Convergencia (XI)

Causas y efectos

Cartas desde el suelo
Vestigium
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10 min readOct 24, 2018

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El taller del edificio de campaña se halla en tensión, gente entra y sale de él sin parar portando unos artefactos con largas antenas en forma de red. Entre todo este ajetreo, entran la capitana Sesay y su inquieto acompañante. La capitana mira entre la gente que va de un lado a otro hasta dar con quién está buscando.

— Sígame — dice a Aren, adelantándose y haciendo un gesto con la mano sin apartar la mirada de la persona que ha localizado.

Ambos se mueven apresurados, influenciados por el ambiente que se vive en el lugar, hasta un hombre que porta un panel luminiscente en una mano y uno de los artefactos en la otra que está inspeccionando.

— Mierda — murmura mirando al objeto.

El hombre se mueve hasta un banco del taller y arroja con ira el artefacto sobre él. Sesay consigue llegar hasta el hombre, que se apoya con ambas manos en el banco con aire de desesperación mirando a sus pies, y le da un ligero golpe con la mano en el hombro para solicitar su atención. El hombre se gira sobre sí mismo y mira a la capitana.

— Capitán — dice.

— Hola, señor Friesenhaeuser, quiero presentarle a este hombre — dice Sesay — . Su nombre es Aren…

— Aren Hagemann, físico y arqueólogo — interrumpe Aren, extendiendo su mano con el nerviosismo propio de un adolescente que acaba de conocer a uno de sus ídolos — . Es un placer conocerle, señor Friesenhaeuser.

Friesenhaeuser se queda mirando la mano tendida de Aren durante unos instantes.

— Señor Hagemann, encantado — expresa al fin Friesenhaeuser, cortés y estrechando la mano de Aren — . Mi nombre es Josef Friesenhaeuser.

— El señor Hagemann ha salido de otro portal, quizá le pueda ayudar en algo — continúa Sesay, como si no le hubieran interrumpido.

Friesenhaeuser, en ese momento, cae en la cuenta de los hierros que rodean al hombre que tiene delante.

— ¿Qué es ese amasijo de chatarra que tiene puesto? — pregunta intrigado.

— Es una armadura, bueno, una armadura aligerada un poco — explica Aren — . Supongo que no reconoce el modelo. Se supone que lo creó usted en el pasado, quizá en este presente que es mi pasado. Y el suyo; o algo así ¿Qué ha pasado aquí?

Aren mira a Sesay y a Friesenhaeuser, con el rostro envuelto en duda, buscando una explicación a lo que Sesay le ha confesado hace unos minutos. Sesay mira a Friesenhaeuser y, cuando ha captado su atención, mueve la cabeza en dirección a Aren para que se apresure a dar una explicación. Friesenhaeuser asiente y suspira.

— Es largo de contar, capitana, y estamos un poco liados por aquí — confiesa Friesenhaeuser — . Supongo que ya sabe cuál es nuestro destino a partir de ahora.

— Saca un poco de tu tiempo, Josef, sospecho que este hombre nos puede ser de utilidad — solicita Sesay — . Os dejo, he de prepararme para nuestro devenir.

Sesay se vuelve por donde ha venido y se aleja de ellos. Friesenhaeuser saca un taburete de debajo del banco de trabajo y se lo ofrece a Aren.

— Siéntese, por favor — dice, señalando al taburete — . Primero, permítame preguntarle ¿qué hizo para aparecer aquí?

— Bueno, es sencillo, iba buscando un artefacto de su invención: una gran maquinaria diseñada para enviar energía a un mecanismo esférico y lacrado en su superficie exterior llamado «mecanismo de convergencia». Cuando el grupo que custodiaba este artefacto me tendió una trampa y accionó la maquinaria en el momento en el que me encontraba encerrado en la sala donde se encontraba el mecanismo esférico con la intención de matarme con las descargas eléctricas que generaba. Intenté, a la desesperada, destruir el mecanismo, pero, cuando lo hice, ya estaba aquí. Mi portal, a diferencia de los suyos, no permaneció activo.

— Lógico, destruyó lo que hace que los portales se mantengan activos — explica Friesenhaeuser — . Y dice que yo construí esa máquina.

— Exacto, en el lugar o tiempo del que vengo usted es un gran inventor, casi toda la tecnología que hemos podido recuperar o replicar tiene su autoría — dice Aren — . Maravillas que han hecho avanzar a nuestra civilización.

Friesenhaeuser se sienta en el banco de trabajo meditabundo.

— Interesante — murmura ensimismado.

— ¿Y bien, señor Friesenhaeuser, me puede explicar ahora qué ha ocurrido? — pregunta Aren.

