Convergencia (IX)
Carga
Aren parece flotar en medio de una habitación tan blanca que deslumbra los ojos e intenta atisbar dónde se encuentran las pareces que lo rodean.
— ¡Hola! — exclama, mientras hace gestos para intentar controlar su flotación.
La reverberación de su voz en el interior de la habitación hace suponer que se encuentra en un lugar enorme.
— ¡Hola! — vuelve a gritar, con voz más enérgica.
Mira en todas direcciones, volteando su cuerpo en el aire e intentando tocar alguna pared. Después de unos minutos nadando en el aire en una única dirección, parece que golpea un muro cóncavo y liso. La intensa blancura le molesta a la vista. Al buscar el cuadro de mandos del antebrazo de su armadura, se percata de que no la lleva puesta; aún así, sin la ayuda que ésta le pueda suponer, golpea la pared con todas sus fuerzas. Al golpear, la pared se quiebra como un luminoso cristal y de las grietas que comienzan a llenar todo el lugar brota la más absoluta oscuridad que lo va engullendo todo a su alrededor como si de una espesa melaza negra se tratara. En el momento en el que todo está sumido en la más negra oscuridad, Aren empieza a caer hasta que golpea con suavidad el cóncavo suelo del lugar donde se halla. Una vez inmóvil en el suelo, nota que una nueva luz brota cerca de donde ha caído. La luz proviene de una esfera del tamaño de un balón medicinal, aunque lo que más llama la atención a Aren es que Martia se encuentra sentada sobre ella.
— Idiota — dice Martia, mirando a Aren mientras esboza una sonrisa melancólica.
Aren intenta moverse, pero le es imposible; solo es capaz de levantar el brazo unos centímetros, no sin gran esfuerzo.
— Martia, he perdido el sistema de localización — dice, resignado al ver que no podrá moverse más.
Martia se levanta y se acerca hasta él. La esfera luminosa la acompaña rodando silenciosa.
— Idiota — dice cuando pasa a su lado.
Sin parar de andar, Martia se va alejando de Aren hasta desaparecer en la oscuridad. La esfera luminosa se coloca a la altura del hombro de Aren y comienza a empujarlo.
— Martia, espera, ¡Martia! — Exclama Aren, asustado.
La esfera empieza a empujarlo con más fuerza, Aren se intenta mover para zafarse de su empuje de forma infructuosa. Nota que está paralizado.
— Aren, despierte, Aren. — Dwight agita a Aren cogido por su hombro. Aren vuelve en sí.
Aren está en un recinto lleno de camastros plegables, muchas personas descansan o deambulan por el lugar con pesar en sus miradas, junto a él está Dwight y, tumbado en la cama contigua, Herold; que parece dormido.
— ¿Qué pasa? — dice Aren, sobresaltado.
— Nada, solo que está amaneciendo, me dijo que le avisara cuando saliera el sol — dice Dwight algo preocupado.
Aren intenta incorporarse pero le resulta muy difícil. Se da cuenta que su armadura ha consumido la poca energía que pudo acumular en la batería hace unas horas. Comienza a soltar las correas de sus brazos y piernas con dificultad y vuelve a dejar sólo la parte de pecho y hombros agarrada para poder llevarla hasta fuera del recinto.
— ¿Ha dormido algo, señor Dwight? — pregunta Aren mientras ambos se dirigen a la salida.
— Nada, no tengo demasiado sueño. Aunque usted tenía aspecto de estar bastante cansado.
En el exterior, se pueden observar otros dos recintos similares, construidos con paneles móviles, que no parecen tener demasiada resistencia, con techos de lonas soportados por estacas a modo de columnas que les hace parecer una aglomeración de tiendas de campaña. Aren se apresura a quitarse la armadura y descubre la batería que tiene en su espalda. Despliega los paneles que tiene ésta, se sienta y saca de su bandolera una pequeña varilla con mango de destornillador; con paciencia y ayudado por esta, comienza a inspeccionar y limpiar los engranajes de la armadura para dar con posibles partículas incrustadas.
— Tiene mucho trote ¿eh? — comenta Dwight, sonriendo.
— Sí, hemos pasado por mucho. Pero espero que me ayude a volver a casa — dice Aren, sin apartar la mirada de su tarea. Sopla en el engranaje de la muñeca.
— ¿Cree que pueda volver a su casa? — pregunta Dwight, algo intrigado.
— Esta gente tiene una tecnología muy avanzada, seguro que podemos ayudarnos para volver todos a nuestros mundos — contesta Aren, decidido.
Aren aparta su mirada de la armadura y mira a Dwight, apenado.
Siento mucho lo que he hecho aquí, no sabría como compensarlo — profesa Aren, en tono melancólico.
— No se preocupe. La humanidad ya nos trataba peor que ahora — dice Dwight — . Al menos tenemos un lugar donde dormir. Sin chinches.
— Pero ¿qué hay de la gente que no le ha tratado mal?, ¿tienen ellos también la culpa de lo que he organizado? — dice Aren volviendo a su limpieza.
