«En mi vida soñé con Europa. Pero no podía seguir en mi país»

Episodio 7: Refugiados huyendo del conflicto y la represión se enfrentan a la violencia, los secuestros y a la milicia del ISIS. Pero su mayor obstáculo podría ser las molestas políticas de Occidente.

Daniel Arbelo
17 min readNov 1, 2016

Ghost Boat 1 : 2 : 3 : 4 : 5 : 6 : 7 : 8 : 9 : 10

Refugiados eritreos orando y cantando en la iglesia ortodoxa San Michael Tewahdo de Eritrea en Roma, Italia, el 15 de noviembre de 2015.

Baraket Akefe fue uno de los afortunados. Consiguió cruzar de Libia a Italia en octubre de 2004, años antes de que hubiera una misión específica de búsqueda y rescate del Mediterráneo para ayudar a los refugiados que huyen de la persecución en África y Oriente Medio, y aún con todo esto, consiguió cruzar. Al igual que los cientos de miles que vinieron después, llegó de contrabando en un pequeño bote de madera desde Libia hasta Italia. Había alrededor de 50 eritreos a bordo.

Pasaron más de un día en el agua, pero el barco acabó llegando a su destino.

«Afortunadamente, llegamos sanos y salvos a Lampedusa», me dijo, sentado en el alza de un descolorido vestíbulo de mármol de un edificio abandonado en el corazón de Roma, que se encontraba ocupado por más de un millar de refugiados eritreos sin hogar. Al conseguir tocar suelo italiano, Baraket —que ahora tiene 35 años, de naturaleza seria y reservada— completó una ruta que en este momento es principalmente teórica.

Hoy en día nadie llega directamente. Todo el mundo es rescatado, me dijo.

Baraket Akefe, un eritreo en Italia, en la sala de un edificio ocupado por los refugiados en el centro de Roma, Italia, el 14 de noviembre de 2015.

Excepto cuando no lo son. En junio de 2014, cuando el Ghost Boat y sus 243 pasajeros desaparecieron, había un gran despliegue de buques y recursos en el Mediterráneo específicamente para realizar operaciones de búsqueda y rescate. Ese año, un promedio de más de 400 personas al día —o alrededor de 160.000 refugiados— fueron rescatados en el mar por la misión italiana Mare Nostrum.

Todavía no podemos estar seguros de que el Ghost Boat saliese de verdad de la costa de Libia. Pero, si lo hizo, teniendo en cuenta toda la atención que se le prestó a la búsqueda y rescate en el momento, ¿existe alguna remota posibilidad de que este viaje no dejase ningún tipo rastro?

TLa costa mediterránea, cerca de Ventimiglia, Italia.

Cuando Abrham dejó Libia en abril de 2014, iba apretado en la parte inferior de un pequeño barco pesquero de madera —al igual que Baraket — . En el reducido espacio debajo de la cubierta, había otras 80 o 90 personas. «Ni siquiera se puede respirar porque todo el mundo se encuentra sentado encima de tu cabeza y era asfixiante debido al calor del motor», me dijo por teléfono desde Holanda, donde reside actualmente.

En total, el barco tenía más de 250 personas a bordo. Todos ellos eran eritreos, a excepción de un puñado de sirios y el capitán, que era de Túnez.

Al igual que Baraket y decenas de miles de eritreos que han huido del país en los últimos años, Abrham huyó para escapar del reclutamiento indefinido en el servicio nacional, para darse a sí mismo la oportunidad de construir una vida. Ya había servido por más de 10 años como dentista en los hospitales militares, pero cuando su petición de ser trasladado a una administración civil fue denegada y las fuerzas de seguridad comenzaron a vigilarlo, decidió huir.

«Hice todo lo posible para permanecer en mi tierra y quedarme con mi familia... Pero tenía miedo por mi vida, razón por la que dejé a mi amada familia y mi amado país».

No quería venir a Europa, pero emprendió el peligroso viaje porque sentía que no tenía otra opción.

«En mi vida soñé con Europa», me dijo. «Pero no podía permanecer más en mi país».

Abrham escapó de Eritrea en junio de 2013 con su amigo de la infancia Gebsha. Cruzaron la frontera a Etiopía juntos, dirigieron su viaje a través de los campos de refugiados en el otro lado y luego viajaron a Jartum, Sudán.