— Sí, claro — dice Friesenhaeuser, saliendo de su trance — , le pongo en antecedentes: en la fecha de ayer, de la línea temporal de la que venimos, a lo largo del mundo se abrieron portales de los que salieron ejércitos con una tecnología de guerra muy avanzada, todavía ni soñábamos con esas capacidades tecnológicas. Les hicimos frente, pero aniquilaron a nuestros ejércitos como quién sopla sobre un montón de polvo. Después de dieciséis horas, el planeta estaba dominado. Entonces llegaron las excavadoras; inmensas máquinas creadas para extraer hasta el último grano de tierra del planeta, así como para absorber cada mililitro de agua de ríos y mares. Nos convertimos en la fuente de recursos para su tiempo. En el transcurso de una semana, esas máquinas se había llevado mares y montañas enteros, cambiaron la morfología del planeta de la misma forma que lo haría un gran cataclismo. También se llevaron a través de sus portales a miles de millones de personas. Y no para compartir esos recursos que nos robaban. Por lo poco que pudimos saber a través de los agentes que consiguieron infiltrarse en algunos portales, nos utilizaban como piezas de recambio para sus cuerpos. También como animales para experimentar con nuevos y avanzados medicamentos. Eso es todo lo que llegamos a descubrir de forma empírica en nuestras investigaciones, aunque, por alguna documentación sustraída, sospechábamos que teníamos otras utilidades además de esas. Nos convertimos para ellos en otro recurso más.

— Es horrible — exclama Aren.

— De una atrocidad sin precedente, algo que justificó las medidas que tomamos a continuación — continúa Friesenhaeuser — . Un grupo de personas, coordinados a través del mundo, accedió a los silos de armamento nuclear, lanzándolo contra todos los objetivos que tuvieran prefijados. La aparente paz del mundo siempre había sido como una escena de película en la que todos los personajes se apuntan a la vez. Si uno dispara, mueren todos; así que no fue difícil saber cómo se iban a comportar los misiles una vez activados. Al ponerlos en funcionamiento a todos a la vez, el enemigo, que disfrutaba con la guardia baja que le da su supremacía absoluta, quedó sobrepasado por el disparo que se estaba dando el mundo en su propia cabeza. La destrucción fue absoluta y el enemigo no tuvo más remedio que huir. No sólo por la gran cantidad de bajas en sus filas, debido a que, de forma natural, se ubicaron en los grandes núcleos estratégicos que dominaron; sino porque casi todos los recursos que venían a recoger estaban ahora contaminados con radiación. Ganamos y perdimos. A la humanidad le costó muchos cientos de años recuperarse aunque, gracias a tecnología sustraída o dejada tras de sí por parte de nuestros visitantes, conseguimos mejorar las cosas. Cuando la humanidad empezaba a ver cómo su esperanza de vida aumentaba, empezó a urdir un plan. Volver al momento en el que nos visitaron, repelerlos y volver a empezar. Nos llevó mucho crear el artefacto que mencionas, la esfera. Y bastante más el obtener la energía suficiente para que nos llevara al momento donde todo quedó destruido. Pero, al fin, conseguimos los que buscábamos, mantener portales conectados en el tiempo por el que acceder al pasado de nuestro tiempo. Desde ese momento, empleamos todos los recursos a nuestra disposición en crear un armamento especializado en subvertir las intenciones de nuestro enemigo en el pasado. Cuando lo teníamos todo, partimos hasta este momento. Aunque, cuál fue nuestra sorpresa, al ver que ellos tenían nuevo armamento mejorado.

— La esfera plateada — deduce Aren.

— Exacto, en nuestros anales, ese elemento no se menciona y habría impedido nuestro posterior ataque conjunto, pues habría destruido los sistemas de control de misiles. Dedujimos que, al huir, crearon esos artefactos y volvieron de nuevo al mismo momento del pasado en el que viajaron por primera vez, aunque ya en una línea temporal diferente.

— Al llegar aquí, recuerdo que cuando huyeron la primera vez, su portal se apagó y encendió — comenta Aren — . Puede que lo hicieran en ese momento.

— No lo sabremos, las líneas temporales son como nuevos eventos a los ojos de quién permanece en una de ellas —explica Friesenhaeuser.

— ¿Cómo funcionan esos artefactos, por cierto? — pregunta Aren, algo intrigado — . Todo lo que he podido analizar ha sido la forma de obtener energía, en mi caso, a través del calor de un volcán cuyo magma había sido controlado de forma artificial para que nunca entrara en erupción.

— Energía geotérmica, interesante — murmura Friesenhaeuser, antes de continuar — . Bueno, el mecanismo, cuyos planos deben estar por algún sitio de este lugar, funciona generando lo que llamamos en mi tiempo un agujero de gusano de Lorentz. No sé como lo habéis llamado vosotros. La cuestión es que el mecanismo es capaz de generar una brecha espacio-temporal con un extremo ubicado en un lugar presente y otro, dependiendo de la energía aplicada en él, en un lugar y/o tiempo diferentes. Solo eran hipótesis hasta que los vimos funcionando en nuestras narices.

