«Alguien está diciendo mentiras»

Episodio 6: Una nueva prueba sale a la luz: llamadas telefónicas intervenidas entre los contrabandistas responsables del ‘Ghost Boat’.

Vanessa Wilbat
15 min readOct 1, 2016

Ghost Boat 1 : 2 : 3 : 4 : 5 : 6 : 7 : 8 : 9 : 10

Un contrabandista se aleja de un grupo de refugiados luego de haberles dado boletos para Roma en la estación de buses de Catania, Italia, el 8 de noviembre de 2015.

Müncheberg es un pueblo alemán pequeño y modesto de calles bordeadas de árboles, con un horizonte delineado por los bajos techos de dos vertientes acentuado por los campanarios de las iglesias. Está ubicado entre Berlín y la frontera con Polonia en una verde colina levemente ondulada; fue aquí donde la policía alemana detuvo a Measho Tesfamariam el 2 de diciembre de 2014 por el contrabando de personas.

Measho había llegado al país dos meses y medio antes luego de haber cruzado el Mediterráneo desde Libia hasta Italia y de haberse desplazado en dirección norte por Europa. Al igual que miles de refugiados que realizan el mismo trayecto, él había solicitado asilo y recibía un estipendio del gobierno alemán mientras esperaba a que su solicitud fuera tramitada.

Measho, sin embargo, no era sólo un refugiado más. Durante su estancia en Libia fue miembro activo de una red de contrabandistas que coordinaba el paso de miles de personas desde Eritrea. El grupo traía los refugiados —personas como Segen y Abigail— por Sudán y Libia y a través del mar. Este fue el grupo responsable del Ghost Boat, y Measho era el punto de contacto principal para los miembros de las familias de las 243 personas que desaparecieron el 28 de junio de 2014.

Fue ese el contacto que condujo a su detención. Berhane Isayas —cuya hermana, tío y primo están entre los desaparecidos— fue uno de los que se mantuvo en contacto con Measho, haciéndole preguntas sobre el Ghost Boat meses después de que todos desaparecieran. Y cuando Measho siguió el mismo camino que tomaron los refugiados que él había enviado desde el norte de África y cruzó el Mediterráneo, Berhane rastreó sus pasos a través de Europa. Finalmente, cuando estaba seguro de haber ubicado el paradero de Measho, Berhane informó a las autoridades.

Se expidió una orden de detención y la redada se llevó a cabo rápidamente, ejecutada por la policía alemana en representación de su homóloga italiana. Fue parte de la Operación Tokhla, una investigación a mayor escala de las actividades de la red de contrabandistas.

En la misma operación también fueron detenidos otros nueve eritreos en Italia por su participación en el transporte ilegal de personas hasta el norte de Europa: la culminación de una búsqueda de seis meses. Pero entre todos ellos Measho sobresalía: Él fue el único detenido por las acciones que había tomado fuera de Europa.

Los refugiados esperan la salida del bus con destino Roma en la estación de Catania, Italia el 8 de noviembre de 2015.

«Dentro de la organización él era el responsable del trasporte de personas desde Libia hasta Italia», me dijo Salvago cuando nos reunimos la semana pasada en la ciudad siciliana oriental conocida como Catania.

Antonio Salvago, subcomisionado de la policía de Catania y exdirector del Escuadrón Móvil de Catania.

Durante nuestra conversación, él se sentó detrás de un ancho escritorio en su despacho frente a una imponente pared llena de certificados del Ministerio del Interior italiano. Un hombre calvo y de complexión tupida, un rostro serio y sereno, y manos inquietas: este era el director de la Escuadrón Móvil, la unidad que realizó la investigación Tokhla durante la detención de Measho. Ahora es el subcomisionado de la policía de Catania.

Tokhla no era la única operación que se desplegaba en Sicilia. La policía de Catania estaba realizando otras dos investigaciones a redes de contrabando en 2014 y hubo otras investigaciones que se llevaron a cabo en Palermo. Pero la investigación Tokhla empezó el 13 de mayo de 2014 cuando un navío de la fuerza naval italiana —el Grecale, una fragata de 122 metros de longitud— rescató a los refugiados de un barco que se hundía a 160 kilómetros al sur de la isla de Lampedusa. Diecisiete personas murieron en una perturbadora réplica de la tragedia que tuvo lugar unos pocos meses antes. Apenas atracó el Grecale y los sobrevivientes llegaron al puerto de Catania, la policía empezó a tomar sus testimonios para determinar qué había sucedido.