El 19 de marzo de 2014, Abrham dejó Jartum para Libia. «Por desgracia, Gebsha comenzó el viaje más tarde», dijo Abrham.

En vez de cruzar con Abrham, Gebsha estaba entre los 243 pasajeros del Ghost Boat que desapareció el 28 de junio de 2014. El primo de Abrham y otro amigo cercano también se encuentran entre los desaparecidos.

El cementerio de barcos en el sur de Sicilia.

Si el viaje de los pasajeros del Ghost Boat hubiese salido de acuerdo al plan, probablemente habría tenido un recorrido similar al de Abrham.

El barco en el que estaba dejó la costa de Libia a mediados de abril del año pasado. Fue alrededor de las 2 a. m. Después de ocho sofocantes horas en la opresiva oscuridad en el casco, Abrham logró subir hasta la cubierta superior —abarrotada con más de 150 personas.

Alrededor de las 6 p. m. las condiciones climáticas en el Mediterráneo empeoraron. Las cosas se pusieron difíciles.

«Había olas muy altas. Había viento. El hombre que manejaba el barco perdió el conocimiento. Estábamos en el mar abierto sin ningún capitán en el barco».

Los pasajeros entraron en pánico. Estaban gritando, empujándose en la cubierta. Otros empezaron a desmayarse —al igual que lo había hecho el capitán— ante el balanceo sin tregua de las olas.

En un golpe de suerte, uno de los pasajeros sirios fue capaz de mantener la compostura y se hizo cargo de la dirección. Sus acciones calmaron el pánico. El barco viajó durante otras cuatro horas, tal vez cinco, con el hombre sirio a la cabeza antes de ser localizado por un barco de búsqueda y rescate.

«Fue un gran navío bajo la bandera italiana y de la Unión Europea», dijo Abrham.

A la mañana siguiente, cuando Abrahm se despertó, el buque de la armada italiana había rescatado a más de 1.000 personas de otros barcos. Estaban interviniendo como parte de la misión de búsqueda y rescate italiana Mare Nostrum.

Si el viaje del Ghost Boat hubiese sido como éste, al igual que la mayoría de los otros en el Mediterráneo el año pasado, lo mismo debería haberle sucedido. Sin embargo, los pasajeros desaparecieron.

Nunzio Martello, Director Marítimo de la Guardia Costera para el este de Sicilia, en su oficina, en Catania, Italia.

Durante la misión Mare Nostrum había cinco buques de la marina italiana y un número de naves guardacostas adicionales patrullando con el objetivo de búsqueda y rescate en una zona de más de 500.000 kilómetros cuadrados, un área más grande que todo el estado de California. Un número de aviones tripulados y no tripulados llevó a cabo la vigilancia, además de un sistema de radares costeros y un sistema de identificación que seguía los movimientos de los buques registrados. Las embarcaciones italianas de búsqueda y rescate también respondían con regularidad a los barcos en dificultades fuera del área legal de búsqueda y rescate del país.

A pesar de que más de 3.000 personas murieron al cruzar el Mediterráneo durante el tiempo en el que la operación estaba en marcha, la misión de búsqueda y rescate Mare Nostrum se consideró, en gran medida, un éxito. El número de muertes era más un reflejo de los peligros de los viaje —los barcos que no eran aptos para navegar, las malas condiciones, la falta de navegantes con experiencia — que la falta de eficacia a la respuesta.

Antes de Mare Nostrum, hubiese sido más común que se diese un naufragio y que pasase sin ser detectado. En aquel momento, no había navíos en el Mediterráneo para realizar de forma específica operaciones de búsqueda y rescate. Aun así se llevaban a cabo rescates, pero la cobertura era muy inferior.

«Todas las naciones y todos los barcos tienen la obligación de ayudar a un barco que se encuentre en peligro en el mar. Lo que no había antes [antes de Mare Nostrum] era un patrullaje proactivo en el mar», comenta Mateo de Bellis, un investigador de Amnistía Internacional especializado en misiones de búsqueda y rescate.

