«Estaba ayudando a toda esa gente. Me estaba ayudando a mí mismo»

Episodio 9: Lo que descubrimos del testigo que hemos estado persiguiendo durante un año.

Daniel Arbelo
15 min readDec 16, 2016

Ghost Boat 1 : 2 : 3 : 4 : 5 : 6 : 7 : 8 : 9 : 10

Contrabandista. Refugiado. Intermediario. Cabeza de turco. ¿Parte de una red de tráfico humano responsable de la desaparición de 243 hombres, mujeres y niños? ¿O en realidad es un pariente inocente que también busca a los desaparecidos?

Esa es la fama que persigue a Measho Tesfamariam, una de las personas más importantes en el misterio del Ghost Boat, y el hombre que hemos estado tratando de conocer desde que comenzamos a investigar.

Hay tantas opiniones contradictorias sobre él, y tantas ambigüedades, que solamente hay una cosa que sabemos con certeza: Tesfamariam estaba allí, en Libia, en el almacén que fue la última ubicación conocida de los pasajeros del Ghost Boat, antes de que lo abandonasen camino a la costa mediterránea en las primeras horas de la mañana del 28 de junio de 2014. Eso significa que fue una de las últimas personas que los vio antes de que desapareciesen sin dejar rastro.

Ha pasado casi un año exacto desde que traté de llevar a cabo esta entrevista. En el otoño de 2015, pasé ocho semanas viajando por toda Italia y Túnez intentanado descubrir el destino de los 243 pasajeros desaparecidos del Ghost Boat. Debido a que todas nuestras líneas de investigación se convirtieron en callejones sin salida y las pruebas terminaron por agotarse, nuestro progreso comenzó a realentizarse. Pero el nombre de Measho seguía apareciendo.

Era el hombre que respondió el teléfono cuando los familiares trataron de ponerse en contacto con sus parientes, el que estaba en el almacén en el que se alojaron antes de partir. Hemos estado dando vueltas sobre lo que podría ser capaz de contarnos.

A medida que pasaba el tiempo, parecía ser el vínculo tangible que teníamos con las personas desaparecidas —un testigo del momento previo en el que todo se sumió en un laberinto de incertidumbre—. Tal vez, sólo tal vez, tendría las respuestas. Al menos esperábamos que pudiese tener información que nos permitiese refinar nuestra búsqueda. Y lo más importante, parecía ser una meta alcanzable, a diferencia de los pasajeros que habían desaparecido y de los otros contrabandistas que estaban fuera de nuestras posibilidades, inmersos en el peligro y el caos de Libia.

Por aquel entonces, Measho ya se encontraba en prisión en Catania. Un par de meses después de que el Ghost Boat desapareciese, él había cruzado el Mediterráneo con destino a Italia y luego se dirigió a Alemania, donde solicitó asilo. Sin embargo, un familiar de uno de los pasajeros del Barco Fantasma —Berhane Isayas— había avisado a la policía sobre el paradero de Measho, desembocando en una rápida detención y acabando con él de vuelta a Italia. Allí, fue condenado por su participación en la red de contrabando que envió al menos 23 buques ​​a rebosar de gente (incluyendo el Ghost Boat) a través del Mediterráneo durante el verano de 2014.

El pasado diciembre, cuando iba a ser condenado, el juez, el fiscal y el mismísimo Measho habían accedido a que pudiese ser entrevistado por nosotros. Así que fui a Catania para prepararme para dicho momento. Pero las cosas no salieron según lo planeado.

La sentencia se retrasó el tiempo suficiente para que nuestra solicitud se estancase en la complicada burocracia legal de Italia, y de repente, un caso sin relación aparente, hizo que las entrevistas del sistema judicial quedasen en dique seco, congelando nuestras esperanzas indefinidamente.

Para entonces, finales de febrero, el abogado de Measho había decidido apelar. Eso significaba que no sabía cuándo iba a ser capaz de hablar con nosotros —si es que ese momento llegaba—. Así que nos dimos por vencidos con esa idea, y probamos todo lo que pudimos para averiguar lo que sucedió en la fatídica noche en la que el Ghost Boat desapareció.

