La calculadora de la vida

Vera Ricerca
El juego del paquete
6 min readNov 13, 2019
Imagen: GettyImages

Parece que cumplir años te obliga a hacer un balance de situación. Como si ese día fuese distinto al anterior o al siguiente. Como si hubiera una bisagra poco aceitada y ruidosa que hay que ir moviendo de a poco a fuerza de medir los cambios y los deseos de nuestra vida hasta hoy y a partir de hoy.

Ese “hoy” es mi cumpleaños número 38.

T R E I N T A Y O C H O

Una edad solo esperable para una directora de escuela, o una madre de 4 hijos o una esfinge egipcia.

O al menos eso es lo que pensaba cuando era chica y me parecía que una SEÑORA de esa edad ya habría hecho grandes cosas y, sobre todo, tendría la vida “resuelta”.

De esa fantasía infantil tengo poco y nada y quizás por eso me cuesta creer que estoy a pasitos de los cuarenta. Tengo claro que la única responsable de llegar a los 38 con poco de señora y menos de resuelto soy yo. Hay algo de azar, pero las decisiones que fui tomando a lo largo de mi vida me hacen ser esta persona en la que me voy transformando día a día: libre, feliz, tranquila, amada y activa.

Parecen palabras sacadas de una revista femenina de los ´90 pero creo que resumen bastante bien cómo me siento hoy. Lo que más me gusta es darme cuenta que pongo el foco en eso, que es lo que abunda y no en lo que falta, como eje de medición de mi realidad.

Rescato la tranquilidad que siento, no como sinónimo de aburrimiento sino como antónimo de ansiedad. Más allá de que soy un poco ansiosa en general, la ansiedad que he llegado a sentir vinculada a mis relaciones con los hombres es algo que me gustaría no volver a vivir. Sé que quizás estoy siendo utópica pero trabajo todos los días para poder dominar los factores que me llevan a sentirme así. Y con cada nueva relación trato de aplicar lo aprendido para que, pase lo que pase, el disfrute prevalezca por sobre todo.

Hoy me doy cuenta que nada tiene más valor que esa tranquilidad y que cualquier nueva relación que incorpore a mi vida tendrá que estar a la altura de las circunstancias.

Todo lo que no me suma, resta; y acá estoy con mis 38 años con la calculadora de la vida en la mano.

Por primera vez no hice ningún plan de festejos con anticipación. Esperé a ver qué tenía ganas de hacer aquí y ahora.

Mi gran día empieza comprando facturas para llevar al trabajo. Mientras estoy pagando empiezan a llegarme saludos cumpleañeros por whatsapp. Uno me llama mucho más la atención que los demás: me escribió Luís. Antes de abrirlo pienso: ¿Qué me genera? Sorpresa pero no mucho más (Hacés-bien,-Verita!-Es-el-mismo-que-solicitó-la-mengua-en-tus-expectativas-así-que-hacés-bien-en-esperar-NADA-de-él).

La verdad es que no tengo la menor idea de a qué se refiere con “Como te imaginarás mi cabeza no está de lo mejor”. ¿Se referirá a la situación de su hija (lo único particular que se me ocurre) o a que nunca estuvo bien de la cabeza y yo debería haberme dado cuenta?

Me rio sola mientras subo en el ascensor hacia la oficina. Me rio de las indefiniciones y de la volatilidad y del alivio que siento por no estar pendiente de insólitas fluctuaciones ajenas.

Y me rio de poder reirme de todo eso.

— Feliz cumpleeeeeeeeeeeeeeeeeeeee !!!!!

Apenas salgo del ascensor veo a Elo y Marce esperándome y saludándome al unísono con dos globos verdes a los que les escribieron un 3 y un 8 a cada uno con marcador negro.

Se acercan los demás y compartimos un lindo momento entre facturas y bebidas varias. Los cumpleaños son, en la oficina, la excusa perfecta para no trabajar y charlar entre compañeros de distintos sectores.

Elo me abraza de golpe para disimular que en realidad quiere decirme algo al oído:

— Che, qué onda el nuevo de recursos humanos?

Me señala a un hombre alto, morocho, con cara de bueno y sin anillo de casado. El panorama no está mal.

Parece que no disimulamos bien porque el misterioso caballero empieza a caminar hacia mí.

— Hola Vera, no nos habíamos presentado. Feliz cumpleaños. Soy Rafael, entré hace tres semanas.

Le respondo el saludo y en un abrir y cerrar de ojos, Elo desaparece.

Rafael habla pausado y en los primeros minutos de charla solo pude averiguar que vive por Belgrano y que antes trabajaba en un banco. Interrumpo el diálogo porque no para de sonarme el teléfono. Es mi mamá que quiere saber si a la noche cenamos juntos. Le confirmo que sí y cuando corto, es Marcelo el que se acerca a hablarme.

Me cuenta que está un poco mejor de ánimo y le pregunto cómo le viene yendo con las apps de citas. Por ahora no volvió a salir con nadie y está asombrado de la cantidad de mujeres que ponen en su perfil que buscan hombres sin hijos.

— Pará Marce… qué rango de edad pusiste que buscás???

— Es un poco amplio…. entre 27 y 50.

— Ah bueeeeeee, lo que venga! Bueno, está bien, tenés que distraerte y pasarla bien. Igual no me parece tan raro que una chica más chica no esté interesada en salir con hombres de más de cuarenta años con hijos.

— Si, ya se… además mi hija me mata si salgo con una de veintipico!

— Ay Marce! Primero, por experiencia te digo que, si vas a pensar en cada chica de la que ves una foto en las apps como futura novia formal… seguramente te vas a llevar bastantes desilusiones. Y por otro, tu hija va a decidir sobre tu vida sentimental???

— No, ya se, no me retes, hago lo que puedo. Mi hija es mi prioridad y no quiero hacer nada que la lastime.

— Y está perfecto! Entonces separá la vida con tu hija de las posibles chicas con las que puedas pasarla bien. Disfrutá Marce, estuviste muchos años con la misma persona, aprovechá que conociendo nueva gente también te conocés vos más.

— Te están pegando bien los 38 Verita, parecés una maestra zen, jajaja

Creo que “zen” es mucho pero sí me doy cuenta que estoy algo así como “epicureana”. Una vez leí sobre la filosofía de Epicuro y me pareció tan simple como difícil de alcanzar: su idea de una vida feliz es una vida sencilla, con sólidas amistades, pequeños placeres y alejada de tensiones innecesarias. Una vida tranquila, sin excesos. Independiente. Autónoma. Autárquica. Una vida basada en el mismo principio de la filosofía estoica: la ataraxia. La tranquilidad de ánimo. La paz de espíritu. Y toda su filosofía está enfocada a ello. Para Epicuro, el conocimiento no sirve para nada si no ayuda al hombre a ser feliz.

Hoy, recién llegada a mis 38, no estoy tan lejos de esa felicidad. La siento día a día en los pequeños grandes momentos que vivo y disfruto gracias a la mezcla perfecta entre experiencia y deseos de futuro.

Querido Epicuro, si te conociera la cara me la tatuaría en un omóplato.

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Soy Vera y publico esta y otras historias en mi blog El Juego del Paquete. Te invito a leerlas desde el comienzo, aquí.

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Vera Ricerca
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Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com