Así que, en las dos décadas de migración irregular desde Libia y antes de Mare Nostrum, los barcos eran a menudo rescatados por cualquier buque que se encontrase cercano a ellos —navíos pesqueros, petroleros— o, como el barco de Baraket, llegaban a costas italianas sin ayuda.

Mulugheta Nayu, un delgado eritreo de 44 años de edad que se encuentra en Roma, fue rescatado por pescadores italianos en febrero de 2003. Abandonó la costa de Libia en un remolque pesquero de unos 10 metros de largo, a rebosar con 80 personas a bordo. Y como era invierno, el clima era frío.

Mulugata Nayu, 44 años, en Roma el 17 de noviembre de 2015. Llegó como refugiado de Eritrea en 2004.

«Habíamos estado toda la noche echando agua de la embarcación con tazas pequeñas», me comentaba Mulugheta recientemente en una fría noche mientras estaba sentado en el patio de un albergue para refugiados en el que trabaja como voluntario.

Había estado en el mar durante tres días antes de que el barco pesquero los encontrase. «Era temprano por la mañana, estaba lloviendo, y el oleaje estaba aumentando», dijo con un poco de un acento británico que había adquirido de las escuelas misioneras de su juventud. «Simplemente tuvimos suerte».

Antes de Mare Nostrum, las posibilidades de aquellos que no eran tan afortunados eran bastante limitadas. A veces, cuando un naufragio tenía lugar o una señal de socorro era enviada, nadie iba a buscar supervivientes o a recuperar los cuerpos. Como ya había aprendido anteriormente en la investigación sobre los pescadores en el sur de Túnez, a veces había tantos cadáveres flotando en el agua que en ciertas partes del mar no se podía pescar.

El comandante Rosario Capodicasa, Jefe del Departamento Operativo de la guardia costera del este de Sicilia, en Catania.

A medida que la Primavera Árabe en Libia y otros lugares de Oriente Medio y el Norte de África dio paso a la represión, la inestabilidad, el caos y conflicto prolongado, la tasa de personas que intentaban cruzar el Mediterráneo comenzó a aumentar. Pero no fue hasta después de que 360 ​​personas muriesen en la tragedia de Lampedusa en octubre de 2013 —y otras 34 en un incidente una semana después— que se puso en marcha la misión Mare Nostrum.

Sin embargo, después de tan sólo un año, la voluntad política para la operación se había desvanecido. La cifra de 9 millones de euros al mes para el gobierno italiano era un gasto demasiado caro para ser financiado únicamente por ellos y ​​otros gobiernos europeos no querían ayudar con el gasto.

De hecho, otros muchos países —en particular el Reino Unido bajo el control del primer ministro David Cameron— presionaban a Italia para que cancelasen el programa. Argumentaban que una exitosa operación de rescate era un factor que atraía a un mayor número de refugiados a cruzar el Mediterráneo y buscar asilo en Europa.

A finales de 2014, Mare Nostrum ya no existía. Tritón, la misión conjunta europea que lo reemplazó, tenía un alcance mucho más limitado. Fue concebida como una operación de control de fronteras, no como una misión de búsqueda y rescate. El resultado fue que su área de actuación se limitaba a unas 30 millas náuticas de Italia y Malta en lugar de todo el Mediterráneo central.

La mayoría de los naufragios tienen lugar no muy lejos de la costa de Libia, lo que significa que a menudo los buques de Tritón tardan entre seis o siete horas en responder a una llamada de socorro. «Cuando la gente tiene que esperar cuatro, cinco, seis horas nadando, mi experiencia es que la gran mayoría de las personas no sobrevive», dijo Matteo de Bellis, miembro de Amnistía Internacional.

Pero a pesar de la teoría política, la reducción en la zona de acción que implicaba la misión Tritón no actuó como un elemento de disuasión. Al principio, el número de personas que cruzan en 2015 era el mismo que el de 2014. Entonces, en el comienzo de la primavera, los números empezaron a aumentar. Con una diferencia: nadie estaba allí para ayudar.

«El número de víctimas era enormemente superior», me dijo de Bellis.

En los primeros cuatro meses de 2015, el número de muertes de refugiados era 30 veces superior a las del mismo periodo de 2014. A finales de abril, más de 1.500 personas se habían ahogado.