Pero a medida que pasaba el tiempo y seguíamos sin respuestas, comenzamos a lidiar con una pregunta difícil: ¿Qué pasa si resolvemos este misterio? Y esa es la pregunta contra la que hemos estado luchando desde hace meses, hasta que —sin previo aviso— recibimos un mensaje. Measho estaba fuera de la cárcel, y estaba dispuesto a hablar.

Por fin sería posible vernos.

Cuando por fin veo a Measho en persona, me doy cuenta de que es más bajo de lo que imaginaba. Hay algo de niño aún en su cara, pero es claramente un adulto y más si lo comparo con lo que había visto antes en una fotos muy retocadas en la que sale sonriendo en Facebook. Parece emocionalmente agotado y se sostiene como si la fatiga se hubiese asentado como un peso muerto en su cuerpo. Su pelo corto está empezando a desaparecer por encima de las sienes y en la coronilla y hay arrugas formandose en las comisuras de los ojos. Tiene 28 años y hace poco que fue liberado de prisión después de dos años.

Sin embargo, aún no es libre. Measho está cumpliendo lo que queda de su condena de cuatro años y dos meses por tráfico de personas bajo arresto domiciliario en las afueras de Catania, en la Sicilia oriental. Las instalaciones en las que vive están dirigidas por una organización benéfica, y las paredes bajas, cubiertas de plantas, que lo rodean marcan el límite de su mundo por ahora.

De pie en el comedor del edificio, iluminado por una luz fluorescente, Measho parece tranquilo y tímido. Sus hombros están hundidos, sus manos cruzadas frente a él, y sus ojos centrados en el suelo. De vez en cuando me lanza una rápida mirada. Mientras estoy allí, lucho por reconciliar al hombre de apariencia suave frente a mí con todo lo que he oído. Estoy tratando de moderar mis expectativas para una reunión que ha parecido tan significativa durante tanto tiempo.

Pasando a la habitación que comparte con otras dos personas, Measho se sienta en su cama. Es un catre pequeño, su abogado se sienta junto a él. Gianni Cipriano, el fotógrafo que me ha acompañado desde el comienzo de este viaje, y yo nos sentamos en dos sillas frente a la cama.

En el piso hay un par de bolsas de plástico con ropa. Un crucifijo y una imagen de Jesús se alza al lado de una botella de Coca-Cola, algo de colonia, enjuague bucal y gel de ducha en un aparador que está pegado a una pared lisa al lado de la cama.

Hace frío en la habitación y Measho lleva un abrigo azul de nylon con una camiseta gris debajo. Un rosario cuelga de su cuello. Detrás de mí, una lluvia tormentosa bate contra una gran ventana.

Measho comienza hablando en italiano, lo ha aprendido en la cárcel, pero rápidamente cambia a Inglés, el cual tiene un poco oxidado, pero también es lo suficiente bueno como para entendernos. A medida que comienza a contar su versión de los hechos, su timidez inicial se desvanece. Está más animado y, a veces parece menos derrotado, incluso mostrando una sonrisa encantadora.

Tiene un cierto carisma y es una persona claramente inteligente. Pero cuando hago preguntas difíciles, se mueve con nerviosismo en el catre o, cuando recuerda algunos detalles, su rostro se vuelve sombrío y el peso parece volver a crecer sobre su cuerpo, haciéndole parecer instantáneamente más viejo.

Aun así: Él expone su historia, de buena gana.

De acuerdo con Measho, llegó a Libia desde Sudán a mitad de junio de 2014. En ese momento estaba con algunas de las personas que terminarían en el Ghost Boat. No era la primera vez que hacía el viaje a través del Sahara: había huído de Eritrea en 2009, cuando tenía 21 años, para evitar el famoso reclutamiento indefinido en el servicio nacional del país. En ese momento, albergaba sueños de continuar con su educación —como cantante y pianista— y pensaba que podría convertirse en un músico profesional.

Sin embargo, ese primer viaje se convirtió en una pesadilla.

Fue secuestrado en el Sahara y retenido para pedir un rescate por él. Cuando logró escapar, la policía libia lo detuvo y lo encerró en la cárcel durante dos meses como inmigrante ilegal. Después de su liberación, encontró trabajo en Trípoli como soldador, tratando de ganar lo suficiente para permitirse el paso a Europa. Pero antes de que tuviera el dinero, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, firmó un acuerdo con el dictador libio Muammar Gaddafi de represión contra la migración clandestina. Con la ruta desde Libia a Europa esencialmente cerrada, Measho volvió sobre sus pasos a través del Sahara, donde fue una vez más encerrado en prisión después de llegar a Sudán.