— No recuerdo ninguna teoría o hipótesis en mi tiempo de ese tipo — confiesa Aren — . Quizá no lo llegamos a tener.

— Seguro que sí, solo que se destruiría — dice Friesenhaeuser — . Quizá en tu línea temporal la guerra durara más y todo quedase arrasado. Quién sabe. Por ejemplo, dices que en tu tiempo era conocido por ser un gran inventor. En mi tiempo no soy más que un ingeniero… No sé qué puede tener de sorprendente — dice Friesenhaeuser, extrañado por la cara de asombro de Aren al mencionar su profesión.

— Perdone, es que en mi tiempo, los Ingenieros son la sociedad, algo radical, que me hizo venir aquí, bueno, ahora — explica Aren — . Entonces, puede que venga de otra línea temporal en la que otro usted fue el qué creó todas las maravillas que excavamos ahora, ¿No es así?

— Incluso, ese Friesenhaeuser de su tiempo podría ser otra persona, quizá emparentada con mi familia en mi tiempo, o quizá no. Es imposible saberlo.
— Pero algo tendrá que ver con usted — insiste Aren.

— Para nada, el tiempo, a partir del momento en el que lo atravesamos y formamos parte de él, lo llevamos a otra nueva línea donde la causalidad volverá a generar un tiempo diferente en el futuro. Sabemos lo que ha ocurrido en un punto del pasado como, por ejemplo, el día que llegaron los viajeros de mi tiempo, pero no qué ocurrirá a partir de ahí. De hecho, lo que hicimos nosotros en su momento queda anulado y ahora pasarán otros eventos diferentes en esta línea temporal. Puede que yo tenga vástagos y que en el futuro uno sea el Friesenhaeuser que admirán en su tiempo; aunque es probable que no, pues ahora puede que muera aquí. ¿Entiendes?, las posibilidades causa-efecto son infinitas.

— ¿Está diciendo que podemos viajar hacia atrás en el tiempo, pero que no podemos viajar hacia delante? — pregunta Aren.

— Sí y no — explica Friesenhaeuser — ; mientras el agujero de gusano de Lorentz permanezca abierto, es posible entrar y salir en ambos lados, ya que es un puente entre ambas líneas temporales, pero al cerrar el puente y quedarnos en el pasado, una nueva línea de tiempo se volverá a generar con otra serie de acontecimientos, lo que impedirá volver al mismo momento del que veníamos si abriéramos un agujero de gusano al futuro. De hecho, cada vez que abriéramos un agujero de gusano al futuro, aunque sea al mismo momento, estaríamos contemplando futuros diferentes cuya semajanza o diferencia dependerá de lo mucho que nos hayamos desplazado en el tiempo.

— Entonces, ¿si vuelvo al momento en el que entré aquí, no puedo abrir un nuevo portal a mi tiempo? — pregunta Aren, mostrando preocupación.

— Podría si entrara por el mismo portal que abrió para venir aquí, si creara uno nuevo, no sería el mismo futuro. Lo siento, señor Hagemann, me temo que estamos encerrados aquí — revela Friesenhaeuser, apoyando su mano en el hombro de Aren — . Además, aún queda otro problema, si volviera al mismo momento para entrar de nuevo en el portal, tendría que lidiar con el hecho de que ahora sois dos Hagemann en el mismo momento, ¿se haría algo a usted mismo para solo uno de los dos volviera? ¿Volverían ambos, dos personas con una única vida vivida, al tiempo del que proceden?

Aren mira a Friesenhaeuser y a continuación agacha la cabeza.

— Es algo que tuvimos que asumir nosotros al venir aquí — continúa Friesenhaeuser — . El tiempo del que venimos es más fácil de dejar atrás, pues, al fin y al cabo, se trata de un mundo marchito; contaminado. Aunque no deja de ser un gran sacrificio a asumir y no todo el mundo estaba dispuesto a hacerlo.

Aren se pone en pie para comentar algo, pero las palabras no le salen. Da unos pasos erráticos por el lugar bajo la mirada de Friesenhaeuser.

— ¿Podría darme algo de agua, por favor? — consigue articular Aren, algo aturdido.

Friesenhaeuser se acerca hasta él y lo sujeta por el antebrazo para acompañarlo de nuevo al taburete y que se vuelva a sentar.

— Bentlie, ¿podría traerme un vaso de agua, por favor? — ordena Friesenhaeuser, con educación, a una de las personas que van de un lado a otro del taller y señala con la mirada a Aren, cuya piel ha palidecido. El hombre asiente y va en busca de lo solicitado.

— Martia… — consigue decir Aren.

Friesenhaeuser se agacha para ver el rostro de Aren, en ese momento, Bentlie ha vuelto con un vaso de agua, lo coge y se lo ofrece a Aren.

— Beba un poco, por favor.

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