Un año más

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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5 min readJul 7, 2021

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“Recorramos nuestro camino finito con una sonrisa, con nuestra mirada llena de optimismo y con todos nuestros sentidos disfrutando este instante”.

— Jonathan Martell.

A un día de cumplir los treinta y tres años, se me vienen a la mente diferentes recuerdos. Aquellos desde cuando era niño y jugaba apasionadamente con mis muñecos, los cuales aún conservo con cariño. Recuerdo mis caminatas al colegio con una mochila pesada, la cual me encorvaba la espalda y sobre la cual me negaba a cambiar por una de ruedas, pensaba que ese tipo era para los más pequeños. Recuerdo esos primeros besos en épocas de colegio. Recuerdo aquellas amistades que aún me saludan por mi cumpleaños o me proponen ir a cenar o tomar algo. Recuerdo las reuniones familiares que se han mantenido a lo largo del tiempo. Recuerdo la primera vez que ingresé a la universidad y festejé entre saltos con mi familia aquel logro. Recuerdo los amigos y amigas que he ido encontrando en mi camino: colegio, academias, universidades, organizaciones y a personas que son ‘de la vida’ los que aparecieron de la nada y me cambiaron en distintos aspectos.

Pero también recuerdo esas caídas, esos golpes morales, psicológicos y quizás hasta físicos que lo hacen a uno bajar la cabeza, cerrar los ojos y pensar que todo se acabó o que es un fracaso. Aquellas caídas donde es inevitable pensar que uno no es ‘suficiente’ y que siempre debe ir por más. Recuerdo aquella vez, donde se me hacía muy difícil pasar los cursos de generales en la universidad. ‘Cargar’ con la presión de si había elegido la carrera correcta, con mi familia diciéndome que me esfuerce más y con el reflejo de amigos a los que les iba muy bien. Recuerdo aquel momento donde me terminaron, donde me dijeron que ya no iba para más esa relación. Momento donde corrí a la casa de uno de mis jefes a desahogar toda mi frustración y desesperanza. Recuerdo momentos donde tomé malas decisiones y huí de la responsabilidad, momentos donde esperaban más de mí pero mi temor hizo que corriera, ya que buscaba no agobiarme por las posibles consecuencias negativas.

En retrospectiva, esas caídas son las que más aprendizaje me están brindando. Si bien, pueden sentirse muy dolorosas mientras ocurren, conforme pasan los años, uno va apreciando que hayan sucedido, que se haya llegado al punto de ‘sufrir’. Así — en teoría — uno aprende y no se equivoca de la misma manera.

Claro, en esta etapa de mi vida, a los errores y equivocaciones ya no los evalúo como algo negativo, ya que son parte de nuestra imperfección como humanos. Ahora, hasta los disfruto, siempre y cuando esos errores no impacten negativamente en mi entorno. Es más, gracias a esos errores, ahora puedo tomar mejores decisiones y vivir una vida más tranquila. Quizás si no hubiera tomado ciertas decisiones en el pasado, ahora me encontraría con menos confianza o quizás más perdido.

¿Qué más recuerdo?

Cada detalle de las historias que voy contando, muchas de ellas se transforman en nostalgia y otras me llevan a pensar en el futuro. Imagino que ahora se reproducen con mayor frecuencia e intensidad por el estado actual en el que nos encontramos: una cuarentena de casi un año y medio de duración.

Pero para ser sinceros, mi mente siempre ha divagado, ha volado e imaginado diferentes escenarios desde que era niño. Sueño con un mundo donde pueda tener una tranquilidad total, donde controle mis emociones y la felicidad sea parte del día a día. Muchas veces, para lograrlo, tengo que crear mi propio mundo. Otras veces, pienso en cambiar mi entorno, luego reflexiono sobre si realmente es necesario. En otras, pienso en mis relaciones de amistad, en cómo nos hemos relacionado y el tiempo dedicado. También en qué hubiera pasado si hubiera realizado tal acción o si la hubiera ejecutado de otra manera.

De todas maneras, tener la mente en blanco es un aspecto al cual le doy más importancia últimamente. Esa conexión y atención con mi alrededor el cual debe tener mayor relevancia para estar presente y disfrutar cada momento. Siento que muchas veces no he logrado que sea eso posible. Por ese motivo, estoy explorando diferentes alternativas para alcanzar esa nueva manera de ser. Digo ser y no objetivo, porque uno debe primero empezar por cambiar la identidad para poder generar nuevos hábitos.

El primer paso, será ‘desaparecer’ por unos días. Busco generar una desconexión total sin tener contacto con nadie y evaluar cómo me va. Esta idea la he tenido en mente por un buen tiempo y quiero probar cómo la puedo llevar a la práctica lo más pronto. Además, la asociaré con otra meta: vivir en el campo. De nuevo, son ideas que aún no he puesto en práctica pero siento que me impactarán positivamente, manteniéndome en equilibrio. Realizar un experimento por corto tiempo, me dará esa retroalimentación inicial que necesito para luego tomar decisiones más radicales, que espero comenzar a llevarlas a cabo el próximo o subsiguiente año.

Por lo pronto, queda cerrar mi laptop. Comer algo, conversar con mi familia en la sala, con mi entorno por mensajes y prepararme para recibir un nuevo cumpleaños. Un año que recibo con mucho entusiasmo, con un Jonathan que ha aprendido mucho y el cual está muy agradecido con cada persona que ha aportado algo a su vida. Ese algo — ya sea bueno o malo — son las que en conjunto, forman nuestra vida con experiencias.

Aún me queda mucho por seguir aprendiendo y seguir equivocándome. Lo bueno es que ahora, ese ciclo y proceso de feedback constante, me llena de alegría y esperanza para lo que se viene.

En caso algo me suceda y no logre continuar, espero que haya impactado en cada persona de alguna manera, que mi punto de vista haya creado nuevas maneras de percibir la vida, y que en el futuro recuerden mis historias con una sonrisa. Realizo esta reflexión porque realmente no sabemos y no podemos controlar totalmente lo que pueda suceder con nosotros en el futuro. Un día estamos respirando, sonriendo y al siguiente día, por diversas razones, podemos ya no encontrarnos de manera física.

De todas maneras, como me recuerdan diversos autores que sigo a diario, hoy es un gran día para pensar que en 200 años nadie nos recordará. Y si lo hacen, pues no estaremos para disfrutarlo.

Estén muy bien y disfrutemos mucho más del presente.

“ ‘Legado’ es la opinión de personas que aún no han nacido sobre alguien que ya no existe. La única opinión de nosotros que importa es la nuestra. El único momento en que importa es ahora”.

Naval Ravikant, empresario e inversor indio-estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

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