Para entonces era 2010. Measho dice que después de salir de la cárcel por segunda vez, realizó trabajos dispares. Los próximos cuatro años incluyen tiempo en las minas de oro, de chófer y otra vez como soldador. Volvió a Libia en junio de 2014 para intentar cruzar de nuevo a Europa, donde se alojó en un almacén en las afueras de Trípoli con varios grupos de otros refugiados —la mayoría de los cuales terminaron en el Barco Fantasma.

¿Por qué era el punto de contacto para los miembros de la familia? Measho confirma que él estaba respondiendo a llamadas telefónicas y facilitaba la comunicación entre los seres queridos de las personas en el almacén y el traficante principal, un sudanés llamado Ibrahim. Pero Measho dice que sólo estaba tratando de ayudar a las personas que se encontraban en una situación difícil.

«Había un montón de gente... que no tenían dinero», dice. «Ibrahim no habla nuestro idioma. Sólo sabe árabe, y yo hablo árabe. Me vi obligado a negociar entre Ibrahim y aquellas personas que no tenían nada de dinero».

Pero varios familiares con los que hablé dijeron que Measho no era sólo un traductor.

Insisten en que formaba parte de la organización de contrabando, incluso en Jartum —trabajando en las calles para encontrar pasajeros y entregándolos a los jefes—. Dicen que estaba también relacionado en que los pagos se llevasen a cabo. Las redes de tráfico tienen personas en países de todo el mundo que recogen el dinero de familiares y les proporcionan un código. Los parientes pasan ese código a las personas que van a realizar el viaje y, cuando llegan a Libia, confirman que han pagado diciendo a los contrabandistas su contraseña. De acuerdo con los familiares, Measho era la persona que recibiría el código en Libia.

Cuando le pregunté si él ganó dinero por la ayuda que prestó a Ibrahim, comenzó a removerse incómodamente.

«Yo, soy igual que ellos [los otros refugiados]. Hacemos lo que sea para ayudarnos a nosotros mismos en ese momento porque, en ese momento, Libia estaba en medio de una guerra», dijo Measho.

«No se puede decir que estaba trabajando para Ibrahim. Simplemente, yo estaba ayudando a esas personas, y me estaba ayudando a mí mismo. Nadie me dio dinero».

Parece que es una línea muy fina la que separa las diferentes versiones de los hechos. Pero cuando empecé a quedarme atrapado por los detalles de lo que Measho había o no había hecho, me di cuenta de que me estaba distrayendo del tema principal.

Fuese el que fuese su papel, el hombre sentado frente a mí no era un traficante ni un rey del crimen. No envió personas a la muerte en el Mediterráneo en embarcaciones no aptas para navegar. Incluso en los documentos de la corte que poseíamos y que se habían filtrado de la investigación que condujo a su detención, nunca se hace referencia a que tenga responsabilidad directa en el Ghost Boat, o de cualquier otro viaje a través del mar. Esas afirmaciones aparecieron solamente —y al parecer sin fuentes— en varios artículos acerca de su detención que fueron publicados más adelante.

En el peor de los casos, Measho era un ofiical de bajo nivel en una organización de contrabando en la que participó un corto período de tiempo, en el mejor de los casos era un refugiado en una situación difícil que hizo lo que creía que era necesario para ayudarse a sí mismo a sobrevivir. En el oscuro mundo de la migración clandestina, las líneas —al igual que la información— tienden a desdibujarse y cambiar. Y cualquiera que fuese su verdadero papel, Measho fue condenado. Y ahora mismo está cumpliendo su condena.

Algunos de los familiares de los pasajeros del Barco Fantasma estaban molestos cuando les dije Measho ya no estaba en la cárcel, sino que se encontraba en arresto domiciliario. Querían que alguien fuese el que pagase por su sufrimiento, y para ellos, parecía que él se estaba librando de la responsabilidad fácilmente. Sin embargo, estuvieron de acuerdo en que lo más importante era lo que nos podía decir acerca de las circunstancias que rodean la desaparición en sí.