Entre aquellos que hablaron se encontraba la pareja eritrea que dio detalles de la ruta que los había traído hasta allí. Empezó en Sudán, donde vivían y trabajaban después de haber huido de Eritrea. Su viaje desde Libia hasta Europa —el cual les costó 1.600 dólares por persona— incluía el permanecer recluidos en una granja en las afueras de Trípoli por meses antes de ser trasladados a Zuwara, lugar donde embarcaron con destino a Italia. Explicaron cómo un hombre eritreo llamado Jamal el-Saoudi había organizado el viaje, recolectado el dinero de sus pasajes y cómo los había mantenido en cautiverio junto con otros 35 emigrantes.

La pareja le dio el número telefónico de el-Saoudi a la policía, una jugada que le permitió a Salvago y a su equipo intervenir las llamadas. Comenzaron a escuchar las conversaciones, y empezaron una exploración que se extendió a muchos otros números que frecuentemente se conectaban con el-Saoudi. Lo que pusieron al descubierto fue una red de contrabandistas que se extendía por toda Europa y el norte y oriente de África, con el objetivo de mover miles de personas a través de fronteras internacionales por gigantes sumas de dinero.

Durante el curso de las investigaciones con las familias del Ghost Boat, se hizo mención de un hombre llamado Jamal, pero la información era confusa; no era claro cuál era su papel o si era una sola persona. La mayoría de mis conversaciones se había centrado en la gente con la que los miembros de las familias habían hablado directamente: Measho en gran parte, o Ibrahim, el contrabandista a quien al parecer aquel se reportaba.

Pero la semana pasada me dieron un documento judicial filtrado que contenía las llamadas intervenidas de la investigación Tokhla. Al leerlas pude confirmar lo que yo ya había descubierto a lo largo de mi investigación: Measho era un intermediario en la organización de el-Saoudi encargado de las comunicaciones, logística y pago de los contrabandistas de alto rango.

«[Measho Tesfamariam] era sólo un nombre hasta el momento en que él salió de Libia», me dijo Salvago. «No estábamos enterados de su llegada a Italia, pero pudimos identificarlo una vez llegó a Alemania y pudimos vincular el nombre Measho Tesfamariam al nombre que habíamos escuchado durante las intervenciones telefónicas».

Una menor de edad sin acompañante espera la salida del bus con rumbo hacia Roma desde Catania.

¿Y qué pasó con el Ghost Boat? ¿Qué dijeron los contrabandistas al respecto? En general, las intervenciones estaban frustrantemente incompletas y llenas de información confusa que parecía —al igual que la mayoría de la información sobre el Ghost Boat— estar enmarañada en mentiras y ficción y mala comunicación. Los contrabandistas parecían estar tan confundidos sobre el paradero del Ghost Boat como del de los que quedaron a la deriva.

Varios días después de la desaparición del barco, la policía italiana intervino una llamada de el-Saoudi en la que hablaba sobre la desaparición. Según los documentos, en la llamada «Jamal dice que él personalmente embarcó a 230 personas y explica que con frecuencia —incluso cuando hay accidentes— las autoridades italianas no permiten que los pasajeros contacten a sus familiares».

Más adelante, durante otra llamada, un hombre le pregunta a el-Saoudi si hay un teléfono satelital a bordo del barco. En esta ocasión, Jamal contradice sus declaraciones anteriores sobre el haber subido a las personas a la embarcación.

«Jamal… dice del momento en que partió el barco que él estaba en Sabha [otra ciudad libia] y que la operación era liderada por Ibrahim, y que no sabe el número [del teléfono satelital]… Jamal culpa exclusivamente a la incompetencia de Ibrahim».

En otro momento, un hombre no identificado llama a uno de los hombres que trabaja con el-Saoudi. El contrabandista le dice que él «llamó a su primo Ibrahim, pero que este había dicho que el barco había sido confiscado por la fuerza naval italiana porque trasportaba drogas».

La respuesta llega: «Eso no tiene ningún sentido y que alguien está diciendo mentiras: porque en toda la historia de los cruces en barco, nunca se han enviado drogas».