Después de dos tragedias seguidas en el transcurso de una semana que se cobraron más de un millar de vidas, los países europeos se vieron obligados a reconocer la magnitud de la crisis y cambiaron sus políticas. Una cumbre de emergencia amplió el área de búsqueda y rescate de Tritón y agregó más recursos para la operación. Los gobiernos europeos —esta vez incluyendo al Reino Unido— unieron fuerzas con diversas ONG, como Médicos sin Fronteras, y enviaron de forma independiente embarcaciones de rescate para patrullar las aguas frente a la costa de Libia.

El resultado fue un conglomerado navegando bajo distintas banderas nacionales o pertenecientes a ONG llevando a cabo misiones de rescate. Esta mezcolanza en un principio estaba descentralizada, más allá de la comunicación con el despacho del Centro de Guardacostas italiano en Roma, el MRCC. A principios de este verano, sin embargo, los barcos independientes que llegaron al Mediterráneo después de abril se incorporaron en una nueva misión europea llamada Operación Sofía, y Tritón continuó con un presupuesto y recursos ampliado y un área operativa más grande.

La misión Sophia es de ámbito civil y no militar: combatir el contrabando mediante la incautación y hundimiento de los barcos utilizados por los contrabandistas. No es estrictamente una operación de salvamento, pero realizaba actividades de búsqueda y rescate.

A pesar de su origen, ha sido sin duda tan eficaz como Mare Nostrum —en combinación con Tritón— en cuanto al rescate de los refugiados, según De Bellis.

«Con los datos que tenemos, creemos que la cobertura es similar a Mare Nostrum y, por el momento, es satisfactoria. Pero tendremos que ver a comienzos del próximo año... tendremos que ver si hay suficientes recursos en el mar».

Si la crisis de refugiados pierde la atención pública, sería muy fácil para la clase política hacer desaparecer la misión de búsqueda y rescate —del mismo modo que hizo hace un año—. Pero, por ahora, un conglomerado de naciones europeas y ONG mantienen una considerable presencia de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central.

El patio del Centro Baobab en Roma. El centro proporciona ropa, comida y cobijo a los refugiados en la capital italiana, y a los que se dirigen al norte de Europa.

Mientras estaba sentado en el patio del centro de refugiados Baobab, en Roma, hablando con Mulugheta, el voluntario del centro, un grupo de adolescentes de Eritrea llegó en autobús de Sicilia. Las historias de como fueron rescatados reflejan como ahora este conjunto de estados se involucra en las operaciones de rescate.

Los recién llegados entraban en fila por la puerta, vestidos con pantalones largos y sudaderas con la capucha alrededor de la cabeza para protegerse del frío. La mayoría de ellos vestían sandalias de plástico, algunos tenían calcetines y otros llevaban bolsas pequeñas de plástico que contenían un puñado de sus posesiones.

Lucciano Maccioni, un voluntario en el Centro de Baoba, cierra una de las puertas de la entrada.

Al igual que los otros 35.000 refugiados que han pasado por la puerta de este centro desde su reapertura en mayo de este año, los recién llegados se quedarán en cualquier lugar entre un par de días y un par de semanas antes de continuar sus viajes.

Los otros refugiados en el patio que habían llegado antes que ellos estaban sentados en pequeños círculos, fumando cigarrillos y hablando en voz baja. Permanecieron tranquilos mientras los recién llegados entraban. En el opaco brillo de color naranja de un reflector por encima del edificio, los grupos examinaban las caras de unos y otros buscando algo que reconocer. Alguno se levantó para abrazar conocidos que habían reconocido y más tarde se habían separado en alguna parte del camino. Otros simplemente miraban.

Un grupo de jóvenes refugiados eritreos charla fuera del Centro de Baobab.

Más tarde, sentados en un círculo, una docena de eritreos comenzaron a compartir sus historias. Todos menos dos habían sido retenidos en una prisión clandestina en Libia durante unos cinco meses antes de que llegasen a la costa. Durante ese tiempo, no vieron la luz del sol y sólo se alimentaban a través de una ranura por debajo de la puerta de sus celdas. Cuando se escaparon con otros 250, dos fueron asesinados.