Eso es a lo que había venido.

De acuerdo con Measho, el almacén controlado por Ibrahim era un edificio largo y bajo de cemento, en una zona rural a las afueras de Trípoli llamada Tajura.

En el interior, las únicas ventanas eran pequeñas ranuras cerca del techo, y, justo antes de que el Ghost Boat partiese, estaba lleno con más de 150 personas, durmiendo en el suelo y en espera de que fuese el momento de salir.

En la noche del 27 de junio de 2014, otros dos contrabandistas trajeron a más personas al almacén.

«El barco fue llenado por tres contrabandistas... uno era Ibrahim. Él es el jefe», explicó Measho. «El otro es Jamal, lo llamaban Jamal Al Saudi, y el tercero era Jaber».

Los tres estaban trabajando para otro hombre.

«El propietario de los camiones, el dueño del almacén, el propietario de los barcos... el gran jefe, al que llaman Hajj El-Nasser».

Pero El-Nasser no estaba allí en el momento en que los pasajeros se preparaban para salir.

Como sabemos, había por lo menos 243 personas, incluyendo niños, mujeres, algunas embarazadas, así como hombres. Después de que uno de los ayudantes de Ibrahim registrase los nombres de los pasajeros para realizar un seguimiento de quién había pagado, un camión con remolque se detuvo delante y todo el grupo fue cargado en la parte posterior. Exprimieron el espacio encajando uno junto a otro para que todos cupiesen, explicaba Measho, apretando sus brazos y piernas cerca de su pecho para mostrarme cómo fueron obligados a sentarse.

Lo último que vio Measho fue el camión alejándose en la distancia.

Él no fue capaz de abandonar del almacén, y sólo Ibrahim les acompañó a la playa. Measho dice que cree que la ubicación de salida había sido en un lugar llamado Al-Khums, a unos 100 kilómetros al este de Tajura. Al menos, esa es la zona de donde Measho partió varios meses más tarde cuando cruzó el mar.

Es frustrante, Al-Khums está justo fuera de la zona de búsqueda en la que habíamos estado mirando cuando estábamos realizando nuestra búsqueda de imágenes de satélite de la costa, lo que podría ser otra razón por la que habíamos acabado con las manos vacías. Aun así, Measho no podía estar seguro al 100 por cien de que el Ghost Boat hubiese partido desde el mismo lugar que lo hizo él. ¿Sabía si los pasajeros se subieron al barco?

Dijo que no podía estar seguro.

«No puedo decir nada porque no sé nada de eso, pero Ibrahim dijo que el barco había partido. Esa es toda la información de la que tengo conocimiento. Ibrahim me dijo que el barco se había ido a las 3 de la mañana».

En los siguientes días y meses, Ibrahim dijo muchas otras cosas a los miembros de la familia —y a Measho— antes de que la comunicación se cortase.

En primer lugar, dijo que el barco había llegado bien. Luego dijo que había hachís en el barco, y que los pasajeros fueron detenidos por la policía por ello, por lo que no habían sido capaces de ponerse en contacto con sus familiares. Las mentiras seguían llegando, y cada una se convirtía en otro rumor. Tal vez estaban en Túnez; quizás estaban en Malta o en Egipto; o tal vez habían sido vendidos como esclavos.

Mientras Measho aclaraba lo que ocurrió desde su punto de vista, se me ocurrió: estas eran las primeras pistas que había oído al comienzo de investigar el misterio allá en enero de 2015. A pesar de haber estado tan cerca del centro del misterio —estar ahí cuando los pasajeros fueron abandonados en la cosa—, Measho basicamente se encontraba en el mismo lugar que nosotros, y todos los demás que habían investigado la desaparición. La verdad es que él no sabía qué había pasado, e incluso los detalles extra que nos proporcióno no nos iban a acercar más a una respuesta.

Algunos de los familiares del Ghost Boat dijeron que pensaban que Measho estaba mintiendo, que tenía que saber más de lo que estaba diciendo. No podía estar seguro, por lo que volví a visitarlo de nuevo a la mañana siguiente.