Sin embargo, no es el recuento enredado de el-Saoudi lo que complica las cosas. Trece días después de que desaparecieran las personas, la policía grabó una llamada telefónica entre Jonny y Suleman, dos miembros del grupo Tokhla.

«Jonny le pregunta a [Suleman] si tiene confirmación de que el barco zarpó, y Suleman dice sí… Jonny dice que probablemente el barco llegó a Lampedusa, y que de ahí los refugiados no tuvieron la oportunidad de llamar a sus parientes, asegurando que esa debe ser la única explicación porque si hubiese habido un naufragio, ellos se hubieran enterado».

En otra intervención un mes después de la desaparición, Suleman llama a el-Saoudi para preguntarle si tiene información. «Jamal le asegura que no están en Libia y que seguramente están en Italia. Suleman le pregunta por qué ninguno de los 240 trató de llamar. Jamal le dice que no tiene una respuesta. Suleman le dice que averigüe en la prisión nueva en Libia si hay emigrantes indocumentados. Jamal dice que lo hará, incluso teniendo la certeza de que estas personas salieron de Libia».

Por la misma época, un hombre llamado Hayat se comunica con Suleman y le pregunta sobre el barco. Él agrega: «El 3 de julio de 2014, un barco desocupado fue hallado en Libia, pero en el mar solo había cuatro cadáveres».

Casi todas estas conversaciones parecían surgir originalmente de la comunicación con los miembros de las familias que pedían respuestas sobre lo que había pasado. Pero en las conversaciones de las llamadas interceptadas que vi, los contrabandistas no compartieron información concreta sobre lo que pasó con el Ghost Boat: no se hace mención de un punto de partida, no se discute cómo la gente fue trasportada de la granja donde estaban siendo retenidos hacia la costa.

Los contrabandistas parecen no estar muy preocupados sobre el paradero de quienes desaparecieron. De hecho, el caso parece solo importarles por el posible impacto que pueda tener en la reputación de la organización. Al fin y al cabo, una operación de contrabando notoria por perder a sus clientes no va a atraer mucho negocio, y tener una mala reputación significa perder utilidades.

Las llamadas telefónicas intervenidas no proporcionaron muchas respuestas sobre el paradero del barco, pero contienen varias piezas útiles e importantes de información. El contrabandista principal es un hombre eritreo llamado Jamal el-Saoudi. Parece ser un libio prominente con conexiones valiosas. Ibrahim —de quien ya sabíamos— trabajaba para él, pero no era dueño de los barcos. Hay pistas geográficas que limitarían nuestra búsqueda, y también queda claro que el caso del Ghost Boat es conocido por una amplia red de personas en Libia. Esta información será valiosa para rastrear pistas más adelante.

Pero al leer las transcripciones de las llamadas interceptadas sobre el Ghost Boat, me preguntaba a mi mismo por qué las autoridades italianas no hicieron más al respecto. Si hubieran abierto una investigación sobre la desaparición, ¿sería posible que el misterio hubiera sido resuelto hace mucho?

El tribunal en Catania, Italia.

En el tribunal en Catania, Andrea Bonomo se sienta detrás de un escritorio abarrotado en un despacho estrecho en un segundo piso. Él emana un aire enérgico cuando se recuesta con las manos dobladas sobre el escritorio en frente de él. Una pintura de Van Gogh de unos barcos en un mar tempestuoso está colgada en la pared detrás suyo a su izquierda.

Bonomo es un fiscal de la unidad antimafia de Catania, la cual está encargada de investigar el crimen organizado, incluido el contrabando. Gruesos expedientes judiciales ocupan los archivadores y superficies abiertas de su despacho.

Salvago es el policía que lideró la investigación Tokhla; Bonomo es el fiscal que presentó los cargos. Él estaba al tanto del Ghost Boat por las llamadas interceptadas y los testimonios de los familiares como Berhane. Pero él no avanzó la investigación para determinar qué había pasado.

Aunque las intervenciones mencionan el barco y el grupo Tokhla supervisó las personas que supuestamente iban en él, la pregunta de qué les pasó a las 243 personas que iban a bordo no es parte del caso de Italia contra Measho y los demás contrabandistas. Para Bonomo no había suficientes pruebas ni siquiera para iniciar una investigación oficial.