Los jóvenes, que tenían entre las edades de 17 y 27, contaron historias de amigos que fueron secuestrados y retenidos por parte de los traficantes para exigir un rescate, y otros que fueron tomados por militantes pertenecientes al Estado islámico. «Lo sabíamos porque tenían la bandera negra», comentaba uno de ellos.

Todos ellos habían sido golpeados y habían abusado de ellos. Sus rostros eran jóvenes. Algunos no dudaron sonreír y reír. Otros se hundieron en sus sillas y parecían estar perdidos en sus oscuros recuerdos, sus ojos se mostraban reflexivos. Todos tenían sus rostros curtidos, al menos momentáneamente, mientras compartían sus experiencias.

Una pancarta cuelga en una pared del Centro de Baobab en Roma.

Había historias de chicas que fueron capturadas, violadas y obligadas a ser las esposas de los combatientes. Algunas de ellas escaparon. Algunas de ellas siguen aún en Libia. «Nos odian», dijo uno. «Ninguna chica ha llegado aquí sin ser violada».

Una vez consiguieron llegar a la costa, algunos de ellos se marcharon en pequeñas zodiacs hinchables. Otros estaban a bordo de barcos pesqueros de madera, más grandes. Todos iban apretados a bordo con el resto de la carga humana hasta que pudieron ser rescatados por los noruegos, británicos, italianos y otros. Nadie tomó sus huellas digitales y todos se dirigían hacia el norte —a Inglaterra, Suecia, Alemania, Suiza.

Después de que todo el trauma del viaje, el sistema de búsqueda y rescate había trabajado para estos jóvenes. ¿Podía haber fallado a los pasajeros del Ghost Boat sin que nadie fuera consciente de que dicho fracaso había tenido lugar?

Refugiados eritreos asisten a misa en la iglesia ortodoxa St. Michael Tewahdo de Eritrea en Roma

Cuando empecé a investigar la desaparición, todos los expertos con los que hablaba me ​​dieron la misma respuesta: para un barco de este tamaño, con esa cantidad de personas a bordo, era inaudito. Sus respuestas solamente intensificaron el misterio.

Cuando hice la misma pregunta a de Bellis, de Amnistía, su respuesta fue similar. Pero había un pequeño giro. Sí, es insólito, dijo. ¿Pero significa que no ha ocurrido?

«Parece bastante obvio que debe haber al menos un naufragio del que no se tenga conocimiento», dijo. Basta con mirar el número de travesías que tienen lugar, en comparación con los recursos utilizados. «Es muy probable que haya sucedido en el pasado, y puede volverse a dar incluso con la operación de patrullaje actual... sobre todo si las personas a bordo no tienen un teléfono por satélite».

El teléfono por satélite.

Ibrahim, el contrabandista con el que Berhane Isayas había hablado y discutido, dijo que él no había dado ninguno a los pasajeros del Ghost Boat, una pista que parecían indicar dos posibilidades radicalmente diferentes.

Antes me habían dicho que los contrabandistas siempre daban a sus barcos un teléfono por satélite. La ausencia de uno parecía lo suficiente extraño como para sugerir un juego sucio. ¿Fueron los pasajeros del Ghost Boat vendidos como esclavos o capturados?

Ahora, sin embargo, de Bellis me dijo que en sus entrevistas con los refugiados rescatados había oído historias de otros barcos que se envían sin teléfonos por satélite. Abrham también me dijo que en su barco tampoco había ningún teléfono.

Tal vez los pasajeros del Ghost Boat se habían embarcado en su viaje. Pero cuando llegó el momento de hacer la llamada fundamental para iniciar el rescate, no tenían el equipo necesario para hacerlo. Esta podría ser precisamente la razón por la que el barco desapareció sin dejar rastro.

La explicación que oí sonaba racional. Aunque lejos de tener pruebas concluyentes, era una teoría que valía la pena explorar.

Incluso si no había un teléfono por satélite a bordo, ¿habría otras maneras de localizar el barco? ¿Estaría el viaje registrado en los sistemas de radar o de satélite topográficos del Mediterráneo, por ejemplo? ¿Podrían otros buques de la región haber captado algo en sus sistemas?