Le presioné en algunas de las preguntas, traté de preguntar de diferentes maneras. Pero si había algo más que él supiese, no me lo iba a decir y no parecía que tuviese nada que ganar manteniendo en secreto cualquier dato más. Parecía sincero e incluso molesto por la ausencia de respuestas. Comentó que para él era algo personal también: su primo estaba en el Barco Fantasma. Él, al igual que los otros familiares, quería saber lo que había sucedido.

«Ese día, no puedo olvidarlo: 28 de junio de ​​2014... No puedo olvidar esas personas», dijo Measho en un momento emocional.

«Nuestras familias no pueden perderse simplemente sin dejar ningún rastro. No podemos dormir así. No podemos dormir sin saber [lo que pasó con] de esas personas. Al menos deberíamos encontrar cadáveres. Por lo menos tenemos que conseguir algo que nos haga creer que este barco se ha hundido. Todo puede ser porque no hemos encontrado los cadáveres del barco. Es el único barco desaparecido así; sin dejar ninguna información, sin dejar evidencia y, sin dejar nada».

He escuchado las mismas palabras de los familiares del Ghost Boat desde que empecé a investigar.

Pregunté a Measho cómo podía confiar en lo que me estaba diciendo. Me dio el nombre de su primo, y lo he comprobado con la lista de pasajeros que tenemos. Su nombre estaba allí.

En lugar de aclarar el misterio, la entrevista complica aún más el panorama. Tenemos un poco más de información —la ubicación del almacén, detalles adicionales de la red de contrabando, nuevos nombres— pero ahora tenemos la incertidumbre adicional alrededor de las partes subjetivas de la historia, y todavía no hay respuesta a la pregunta más importante: ¿Qué pasó?

A medida que la entrevista llega a su fin, Measho parece agotado. Su abogado nos dejó a mitad de la reunión para atender otros asuntos, y ahora Measho está sentado en la cama solo.

No le está permitido el uso de Internet, y sólo puede recibir llamadas de teléfono de su familia. Le pregunto que hace con su tiempo.

«Me paso el tiempo pensando... sobre cualquier cosa», dice. «Sobre la vida que he perdido. Pienso en mi familia... No sé si los veré. He perdido la capacidad de hacer cualquier cosa... Mentalmente, estoy destrozado». Sus ojos se bañan con lágrimas.

Muchos de los familiares del Ghost Boat quieren ver a Measho recibir un castigo mayor. No van a creer su historia y dirán que está ocultando la verdad para protegerse.

No sé que pensar. Soy escéptico sobre algunos de los detalles de su versión de los hechos, pero nada acerca de mis interacciones con él hacen parecer que estuviera ocultando una verdad más oscura. En todo caso, parece que se intenta autoproteger y se encuentra roto.

Estoy decepcionado de que hablar con Measho no abriese nuevos caminos en la investigación, pero después de trabajar en esta historia durante tanto tiempo, no es algo inesperado. Cuando la oportunidad de hablar finalmente con Measho surgió, era algo que tenía que hacer porque siempre existía la posibilidad de que esto pudiese llevarnos a alguna parte. Pero en el momento en que la entrevista iba a ocurrir, mis espectativas de obtener la revelación no eran altas.

Para los familiares, sin embargo, fue una renovada fuente de esperanza.

«Cuando dijiste que te ibas a entrevistar con él, yo sólo esperaba que fuésemos a escuchar cosas nuevas o que nos llevará a un nuevo capítulo», Yafet Isaías, el hombre cuya historia fue la que me llevó a empezar esta investigación, me escribió después de que le comentase acerca de la entrevista. «No sé qué [más] podemos hacer».

Yo tampoco lo sé, pero sabía que tenía que lidiar con la difícil pregunta que ha estado en el centro de esta historia desde el principio. ¿Cómo se puede seguir con tu vida sin saber si tus seres queridos están vivos o muertos? ¿Y si nunca sabemos lo que pasó? Eso es contra lo que había estado luchando todo el verano y la razón por la que tenía que volver a donde todo esto empezó.

Lee el capítulo final del ‘Ghost Boat’ la próxima semana.

Esta historia fue escrita por Eric Reidy, editada por Bobbie Johnson, con la dirección artística de Noah Rabinowitz. Fotografía de Gianni Cipriano. Traducida por Daniel Arbelo para Medium.

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