«No está totalmente claro si se hundió o donde se hundió», explica. «Por eso no tenemos jurisdición. Realmente no puedo investigar en Libia. Tengo información, pero realmente no puedo verificar nada».

Debido al caos político en Libia, un país azotado por la guerra civil y dividido entre dos gobiernos rivales, el quipo investigador Tokhla fue incapaz de confirmar la información sobre la organización de el-Saoudi en ese país. Sin la habilidad de poder coordinar con las autoridades libias, Jamal e Ibrahim eran solo nombres grabados en llamadas interceptadas y recogidos en los testimonios. No hay siquiera suficientes pruebas para que la policía italiana verifique sus identidades.

La carencia de pruebas concretas sobre lo que pasó con el Ghost Boat es frustrante para Bonomo y para mí. Si el barco dejó la costa y se hundió, ¿se habrá hundido en aguas libias, aguas internacionales o aguas italianas? Como todo aquel que se ha interesado por el caso, él ni siqueira sabe si el barco zarpó. Sin acceso y sin información, ¿cómo hubiera podido abrir él una investigación?

Por el contrario, tenía que centrar su trabajo en las personas que operaban en suelo italiano, o, al igual que Measho, en quienes pasaban por Italia antes de viajar a algún otro lugar de Europa. De hecho, él hace hincapié en que Measho no está acusado de ningún delito relacionado a la desaparición del Ghost Boat.

El fiscal Andrea Bonomo, quien coordinó la operación Tokhla, en el juzgado en Catania.

El juicio de Measho está programado para empezar en diciembre y Bonomo espera que la condena se de en enero. «El pidió un juicio sumario», dice Bonomo. Se le acusa de contrabando pero no se le considera una figura de alto rango en la organización: de ser hallado culpable Measho se enfrenta a hasta ocho años en prisión. «Normalmente son doce, pero debido al juicio sumario, la condena es más corta», agrega Bonomo.

Al escucharlo explicar la investigación y el juicio, especialmente sus limitaciones, me recuerda lo que Berhane me dijo en Milán hacía una semana: «Me alegra que haya sido detenido por ser contrabandista, pero no soluciona el problema».

Puede que el juicio arroje un fallo de culpable o no culpable y que haya condena de prisión. Miembros de la banda, como Measho, alegan ser refugiados que meramente se volvieron parte de la operación para poder pagar su propio pasaje. Pero el no poder seguir con la investigación en Libia, solo me hacía preguntarme qué había logrado la investigación en un contexto más global.

No impidió que Jamal el-Saoudi siguiera con su negocio de contrabandista. No logró ponerle fin al limbo en el que se encontraban los familiares que buscaban a sus seres queridos, y, incluso con las detenciones, no logró detener el flujo de personas que cruzaba el Mediterráneo.

Sin duda, los contrabandistas detenidos estaban quebrantando la ley y eran parte de una red involucrada en prácticas sospechosas que iban desde el secuestro hasta poner en peligro las vidas de las personas al enviarlas a cruzar el mar en barcos atiborrados y no aptos para navegar sin equipo de seguridad. Sin embargo, Salvago me dijo que no había pruebas de que estuvieran traficando con personas con el propósito de explotarlas laboralmente o de prostituirlas. En el mejor de los casos, eran negociantes inescrupulosos en una industria no regulada y peligrosa. En el peor de los casos, estaban directamente involucrados o participaban en la rutinaria violencia y muerte asociada al contrabando en Libia a través del Mediterráneo.

¿Pero fue su detención y la de otros contrabandistas un paso hacia la solución del problema de los refugiados? ¿Le proporcionaría respuestas a personas como Yafet, quien seguía buscando información sobre su esposa Segen y su hija de dos años, Abigail? ¿Haría algo por prevenir que tragedias como la del Ghost Boat se repitieran?

Hasta el documento de la investigación Tokhla que se filtró reconoce el contexto más amplio de un sistema roto.

La razón de la naturaleza clandestina de los movimientos de emigrantes en territorio italiano, organizado por la red de criminales antes mencionados, se debe a las leyes de inmigración (particularmente las regulaciones Dublin II: ley europea de asilo que establece que los emigrantes deben solicitar asilo en el país de entrada): identificarse en suelo italiano significa solicitar asilo en Italia. Sin embargo, los emigrantes que vienen del norte de África prefieren desplazarse por los países europeos ya sea por los programas de integración social disponibles allí o para reunirse con familiares que ya viven ahí.

