — susurré. Todos guardaron un silencio perfecto.

Zarigueya me ayudó a caminar. Pasé por en medio de todos. Esta vez nadie me bloqueó el paso. Fui por mis cosas, el restaurante estaba oscuro y vi a Oliver, iluminado por el foco central de la barra; contando dinero. Haciendo como quien no sabe de qué iba todo este mal rollo.

Él me vio batido en sangre y tomé uno de sus sobres amarillos con efectivo dentro.

— Considéralo mi finiquito. Renuncio.

Marco Salbazo.

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Rodolfo Navarrete
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Todas las historias fueron escritas por Rodolfo Navarrete quien posee los derechos de Autor. twitter @RodolfoNavarret