Parecía que la MRCC en Roma, el despacho central responsable de coordinar las operaciones de búsqueda y rescate, sería el lugar adecuado para encontrar respuestas. Pero era difícil obtener una respuesta por parte de la Guardia Costera. Después de una semana de espera, se nos negó una entrevista en persona y en su lugar recibimos una respuesta por correo electrónico genérica que no contestó a ninguna de nuestras preguntas específicas.

Después de muchas discusiones sobre el teléfono, finalmente pude contactar con el coronel Filippo Marini, jefe de comunicaciones de la guardia costera. Por teléfono era más minucioso. La mayoría de los rescates son iniciados por las llamadas de teléfono por satélite, me comentó, pero a veces los barcos de refugiados son vistos por otros barcos, helicópteros, u otros sistemas de vigilancia.

Sin saber si el Ghost Boat partió, o exactamente de donde salió, Marini dijo que sería imposible saber dónde buscar los rastros de evidencia. Pero, dijo, existía la posibilidad de una pista.

«Es necesario localizar y aclarar lo que estamos hablando», dijo Marini. «Si [era] muy cerca de Libia, probablemente serán los sistemas de equipos, si estos están aún disponibles, de las autoridades de Libia... ellos deberían ser capaz de ver estos navíos».

Con la ayuda de los lectores, hemos identificado 40 barcos que salieron de la costa de Libia [ENG] al tiempo que el Ghost Boat había empezado su viaje. Si estos barcos estaban utilizando el tipo correcto de equipo de radar, existe la posibilidad de que sus sistemas pudieran haber registrado su movimiento también.

Factores como las condiciones climáticas y el tamaño de la embarcación tienen un impacto en lo que el radar es capaz de registrar, y todavía no está claro el alcance del radar y la vigilancia por satélite italiana. Marini no podía dar detalles exactos, pero dijo que pasaría nuestras preguntas a los expertos técnicos para una respuesta más exacta.

La información proporcionada por Marini no completó el puzzle, pero al menos le dio un sentido a qué lugares mirar. Tal vez seríamos capaces de encontrar la ruta de la embarcación registrada en alguna parte, o quizás al menos podríamos determinar por dónde no pasó.

El cementerio de barcos al sur de Sicilia.

Al mismo tiempo, también había estado trabajando en la organización de una entrevista con Measho, el contrabandista que ahora está en la cárcel en Catania, Sicilia, en espera de juicio.

Measho Tesfamariam.

Sabíamos por documentos judiciales y declaraciones anteriores que Measho estaba en la granja a las afueras de Trípoli con los pasajeros del Ghost Boat antes de que partiese, y que fue una de las últimas personas que los vio antes de que desaparecieran. Hablar con él podría significar un gran paso para encontrar la información que necesitamos del interior de Libia, pero no estaba seguro de si estaría dispuesto a reunirse. Había tenido malas experiencias con otros periodistas y, ¿qué incentivo tenía para hablar?

Cuando estaba en Sicilia para hablar con el fiscal en el caso Tokhla, me encontré con el juez que preside el juicio. Ambos estaban abiertos a la idea de que hablase con Measho. Pero eso no significa mucho sin su permiso o el de su abogada.

Después de hacer algo de investigación, encontré su número de móvil y me puse en contacto. Ella también estaba de acuerdo, pero en última instancia la decisión recaía sobre Measho.

A principios de esta semana recibí una respuesta: había accedido a reunirse.

La prisión en Catania, Sicilia

Lo único que nos queda por hacer es navegar la burocracia italiana. Entrevistarlo en la cárcel requiere el permiso de cinco autoridades diferentes. Ahora estamos a la espera de la autorización final.

Si todo va bien, pronto hablaremos con uno de los últimos en ver e interactuar con los pasajeros del Ghost Boat. La información que tiene —o podría estar dispuesto a darnos—, podría proporcionar pistas importantes sobre la suerte de las 243 personas desaparecidas. Lo único que necesitamos es un sí oficial.

Esta historia fue escrita por Eric Reidy, con la asistencia de Martino Galliolo. Fue editada por Bobbie Johnson, comprobada por Rebecca Cohen y corregida por Rachel Glickhouse. Dirección de arte de Noah Rabinowitz. Fotografía de Gianni Cipriano. Traducción de Daniel Arbelo para Medium.

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