La Dr. Alganesh Fessaha, la activista en derechos humanos eritrea con quien hablé recientemente, también me dijo que las personas se veían obligadas a enfrentarse a los traicioneros y letales viajes por tierra y mar porque la alternativa era esperar hasta un decenio en el escuálido limbo de los campamentos para refugiados en Etiopía o Sudán, mientras que sus solicitudes de reasentamiento eran tramitadas. Incluso después de esperar, el reasentamiento no era una garantía.

Hasta enero de 2014, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) catalogó cerca de 340.000 eritreos por fuera del país como personas objeto de atención. Desde entonces, cerca de 5.000 personas huyen de Eritrea cada mes. Debido a la situación con respecto a los derechos humanos en su país, los eritreos casi siempre son reconocidos como refugiados y se les otorga asilo cuando lo solicitan en la Unión Europea.

Pero por la falta de opciones legales adecuadas para pedir asilo —no hay manera aprobada de llegar a Europa además de la interminable espera—, las dos opciones restantes para quienes huyen del conflicto, la represión y otros abusos a los derechos humanos son o esperar en los países de tránsito precarios o intentar llegar a Europa de una manera irregular.

«Una vez haya llegado alguien aquí, la Convención de Ginebra para los Refugiados establece claramente que si llega de manera irregular no importa. Uno está en su derecho absoluto de pedir asilo», la profesora Amanda Klekowski Von Koppenfels, una catedrática en emigración y política en la Escuela de Estudios Internacionales de Bruselas, me dijo por el teléfono.

«En este momento, si un eritreo quiere pedir asilo en la UE, él o ella básicamente tiene que llegar de manera irregular… Al tratar de parar a los contrabandistas, supuestamente en nombre de los derechos humanos, supuestamente en nombre de la protección de las personas del abuso al que los contrabandistas los van a someter… podría en últimas eliminar la posibilidad de pedir asilo en Europa, si se lleva hasta el extremo lógico».

Tal vez el detener personas satisfizo los dictados de la ley italiana y europea, pero no les proporcionó respuestas a los familiares de las 243 personas desaparecidas. En lo que respecta al Ghost Boat, buscar una respuesta jamás fue una posibilidad.

Bonomo en su despacho.

Después de hablar con Bonomo y Salvago y de revisar el documento filtrado, tenía más información que me guiaría, pero era claro que las respuestas no estaban allí.

¿Qué podríamos descubrir? ¿Cómo podíamos encaminar la búsqueda por tierra y por mar? Todavía contábamos con la información que nuestros lectores estaban indagando, la búsqueda por mar, y Mare Nostrum, la operación de rescate en el momento de la desaparición que podría ofrecer detalles de los eventos de esos días.

Pero también estaba la pandilla Tokhla.

«Una de las pocas personas que podía tener una respuesta, si estuviese dispuesto a hablar, es Measho», me dijo Salvago. Pero ¿sería posible reunirme con él en una cárcel italiana? ¿Estaría él dispuesto a reunirse conmigo?

De no ser así, las respuestas al misterio del Ghost Boat seguirían en Libia. Pero ese no es un lugar al que uno entra precipitadamente con una grabadora de voz, una libreta y un camarógrafo. Se necesitará planificación metódica para encontrar las fuentes locales acertadas y desarrollar una estrategia para hallar las respuestas que necesitamos en el campo.

Esta historia fue escrita por Eric Reidy, con la asistencia periodística de Martino Galliolo. Fue editada por Bobbie Johnson, verificada por Rebecca Cohen y revisada por Rachel Glickhouse. Traducción al inglés por Monica Cainarca. Dirección artística por Noah Rabinowitz. Fotografía por Gianni Cipriano. Traducción al español por Vanessa Wilbat para Medium.

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No queremos que te limites solamente a leer esta historia. Queremos que seas parte de la resolución de esta investigación. En estos momentos estamos evaluando detalladamente los movimientos de envíos, analizando pistas de geodata y las publicaciones hechas por los familiares.

Queda mucho por hacer para enterarnos de lo que pasó.

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Vanessa Wilbat

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