Aren saca un trapo y un pequeño frasco metálico de la bandolera, abre el frasco y coloca el trapo en su hendidura. A continuación lo vuelca, humedeciendo la superficie del trapo que estaba en contacto con su abertura. Vuelve a colocar el frasco de pie, lo cierra y lo guarda en su bandolera. Cuando termina, limpia la varilla con el trapo y también le pasa la parte húmeda a los engranajes que ha revisado. Dwight mira fascinado el extraño ritual del extraño hombre de otro mundo.
— ¿Le costó mucho construir esa armadura? — pregunta mientras se sienta junto a Aren para observarlo más de cerca.
— Ya le he dicho, caballero, que la armadura no la construí yo, mi tarea solo ha sido la de reacondicionarla de nuevo para su uso y añadir ciertas mejoras — responde Aren.
— Ese tal Cohaagen o como sea, es verdad — dice Dwight.
— Friesenhaeuser, sí — comenta Aren, que ha vuelto a revisar la armadura.
— ¿Y de qué está hecha?, ¿puede levantar un camión y lanzar rayos? — pregunta Dwight, curioso.
— Un camión… ¿son pesados esos «camiones»? — pregunta Aren.
— Perdone, un camión es un vehículo grande — explica Dwight, buscando las palabras adecuadas — . Mire, es como ese vehículo que salió del segundo portal, el que voló por los aires el edificio con un solo disparo, ¿sabe cuál le digo?
— Ah, el tanque, sí, creo que podría sin demasiado problema, aunque consumiría bastante batería — concluye Aren.
— ¿Sabe qué es un tanque y no un camión? — murmura Dwight, descolocado por el comentario de Aren — . Bueno, ¿y de qué está hecha para que sea tan fuerte?
— Pues es una aleación extraña, la verdad, la composición química no es del todo concluyente, pues tiene materiales que desconocemos en mi mundo, aunque otros que sí — explica Aren — . Se dice que es porque es una aleación fabricada con los fragmentos de un meteorito que le confiere la capacidad de resistirlo todo. Pero los cuentos fantásticos, aunque divertidos y románticos, no me parecen acertados, creo que se trata de algún elemento existente cuando se fabricó la armadura, hace ya muchos cientos de años, y del que no hemos podido recuperar el método para su fabricación o explotación.
— Entonces, ¿está diciendo que una leyenda no puede explicar por qué una armadura de un material desconocido fabricada hace cientos de años tiene poderes extraordinarios? Qué desilusión — dice Dwight.
— ¡Jajajajajaja! — estalla Aren en una carcajada — , eso es, caballero. Todo debe tener una explicación y la posibilidad de poder ser replicado. Si no, es porque lo será en el futuro.
— Me gusta más lo del meteorito mágico — dice Dwight, sonriendo.
— A todos nos gustan más los cuentos fantásticos, amigo mío.
Una sombra cubre a Aren y le obliga a levantar la mirada hacia su origen.
— Oh, hola capitana — exclama Aren, jovial.
Aren se limpia las manos como puede con el trapo y se levanta de un brinco, Dwight lo mira extrañado y se incorpora también. Aren le tiende la mano a la capitana Sesay para saludar y ésta coloca en ella una pequeña caja metálica que Aren mira sorprendido.
— Esto es… — murmura mientras sopesa y examina la caja.
— ¿Le sirve? — Pregunta la capitana.
Aren se inclina sobre su armadura y mueve varias piezas donde está encajada la batería hasta sacarla, la deja a un lado con los paneles desplegados e introduce la caja en el mismo lugar donde estaba la batería, levanta el panel de mandos del antebrazo y acciona varios botones. Las piernas de la armadura hacen un fuerte chasquido y se quedan rectas por completo asustando a Dwight.
— Vaya, funciona — dice Aren, mirando sorprendido a la armadura.
— Imaginaba que funcionaría, no tiene esos paneles que tiene la suya, pero me fijé que la carcasa donde está guardada en el traje es igual al de los nuestros — dice Sesay girándose y señalándose en la espalda de su armadura una carcasa muy parecida a la que guarda la batería de la armadura de Aren — . Juraría hasta que la inscripción desgastada que tiene su armadura ahí es la misma.
— Pero, ¿cómo es posible que nuestros mundos sean tan parecidos? — inquiere Aren — , estáis mucho más avanzados que nosotros.
— Venga, quiero llevarte a hablar con los mandos, póngase su exoesqueleto y despídete de tus amigos — dictamina Sesay — . No tiene que preocuparse, solo queremos hacerle algunas preguntas sobre su mundo.
— Desconfíe, señor Hagermann — susurra Dwight.
Aren mira a Dwight mientras recoge sus utensilios de limpieza y se amarra los correajes de la armadura.
— No ee preocupe, no podrán hacer mucho, aunque ellos también tengan armaduras — exclama Aren, confiado — . Discúlpeme ante Herold, nos veremos después.
Sesay mira a Aren impasible mientras se termina de recoger, asirse la armadura y coger la batería con los paneles replegados. Cuando termina, la capitana lo insta a seguirla.
— Perdone, ¿estará iluminado el lugar a donde vamos? — prengunta Aren mientras camina — , no me fío demasiado de la durabilidad de su batería y quiero terminar de cargar la mía — dice mostrándole su batería con los paneles — . Llevará unas horas y no quiero perder tiempo.
Sesay lo mira de reojo y sonríe.
— Le pondremos una lámpara.